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El dominio de los mares de los Aliados

La Operación Overlord constituyó ante todo un prodigio de organización y coordinación aeronaval fundamental para la victoria de los aliados.

La Operación Overlord constituyó ante todo un prodigio de organización y coordinación aeronaval fundamental para la victoria de los aliados.
Publican miles de fotografías nunca vistas del Desembarco de Normandía

Este año se celebra el 75º aniversario de la operación militar logística y estratégicamente más compleja y decisiva de todos los tiempos: el desembarco aliado en Normandía (Operación Overlord) el 6 de junio de 1944, acción bélica que precipitó el fin de la II Guerra Mundial menos de un año más tarde, el 7 de mayo de 1945 en Berlín.

Cuando se hace referencia a la II Guerra Mundial, se habla, por lo general, de las grandes batallas terrestres: El Alamein, Stalingrado, Kursk, Montecassino, la bolsa de Falaise, Arnheim, Las Ardenas, la bolsa del Ruhr, etc.; con participación de millones de soldados, cientos de miles de vehículos, y miles de aeronaves. Pero pocas veces tenemos en cuenta que sin la superioridad naval de los Aliados (norteamericanos y británicos) y el despliegue logístico que esa superioridad permitía, ni los soviéticos habrían podido sostener el Frente Oriental en el que las tropas alemanas se desangraron (5 millones de bajas mortales). Claro, ni la Alemania nacionalsocialista habría podido ser derrotada.

La operación Overlord, en sí, constituyó un prodigio de organización y coordinación aeronaval, que ninguna potencia continental, como Alemania, sin el dominio del mar, podría haber llevado a cabo. Supuso el desembarco en cinco playas del noroeste de Francia (denominadas en clave Omaha, Utah, Gold, Juno y Sword), en sucesivas oleadas, de dos Grupos de Ejército, el 12º norteamericano (Bradley) y el 21º británico (Montgomery) con un total aproximado de 1.500.000 combatientes agrupados en 90 divisiones con unos 300.000 vehículos, además de 700.000 toneladas de suministros. Y fue también un prodigio de engaño al enemigo (operación Fortitude), pues durante varias semanas el Alto Mando alemán creyó que el desembarco en Normandía (defendida por el Séptimo Ejército) era una finta y que el verdadero asalto se produciría en el Paso de Calais (Decimoquinto Ejército).

Asombra conocer que la mayor parte de las tropas desembarcadas habían sido previamente llevadas desde América hasta las Islas Británicas mediante la operación Magnet, iniciada en 1942 y en convoyes de los que la Kriegsmarine alemana no tuvo noticia ni pudo interceptar. Ello fue un ejemplo de cómo los EE.UU. de América, "el arsenal de las democracias", podía poner a disposición de la causa aliada, medios personales y materiales prácticamente inextinguibles, llegando a construir cargueros Liberty, al ritmo de un barco cada día, mayor que el de sus pérdidas por los torpedos alemanes.

Vista de la playa de Omaha, Normandía

Efectivamente la Unión Soviética (que, paradójicamente, había iniciado la guerra junto a Hitler en septiembre de 1939 tras el infame pacto Ribentropp-Molotov por el que se repartieron Polonia, los países Bálticos y Rumania) recibió de los EE.UU. desde que fue invadida por la Wehrmacht el 22 de de junio de 1941 ingentes cantidades de material militar que ayudaron a sostener el titánico esfuerzo del Ejército Rojo (más de 8 millones de bajas mortales) frente al enemigo alemán. A Rusia llegaron todo tipo de suministros: material ferroviario, aviones, camiones, motores, aluminio, material de transmisiones, comida enlatada, combustible, ropa de invierno (incluyendo los 18 millones de botas de fieltro que refiere John P. Keegan), etc. Todo ello por importe de 11.300 millones de dólares de la época. Y todo ello mediante los convoyes del Atlántico Norte hasta Murmansk y Arcángel, que los submarinos alemanes, neutralizados a partir de mayo de 1943 no pudieron impedir (salvo el convoy PQ-17); mediante el Corredor Persa, que se alcanzaba desde el Océano Índico tras desembarcar en los puertos del Golfo Pérsico; y mediante la ruta del Pacífico Norte, donde el Japón no podía intervenir.

Los Aliados dominaron los mares. Sus avanzados medios técnicos (ASDIC, SONAR, RADAR), la formación de grupos de combate con portaaviones de escolta y la apertura del Corredor de Donegal les permitieron acabar con la amenaza submarina. Enviaron convoyes por el Atlántico a Takoradi, en la Costa de Oro, desde donde los aviones eran ensamblados y tripulados hasta El Cairo, para que el Octavo Ejército Británico pudiera combatir al Afrika Korps de Rommel. Hicieron frustrantes los resultados de las salidas de los acorazados alemanes al Atlántico (el Admiral Graf Spee, el Bismarck, el Prinz Eugen, el Scharnhorst, el Tirpitz, y el Gneisenau). Salvo el paréntesis diciembre 1941- junio 1942, dominaron el Mediterráneo, donde la Regia Marina italiana experimentó las terribles derrotas de Tarento y del Cabo Matapán (un total de 6 acorazados hundidos) y donde las fuerzas del Eje no fueron capaces de tomar Malta, ni de cerrar el Estrecho de Gibraltar, ni el Canal de Suez; ese mismo dominio del mar les permitió desembarcar en el norte de África (operación Torch), acorralar y destruir al Grupo de Ejércitos Afrika italoalemán en Túnez, desembarcar a voluntad en Sicilia, en Salerno, en Anzio y Nettuno y en el sur de Francia (operation Anvil), sin que los servicios secretos alemanes (el Abwehr) pudieran siquiera conocer lo que se les venía encima.

Sin ese dominio, que aseguró la libertad de los mares, la Europa que hoy conocemos hubiera podido ser durante mucho tiempo la Europa de la esvástica nazi.

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