Morir para contarlo, la autobiografía de Salvador Ulayar, se ha publicado hace unos días y este mismo mes se presentaba en Madrid. José Antonio Ortega Lara, secuestrado y torturado por la banda terrorista durante 536 días, era el maestro de ceremonias y presentador. Así diseccionaba y explicaba Ortega Lara todo lo que descubriremos leyendo este libro.
Buenas tardes a todos.
Cuando Salvador me propuso por teléfono que presentara su libro, me quedé un tanto extrañado. Lo cierto es que ya estuve en la presentación de Pamplona, con gran éxito de público, por cierto.
No sé por qué me lo pidió pero, como ya había presentado unos días antes el libro de Santi Abascal junto con María San Gil, la verdad es que me pilló en un momento de debilidad y no supe decir que no; es más, a veces pienso que este perillán lo hizo a propósito. En todo caso, aunque no sea ésta una faceta que se me dé muy bien, intentaré hacerlo lo mejor posible.
Disertar sobre este libro de Salvador resulta, por un lado difícil y por otro bastante sencillo: difícil porque se presenta como un brainstorming de vivencias, emociones y sentimientos del protagonista que invaden y abruman al lector sin tiempo para reordenarlos, y menos aún para interiorizarlos de forma escalonada; y fácil porque, en mi caso concreto, empatizo y me identifico con muchos de esos sentimientos (los positivos y los negativos).
No se trata de una autobiografía al uso tradicional; es mucho más intenso y desgarrador; es algo que a Salvador le sale de lo más profundo de su ser porque nace de la terrible experiencia vital de lo que él llama "las habitaciones secretas del alma", de lo que nosotros podríamos denominar "las últimas habitaciones de la sangre", en terminología lorquiana. Por tanto, antes de adentrarse en su lectura, preparen su corazón para experimentar en primera persona los más abominables comportamientos del ser humano en unos casos, y una valerosa y descarnada humanidad en otros. No les dejará indiferentes y, al final, creo que se sentirán un poco mejor personas tras comprobar el particular via crucis que la vida reservó a la familia Ulayar Mundiñano, y la gran dignidad con que todos sus miembros soportaron las adversidades en ese clima hostil y malvado de su Echarri natal. Porque existe una gran diferencia entre las personas mencionadas en el libro: unos, los Ulayar, desde que tuvieron uso de razón e incluso antes, decidieron vivir como personas libres y sin ataduras; otros optaron por ser alimañas, depredadores humanos enrocados en el fanatismo ideológico y en el odio; un tercer grupo decidió vivir instalados en una cobarde complicidad con los asesinos y sus prácticas mafiosas; y, por último, está el grupo de los resignados imbuidos de un determinismo fatalista que les reporta una existencia fútil, inane.
Los Ulayar Mundiñano eligieron lo difícil: la honradez, la coherencia y la lealtad a unos principios y valores. Pero la valentía en esta vida tiene un precio: el vuestro fue ser etiquetados de españolistas y enemigos de ese supuesto proyecto identitario que ya desde sus inicios se mostró como un proyecto totalitario y delirante basado en la eliminación física de cuantos no se sometieran al mismo. Os convertisteis en proscritos en vuestra propia tierra, a pesar de vuestra identidad vasca, vuestros apellidos vascos, vuestra sintonía con la cultura y la lengua vasca, vuestra familia vasca, y todo porque vuestro modo de ser vascos era, a la vez, vuestra forma de ser también españoles. Vuestra familia quedó definitivamente repudiada para siempre por mor de las mentiras y manipulaciones del nacionalismo tribal y su Rh. La marginación y el escarnio no fueron sino el preludio del asesinato de vuestro padre, que marcaría vuestras vidas para siempre el 27 de enero de 1979. Aquí es donde comienza el largo y azaroso viaje de la maleta negra de los Ulayar, teniendo en cuenta que el nacionalismo vasco, instalado en el odio a España, encontró en el terrorismo etarra el instrumento adecuado que le hacía el trabajo sucio de depuración étnica y le procuraba la posterior muerte civil de las víctimas (unos movían el árbol y otros recogían las nueces ).
Son muy numerosas las anécdotas y detalles que Salvador nos muestra a corazón abierto y en plena desnudez, y que revelan los efectos canallescos de la conducta humana cuando la razón es sustituida por el pensamiento único. Ese proceso conduce a la cosificación de las personas, pasando éstas a convertirse en un mero instrumento al servicio de ese proyecto delirante que acaba engulléndolo todo en una espiral sin límite, envileciendo la propia dignidad de las personas y pervirtiendo la convivencia entre ellas: ahí están los ejemplos de Eugenio Ulayar (primo segundo del asesinado), el tío Manuel y las tías Elena y Mª Ángeles, la frialdad de la abuela María hacia sus nietos como muestra de impiedad, el rechazo del amigo que se despide en el bar para no verse comprometido, los insultos en la escuela, el vacío de los vecinos, las pintadas contra Jesús Ulayar y su familia, el abandono por parte del delegado del Gobierno, el ensalzamiento de los asesinos en el pueblo y la persecución de sus víctimas, etc. Pero incluso en este ambiente hostil y encanallado quedaban algunas personas buenas que estuvieron junto a los Ulayar en los momentos difíciles: los tíos Adriano y Francisco, el primo Francis, los periodistas Javier Marrodán y José Miguel Iriberri. Sin embargo, lo que os matuvo vivos fue la unión entre los hermanos con vuestra madre para hacer frente a la situación. Al final no tuvisteis más remedio que hacer de la necesidad virtud para sobrellevar la pesada carga que injustamente os había sido adjudicada. Ahí estuvo siempre en primera fila Rosa, vuestra madre, quien tuvo que hacer acopio de coraje para sacar a sus hijos adelante y evitar que crecieran en el odio y el resentimiento: sus palabras de ánimo a los hijos, sus silencios reveladores del gran sufrimiento que padecía, su actitud positiva y generosa ante la vida (incluso ante la madre del asesino de Jesús), todo revelaba en ella altura de miras, un infinito amor a sus hijos y una incansable determinación por mantenerlos unidos ante la adversidad puesto que, tal como reconoce Salvador, el asesinato de su padre les obligó a madurar y afectó a la comunicación de los sentimientos entre los miembros de la familia, sentimientos que permanecieron prisioneros en el invierno del alma, pero que los Ulayar necesitaban exteriorizar para, de este modo, ser capaces de metabolizar el trauma y volver a vivir de nuevo como personas, como seres humanos.
Al final, creo que aquel 26 de agosto de 2007, cuando vuestra madre se fue con su marido, estoy seguro de que éste la recibió con un gran beso y con aquel saludo familiar: "Rosita de mi jardín, ¡qué gran trabajo has hecho con nuestros hijos; estoy orgulloso de ti! ".
Yo no conocí a Jesús Ulayar ni a Rosa Mundiñano, pero veo en las páginas de este libro la impronta que dejaron en sus hijos, que es la misma que a mí me gustaría dejar grabada en los míos. Porque, al final, las personas que hemos vivido este tipo de experiencias, y los Ulayar Mundiñano son un ejemplo paradigmático de ello, cambiamos nuestra visión del mundo y de la vida. Tu universo ya no gira en torno a valores como la riqueza material, el poder, la fama u otros convencionalismos vanales; desarrollas una especial empatía hacia otras personas con vivencias similares a las tuyas, potencias tu dimensión espiritual, aprendes a vivir el día a día, te aferras a tu familia y, sobre todo, no estás dispuesto a renunciar a tu libertad por comprometida y arriesgada que ésta sea, tal como hizo por ejemplo José Javier Uranga.
Sé que estas reflexiones mías no contribuyen precisamente a vender más libros (como bien dice Salvador en su epílogo), pero creo que ayudan a sentirnos un poco mejor y a buscar con más ahínco si cabe la propia felicidad, que es a lo que todos aspiramos en este mundo cruel.
Son muchos los datos y elementos de este libro que merecen la pena ser diseccionados con detalle, pero ésa es una tarea que deben realizar cada uno de ustedes cuando lo lean. Yo, por mi parte, sí quiero hacer unas últimas valoraciones acerca de sendas reflexiones de Salvador que son constantes en su libro: me refiero a ese sentimiento de culpa por haber abandonado a su padre cuando estaba moribundo en la acera, y el sentimiento de gratitud hacia Maribel, su mujer, su gran apuesta en la lucha por la vida y la felicidad:
- En cuanto al sentimiento de culpa padecido durante tantos años, he de decir que, en mi opinión, partes, querido amigo, de un presupuesto falso. La reacción de un niño de 13 años ante el asesino es la natural: evitar su propia muerte y pedir ayuda. Yo creo, Salvador, que tu padre en sus últimos momentos pensaría que, de este modo, mientras él sacrificaba su vida al menos eso serviría para salvar la de su hijo, la tuya. Ahora bien, quizá el problema radicó en que el shock inicial y las circunstancias posteriores no te permitieron abrir tu corazón para expresar tus sentimientos y frustraciones, o bien nadie fue capaz de ayudarte a canalizarlos y que, por tanto, tal como expresas con crudeza en estas páginas, no pudiste iniciar el periodo de duelo por el asesinato de tu padre hasta muchos años después, cuando por fin decidiste enfrentarte a tus propios miedos. Quizá tu recuperación empezó en el homenaje del 24 de enero de 2004 con el apoyo de tanta gente, cuando viste que no eras tú el culpable de nada, ni tampoco tenías ya que sentirte como un marginado en tu propio pueblo. Te superaste cuando tuviste el coraje de contarle a tu padre las cosas que pudisteis haber hecho juntos y que nunca fueron, cuando decidiste dedicarle lo mejor de tu vida a él, cuando empezaste a sentir empatía por Fabio y su familia. Todo esto hizo que fueses dejando atrás la depresión, aquella tristeza infinita, el autoabandono, esa especie de autismo obsesivo y paranoico, sustituyendo definitivamente el deseo de morir por la obligación de vivir. Y, sin duda, el momento definitivo que te liberó de aquella pesada losa que oprimía tu alma llegó el día que fuiste capaz de hablarle a tu madre en su lecho de muerte para enviarle a Jesús Ulayar un mensaje de cariño y tu decidida voluntad de vivir por ti mismo, por tu mujer y por vuestros hijos. Ése fue el momento en que venciste a los fantasmas de tu pasado.
- Claro que en todo este proceso contaste con la inestimable e indispensable ayuda de Maribel, tu mujer que sobrellevaba con dignidad tus momentos depresivos, que siempre tenía palabras de ánimo para ti, que logró que aceptases la ayuda psicológica, que cuidó de vuestros hijos y de ti con amor, sufriendo en silencio, pero con la esperanza de que llegarías a superar el trauma. No tengo duda ninguna de que tu apuesta por ella fue acertada. Ahora bien, como tú eres más proclive a la tribulación y a moverte con cierto desorden en ese proceloso mundo de los sentimientos y las emociones, le pido a Maribel que siga contrapesándote con el sentido común y la racionalidad que ha aportado a tu vida. Y le pido, además, que tenga siempre contigo la deferencia de concederte la última palabra, pero únicamente para que tú puedas finalizar con un "sí cariño, lo que tú digas".
En fin, lean ustedes el libro porque, como ya he dicho antes y a pesar de las traumáticas experiencias de los Ulayar Mundiñano, representa el triunfo de la vida sobre la muerte, del amor sobre el mal, la experiencia vital de un hombre atribulado que logró la paz interior que su alma necesitaba refugiándose en la fe, y que consiguió recuperar la esperanza y la felicidad terrenal en el amor de su familia. Se quedó con lo esencial y valioso de la vida, desechando lo superficial, lo pasajero y también lo malévolo.