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Dura investigación

Las bacterias en el Ártico se alumbran para sobrevivir a la oscuridad de la noche

En la expedición participaron 350 científicos, trabajando en turnos de seis semanas; de tal manera, que quedaban literalmente atrapados en el hielo.

Así lo han constatado científicos del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC, de la Universidad de Montreal (Canadá) y de la Universidad Laval (Canadá).

Los científicos del CSIC han hecho este hallazgo al analizar secuencias genéticas de los microorganismos del Ártico durante la noche polar y han descubierto que en diciembre, cuando la oscuridad es total, la expresión de la proteína fotoactiva proteorodopsina es sorprendentemente alta, mayor incluso que en los meses de junio y julio.

"Lo esperable es que las bacterias expresen esa proteína cuando la necesitan, es decir, cuando hay luz, pero no cuando hay oscuridad", ha dicho Pedrós, pero han descubierto que algunas bacterias del Ártico siguen expresando la proteorodopsina durante los meses de invierno, en la larga noche polar. Eso sugiere, según Carles Pedrós, "que la expresión sostenida de esta proteína fotoactiva debe tener alguna otra función y dar a las bacterias alguna ventaja competitiva que les permite sobrevivir en la oscuridad".

Las bacterias árticas, ha dicho el científico, siguen expresando la proteorodopsina durante los meses de diciembre a enero, en el Ártico canadiense. "Lo sorprendente es que la mayor expresión de proteorodopsina la hemos detectado en diciembre, cuando la oscuridad es total, siendo incluso mayor que en julio", ha recalcado Pedrós.

Según la investigación, a partir de enero, la expresión de la proteorodopsina decrece pero se mantiene activa, con dos momentos en los que se da un aumento de la expresión: en abril y en junio-julio, aunque los niveles de expresión no son tan altos como los que se dan en diciembre.

El trabajo, que se publica en The ISME Journal, revista de la International Society for Microbial Ecology (ISME), es uno de los resultados de una innovadora campaña oceanográfica realizada desde noviembre hasta junio de 2008. Tras haber partido de Quebec, el rompehielos canadiense Amundsen permaneció en aguas del Ártico canadiense hasta que se formó el hielo con la llegada del frío. En aquella expedición participaron más de 350 científicos de 27 países, trabajando en turnos de seis semanas.

De esa forma, literalmente atrapados en el hielo, pudieron tomar muestras de los microorganismos que se hallan en el inaccesible mar helado, bajo una capa de hielo de más de un metro de grosor, durante los meses de oscuridad.

Nuevas incógnitas

Son estas muestras las que han analizado y sobre las cuales ahora han presentado los resultados, que arrojan nuevas incógnitas sobre las estrategias de supervivencia y la biodiversidad de los microorganismos.

"Tal vez -ha aventurado Pedrós- las bacterias aprovechan la sensibilidad a la luz de la proteorodopsina para acercarse a los animales marinos como peces, crustáceos o calamares, que con mucha frecuencia son bioluminiscentes. Esto les daría la oportunidad de acercarse a una fuente de alimento durante la época más difícil del año".

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