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El negocio de la depresión

Prozac, Zoloft, Paxil o Lexapro: ¿sirven para algo los antidepresivos?

Es frecuente que los psiquiatras receten inhibidores de los recaptadores de serotonina, pero su eficacia podría haber sido exagerada.

Es frecuente que los psiquiatras receten inhibidores de los recaptadores de serotonina, pero su eficacia podría haber sido exagerada.
Prozac fue el primer antidepresivo pensado para aumentar la serotonina. | Alamy

Identificar un problema, una necesidad, y promover una solución es la base de prácticamente cualquier negocio. En algunos casos, el negocio pasa por exagerar o incluso crear el problema y, aún más, proponer una solución aunque sea discutible que sirva para algo. El terreno de los fármacos antidepresivos podría bien ceñirse a esta descripción.

Nadie puede argumentar, eso sí, que desde un punto de vista financiero este sector no sea todo un éxito. Desde que Prozac se aprobó en 1988, los psiquiatras han estado prescribiendo antidepresivos como si fueran caramelos. De hecho se calcula que desde 1990 se ha triplicado el número de prescripciones de estos fármacos y juntos acumulan ventas superiores a los 20.000 millones de euros anuales. Hoy, antidepresivos como Zoloft, Paxil o Lexapro, conocidos técnicamente como "inhibidores de los recaptadores de serotonina", están entre los fármacos más consumidos del mundo.

Pero, con todo y con eso, la notable diferencia entre las promesas y los beneficios científicos reales de estos fármacos nunca ha dejado de estar sobre la mesa, por no hablar de los efectos secundarios. Diversos análisis independientes han hallado que en promedio las ventajas de los antidepresivos sobre un placebo son modestas. Tomemos por ejemplo el caso de Prozac, tal como lo describe el doctor Peter Breggings en su libro Talking back to Prozac. Su fabricante, la farmacéutica Eli Lilly, patrocinó 10 ensayos clínicos para su aprobación. En 6 de esos ensayos, la eficacia del fármaco no fue superior a la de un placebo. En los otros cuatro, sólo se sumaron 286 sujetos. Si tenemos en cuenta todos estos estudios, prácticamente el 90% de las mejorías apreciadas con Prozac fueron apreciadas también con un placebo. Dos expertos concluyeron en el British Medical Journal que "los inhibidores de recaptadores de serotonina no suponen un significativo avance sobre un placebo". Y éstos no son comentarios de extremistas, sino opiniones de prestigiosos integrantes del mundo científico.

Otro tanto podemos decir del caso del doctor Irving Kirsch de la Universidad de Connecticut cuando solicitó a la FDA la información de los ensayos con los seis antidepresivos más prescritos entre 1987 y 1999. De los 47 ensayos, sólo 20 mostraron alguna ventaja de éstos respecto a un placebo. Pero donde la ciencia no llega, lo hace el marketing. Así, libros como el best-seller Listening to Prozac del doctor Kramer hicieron al gran público concebir esos nuevos fármacos como la píldora de la felicidad.

Entre los más comunes efectos secundarios hallamos problemas sexuales, síndrome de dependencia, ansiedad y riesgo de comportamiento suicida en niños y adolescentes, razón por la que el Gobierno británico prohibió las recetas de antidepresivos a menores de edad.

Para entender hasta qué punto la psiquiatría ha sido invadida por completo por las farmacéuticas bien vale una visita a cualquiera de los eventos o congresos de la mayor y más influyente asociación psiquiátrica del mundo, la APA (American Psychiatric Association). Y es que no sólo los pasillos del lugar donde se realiza el evento está lleno de panfletos y casetas informativas sobre éste o aquel fármaco sino que, lo que es peor, es frecuente que sean directamente las farmacéuticas quienes patrocinen las ponencias del congreso.

Cuando Maria Angell, antigua editora jefe del prestigioso New England Journal of Medicine, publicó su editorial "¿Está la medicina académica a la venta?", precisamente usó el mundo de la psiquiatría para ilustrar su punto de vista. En concreto, le fue muy difícil encontrar psiquiatras que redactaran artículos en revistas científicas sin vínculos con la industria farmacéutica.

David Healy, psiquiatra por la Universidad de Gales y especialista en historia de los fármacos psiquiátricos, es una de las principales voces que cuestionan cómo las farmacéuticas han modelado nuestra visión de la depresión como si sólo se tratase de aumentar la hormona serotonina, que es lo que hacen los principales antidepresivos como Prozac, Paxil o Zoloft.

Una estrategia es simplificar en exceso: simplemente se trata de aumentar la serotonina. Otra estrategia es exagerar las cifras. En este sentido, se trata de publicar estadísticas que inflen cuanto sea posible la incidencia de depresión o problemas mentales en la población. Así, a mediados de los 90 se publicó un estudio que afirmaba que en EEUU al menos un 30% de la población tenía problemas mentales. Prácticamente uno de cada tres. Dicho estudio fue profusamente citado, a pesar de que no pocos psiquiatras lo consideraron sesgado y exagerado. En 2002, el Dr William Narrow publicó una revisión en la que concluía que el estudio original había duplicado las cifras reales, cuando menos.

Probablemente deberíamos replantearnos todo esto desde el principio. Y considerar que quizá la depresión no se deba a una deficiencia de antidepresivos.

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