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El origen de tomar las uvas en la Puerta del Sol de Madrid

Viene del año 1897, y no de 1909 como dicen los que lo atribuyen a un excedente de esa fruta en Alicante.

Viene del año 1897, y no de 1909 como dicen los que lo atribuyen a un excedente de esa fruta en Alicante.
Nochevieja en la Puerta del Sol | Efe

No ignoro que el asunto con el que encabezamos estas líneas ha sido tratado en infinidad de ocasiones, llegada la fecha del último día del año. Pero, en la creencia de que siempre hay quiénes ignoran el origen de esa costumbre resuelvo contárselo, admitiendo de antemano que se ha extendido la fecha de 1909 cómo el año en el que por vez primera una nutrida concurrencia de ciudadanos se dieron cita en la Puerta del Sol la noche del 21 de diciembre para acompañar el sonido de las campanadas del reloj de la Casa de Correos con la consumición de una docena de uvas. Pero quienes sostienen tal teoría, marran. Y así pasamos a explicárselo.

Corrían los primeros días de 1892 cuando el entonces alcalde de Madrid, José Abascal (hace mucho tiempo honrado con una larga calle que termina en la glorieta de Gregorio Marañón, cruce del paseo de la Castellana) dictó un bando en el que anunciaba que todo aquel que se excediera la víspera de la festividad de los Reyes Magos, provocando ruidos, broncas, escándalos, sería objeto de una multa de cinco pesetas. ¿Y qué tiene que ver ello con las uvas? Nada a primera vista. Pero aquellos alborotadores, gente de clase baja, se mofaba de la aristocracia que celebraba las fiestas navideñas en sus mansiones, a base de ricos manjares. No faltaban en esas mesas hacia esos últimos años del siglo XIX una costumbre importada de los franceses de tomar doce uvas en Nochevieja, bien regadas de champán, como un símbolo de los doce meses del año. Y no pudiendo aquella masa obrera festejar la salida y entrada de año de aquella misma manera, eligieron el 5 de enero como una especie de protesta, a su manera, armando todo el follón posible. El bando disuasorio del munícipe Abascal les hizo plantearse en años siguientes su modo de manifestarse. Y así poco a poco, cuando iba concluyendo aquel siglo, se iban concentrando multitudes en la Puerta del Sol de los Madriles. Si los aristócratas y burgueses continuaban festejando el 31 de diciembre con apetitosos menús culminados con la toma de doce uvas en la frontera de los dos años, el que se iba y el que llegaba, las clases populares resolvieron imitarlos, aun sin haber podido cenar acaso más que un plato de repollo. Pero estallaban de alegría entre lingotazos de vino barato, de los pellejos de alguna taberna con caldos llegados desde la Mancha, cuando sonaban los cuartos del reloj de la Casa de Correos seguidos de las doce campanadas, que era cuando engullían sus doce uvas llamadas "de la suerte". ¿Por qué esa denominación? Culpa de la creencia de que las uvas significan abundancia, y que al degustarlas ese primer día del año proporcionarían prosperidad.

Y a partir de 1897, el año que puede decirse se instituyó popularmente esa costumbre de tomar uvas en la Puerta del Sol, la tradición no se interrumpió jamás. Con tal aceptación que en otros puntos de la península y asimismo en las Canarias, resultaría imitada. Y ya los ciudadanos de clases menos favorecidas dejaron de criticar a las de alta alcurnia, muchos de los cuales, siquiera por curiosidad también se irían, con el tiempo, sumándose a esa muchedumbre concentrada en la concurrida plaza madrileña. Y resultó que en 1909 los agricultores levantinos de Alicante y Murcia acusaron un excedente de uva en su producción, incapaces de darles salida, con la consiguiente merma de precio. Se dirigieron a las autoridades del Gobierno quienes los ayudaron, sobre todo en Madrid. ¿De qué manera? Potenciando que en la Nochevieja se tomaran doce uvas en la mayor parte de hogares españoles. En la Puerta del Sol, queda dicho, la costumbre ya estaba instalada por lo que únicamente puede pensarse que, si en años anteriores el lugar no se había llenado del todo, aquel 1909 estaría a tope. Y así los viticultores antedichos solventarían sus problemas económicos.

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Ensayo en la Puerta del Sol | Archivo

No sé qué clase de uva se tomaba antes de ese suceso, pero en adelante, y desde luego en las últimas décadas las uvas que más se consumen en estas fechas son las del pueblo alicantino de Vinalopó, que tienen justa fama por su calidad contrastada. Como quiera que hay quienes se atragantan, que les resulta áspera la piel o no digieren bien las pepitas de la uva hace ya unos años que avispados empresarios manufacturan envoltorios de uvas ya desprovistas de esas supuestas molestas pepitas, y además convenientemente peladas. En la Puerta del Sol, poco antes de que den las campanadas de medianoche, hay vendedores que se afanan por acabar su mercancía, incluso rebajándola de precio si se acerca la hora mágica. Hubo un año, debió ser mediados los 70, cuando un murciano de Cartagena acompañado de algunos familiares, se desgañitaba anunciando los últimos cucuruchos de uvas que les quedaban. Tal vendedor, que con los suyos tenía un puesto de frutas en San Sebastián de los Reyes, sería años después un afamado matador de toros, enriquecido por un lado y por otro lleno de cornadas : José Ortega Cano.

Y ahora contemos algo relacionado con el reloj de la Puerta del Sol, instalado encima de la fachada principal de la antigua Casa de Correos, luego Ministerio de Gobernación en época franquista y en la actualidad sede de la Comunidad de Madrid. La razón por la que allí se instaló el primer reloj del edificio allá a finales del siglo XVIII se debe a que muchos madrileños tenían la costumbre piadosa de rezar un Ave María a diario cuando transitaban la susodicha plaza llegado el mediodía. Pero no todos conocían esa hora exacta. Y las autoridades municipales resolvieron colocar aquel reloj con una esfera descendente, cuyas campanadas sonarían por vez primera en 1774. Luego, se colocó un más moderno reloj del orfebre Losada, estrenado en 1856.

Las campanadas del ya considerado mítico reloj de la Puerta del Sol, tan contemplado, escuchado por los visitantes en Madrid y los millones de españoles que están pendientes de su sonido cada 31 de diciembre, se retransmitirían por Radio Nacional de España a lo largo de un par de décadas después de la guerra civil. Y es a partir de 1962 cuando Televisión Española instituye la costumbre de ofrecer imágenes y sonido de ese llamemos acontecimiento. Llegó el año en el que una presentadora cometió cierto error que, magnificado de tal forma en todos los medios de comunicación, recordado aún por estas calendas, marcó su futuro profesional. Era la locutora canaria Marisa Naranjo, novia algún tiempo de su colega Eduardo Sotillos, portavoz del Gobierno de Felipe González. ¿Qué le pasó a mi amiga Marisa? Que confundió los cuartos con el sonido de las doce campanadas y empezó antes de tiempo a anunciarlas. Injusta, cruel campaña adornada de mofas la que sufrió tan valiosa profesional de la pequeña pantalla. Por costumbre, la retransmisión siempre se hizo desde la madrileña Puerta del Sol, aunque en 1973, ante las siempre alusiones críticas al centralismo, fue realizada desde la plaza barcelonesa de San Jaime. Y no recuerdo el año, pero sí otro sitio desde donde sonaron esas doce esperadas campanadas televisivas: la plaza del Gran Capitán, en Córdoba.

Por lo demás, la toma de esas doce uvas tiene un punto de superstición, que algunos no toman en cuenta, aunque sobre ellos se cierna la especie de que puede caerles alguna desgracia en caso de no haberlas tomado. Abundan otros rituales, como empezar el año con ropa interior de color rojo. (No me veo yo con calzoncillos de esa tonalidad). Y se dice que hay que lavarse las manos con azúcar y unas gotas de cava. Ítem más: es bueno, por lo visto, rodearse esta Nochevieja de velas de todos los colores. No hay que pasarse, porque si no, me da en la nariz que eso parecería un velatorio, en vez de una fiesta. Todo lo dicho no cuenta para los que huyen de las fanfarrias, fastos y celebraciones de todo tipo de la noche de San Silvestre: son los que antes de que den las doce se meten en la cama y al día siguiente, temprano, se levantan tan frescos. Tipos raros que no comulgan con las celebraciones y costumbres populares.

Para todos los que nos siguen les deseo ¡un feliz 2017!

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