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En defensa de los plásticos. ¡Qué seríamos sin ellos!

Los plásticos han supuesto una herramienta imprescindible, ligada al desarrollo del siglo XX. ¿Por qué tiene tan mala prensa?

Los plásticos han supuesto una herramienta imprescindible, ligada al desarrollo del siglo XX. ¿Por qué tiene tan mala prensa?
Botellas de plástico | LD

Soy un enamorado de la Cultura Pop (seguro que Alaska me entiende). Pertenezco a esa generación que empezó a creer que el valor de las cosas estaba más allá del valor de los materiales y de la habilidad técnica. Antes, el oro albergaba la esencia del poder artístico, incluso del monetario (si me lee Juan Ramón Rallo me dará nostálgicamente la razón). Pero a mediados del siglo XX, la tecnología dotó de medios para fabricar obras en masa a bajo coste. Un mundo donde los privilegios no eran de unos pocos gracias a la fabricación en serie y un nuevo material que servía para todo: el plástico.

El signo de nuestro tiempo. Denostado y utilizado en la misma proporción. Nuestra civilización, nuestro desarrollo, nuestra vida no sería la mísma sin él. Desde el punto de vista físico posee propiedades mágicas: es moldeable, es muy barato de producir, pesa muy poco, es aislante eléctrico y acústico, es transparente… Pero lo que le hace extraordinario, es su resistencia a ser disuelto por el agua o por casi cualquier ácido. Precisamente en su virtud está su penitencia.

El secreto son los polímeros

Las propiedades de los plásticos se deben a su constitución en polímeros. Del griego: poly, mucho; y mero, segmento. Son moléculas muy largas (llegan a estar compuestas por decenas de miles de átomos) que se encuentran enrolladas unas sobre otras. Esta característica les otorga una resistencia inusual. No es una excepción en la naturaleza. Por ejemplo el ADN de nuestras células o la seda de los gusanos e incluso el papel (la celulosa) poseen este tipo de estructura.

Para que algo se disuelva en agua, se destruya por un ácido o se digiera en el sistema digestivo de cualquier ser vivo, es necesario descomponer su estructura para ser introducido en las células del hambriento organismo. Pero el plástico posee una extraordinaria resistencia a ser disuelta por el agua o por los estómagos de los devoradores del planeta tierra (entre los que me incluyo).

Cargando con el San Benito de "no biodegradable"

Un producto biodegradable es aquél que puede ser descompuesto por la acción de agentes biológicos en espacios de tiempo cortos. Parece razonable que si producimos materiales resistentes para embotellar agua o para construir cosas sea deseable que dure lo máximo posible. Sin embargo hay dos enemigos naturales que les afecta: la luz y el oxígeno. En especial la luz ultravioleta y el oxigeno que existe en el aire. ¿Cuál es el problema? Que los plásticos terminen enterrados y por lo tanto protegidos de estos dos agentes. Pero no está todo perdido. Tan sólo hace 50 años que nos acompañan y la naturaleza sabemos que suele ser más lenta que el ser humano para adaptarse.

Investigaciones recientes de un equipo científico del Instituto de Tecnología de Kioto (Japón) han descubierto unas bacterias que comen plástico, en concreto el PET, que es la variedad de plástico utilizado normalmente para hacer botellas. Pero lo más interesante del descubrimiento es que esta variedad de bacteria denominada Ideonella ha surgido espontáneamente en vertederos. La visión apocalíptica de una plaga de materiales creados artificialmente por la industria que no pertenecen a la naturaleza y que por eso la sabia Madre Tierra escupe, queda algo matizada. Los plásticos no dejan de ser casi exclusivamente carbono, hidrógeno y oxígeno, al contrario, por ejemplo, que los metales, las rocas o el vidrio creados por la sabia naturaleza. Es difícil escuchar a alguien decir que las piedras de la Catedral de Burgos o de las chozas de un pueblo perdido de Castilla no son biodegradables. El adjetivo se ha terminado utilizando para hacer notar que es un elemento extraño pero que, paradojas de la vida, quizás acabe siendo más biodegradable que gran parte de los materiales naturales.

Solía pensar en los plásticos como en esa huella precisa e inmortal que encontrarían las civilizaciones posteriores y explicara nuestro pasado, nuestro desarrollo y nuestro esplendor, a modo de moderno Circo Romano. Al parecer no será así, pero no quita ni un ápice de importancia a los plásticos. Sin duda, uno de los artífices del confort y del desarrollo de esta civilización, que mal que pese a algunos, es la que ha conseguido mayores cotas de bienestar a la humanidad.

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