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Katy Mikhailova

Relativismo narcisista

¿Qué es ser guapo? Sea lo que sea, no se debe perder la cordura con la cirugía.

¿Qué es ser guapo? Sea lo que sea, no se debe perder la cordura con la cirugía.
Kiko Matamoros | Instagram

Hacía mucho tiempo que la belleza no se había cuestionado con tanta ansia y rabia. Entre el polémico ‘hombre más guapo de España’ que se ha dado a conocer hace tan sólo unos días y el desastre ocasionado a Kiko Matamoros por la inyección de casi una treintena de viales de toxina botulínica y ácido hialurónico, ambos carne de memes, hoy más que nunca podemos reflexionar sobre qué es ser ‘guapo’ y quiénes nos hemos creído nosotros para juzgar así la belleza ajena.

Lo de cómo destrozarse la cara por unos días resulta que cada vez es más actual. Hace muchos años escribía aquí en este mismo espacio un artículo titulado ‘Cirucomplejines’. En aquel escrito mío aludía a los médicos estéticos y/o cirujanos plásticos que imponen su ‘gusto’ al del cliente. Y que, además, entremedias, si pueden, le "encuentran" defectos añadidos.

Verán: los años pasan, los tiempos cambian, la medicina estética avanza, y los cánones de belleza se van paulatinamente modificando. Pero no se debe perder la cordura en ningún caso. El sentido común es ajeno a modas pero brilla por su ausencia, por lo que veo.

Y no afirmaré que por este camino en absoluto vaya la Doctora Carla Barber, de quien he escrito en numerosas ocasiones también en mi espacio. No: pero sí me sorprende que un médico se lance con tanta alegría a intervenir de esa manera casi agresiva, si me lo permiten, el rostro de una persona, hasta el punto de borrarle cualquier tipo de expresión.

A veces hay que saber frenar. Parar a tiempo. Tanto el paciente, que quiere verse más guapo y más rejuvenecido, como algunos médicos estéticos y cirujanos que juegan a hacer y deshacer la naturaleza. Juegan a ser Dios.

El otro día el Doctor Ernesto Pérez, de Clínica Femm, me ayudó a corregir la arruga del "entrecejo": esa que me sale por fruncir el ceño. Una arruga que me afea bastante. Hay arrugas bonitas y hay arrugas feas. Esta era de las segundas, porque recuerda el gesto de enfadarse, fruncir el ceño o huir del sol de alguna manera. Me sugirió, con algo de cuidado: "si me permites darte un consejo te diré que no te hagas nada más". Esto no se escucha a menudo en este sector.

Hablamos de un mercado saturado, maduro. En el que hay un exceso de oferta, lo que implica que las nuevas clínicas de medicina deban posicionar sus precios muy "asequibles". La demanda de estar "guapos" también aumenta. Y la desesperación juega malas pasadas.

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El míster Manuel Romo | Archivo

No sé si desesperado estará por el aluvión de críticas; pero poca transformación necesita un hombre que mide 1.92, que tiene 24 años y que es extremeño. Se llama Manuel Romo, pero para un parte de los españoles Romo queda muy lejos de ser el ‘hombre más guapo’ de España. En materia de guapura no hay nada escrito, y creo que hace mucho tiempo que este tipo de certámenes han dejado de tener relevancia en el sector de la moda y la belleza. Coexistimos en un mundo tan sumamente frívolo y artificial, que un concurso igual de frívolo que nuestros tiempos, como Miss y Mister España, hasta pasa desapercibido. Vivimos en una era tan sumamente caótica que el hecho de que se nos imponga que alguien sea ‘el/la mejor’ en una área determinada nos resulta tan vomitivo como absurdo. He aquí el Relativismo narcisista. ¿Romo es el más guapo para quién y por quiénes? Ahora bien: una vez electo, ¿es necesario mofarse de que no es guapo y que cualquiera podría destronarle? O, ¿es que hay que pedir permiso y disculpas por/para ser Mister España?

Lo que también ha sido motivo de mofas y críticas es el último episodia de Chiara Ferragni en la Galería de los Uffizi de Florencia: se ha realizado un selfie, con la Venus de Botticelli de fondo. Para unos es frivolidad en su máxima expresión. Para mí es la (vieja) normalidad. Si las musas del pintor renacentista estuvieran vivas, también se realizarían autofotos. ¿O qué pasa? ¿Vamos ahora todos de profundos? ¿No nos sacamos un selfie en la playa, en la terraza, con la mascarilla, en un restaurante? ¿No hacemos un primer plano de la gamba que nos vamos a comer o nuestros pies con el mar de fondo? ¿Acaso no sacamos fotos a nuestros perros, hijos, jardines, colchonetas en forma de cocodrilos? Gracias al selfie-de-la-discordia el museo ha vivido un incremento del 27% de visitas. ¡Ojalá todas las frivolidades en tiempos de ‘moderneces’ llevaran implícita alguna forma de incentivar el gusto por el arte!

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