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Francisco Pérez Abellán

Prim: el museo profanado

El Museo, en lo de Prim, va cuesta abajo.

El nuevo general director del Museo del Ejército de Toledo, Juan Valentín-Gamazo, ha confiado la exposición Prim, inaugurada el pasado martes, al coronel José Federico Fernández del Barrio, falto de preparación para la tarea, que se ha buscado colaboradores insolventes e ignorantes de Prim, no sólo porque se ha fiado del supuesto antropólogo forense José Antonio Sánchez Sánchez, sino porque ha reclutado para sus conferencias del bicentenario al historiador plagiario José Calvo Poyato.

Poyato es autor de la novela Sangre en la calle del Turco, que confunde a los españoles sobre Prim, hermano de la exministra Carmen Calvo y quien con el seudónimo de Peter Harris ha copiado para su Círculo Octogonus (Debolsillo, 2007), literalmente, 42 párrafos de la obra La Santa Alianza (Espasa Calpe, 2004) del escritor Eric Frattini, como demuestra este autor. La exministra recuerda en internet las generales de la ley: "Lo que mueve el mundo no son las máquinas, sino las ideas, y defenderlas frente al plagio es una batalla necesaria para la sociedad". Es exactamente lo contrario de lo que practica su hermanito reclutado por el coronel Barrio.

Lo más grave de Poyato es que, siendo catedrático de historia de instituto, ha escrito en ABC, sin rectificar, una enorme cantidad de falsos datos históricos del siglo XIX poniendo de relieve todo lo que ignora de la época, como la afirmación de que el general Francisco Serrano y Domínguez, regente del reino cuando mataron a Prim y sospechoso de su muerte por acción u omisión, se ofreció para rey de España, lo cual es falso de toda falsedad.

Al hilo de esto, el doctor José Antonio Sánchez también se ha servido del Museo del Ejército para establecer por medio de la agencia EFE que "la bala de algodón" de la que habla en la carta inédita que se expone de Cesáreo Fernández Losada, el médico a las órdenes de Serrano que según el sumario impidió físicamente a los otros médicos y al propio juez instructor ver a Prim herido, o quizá ya muerto, es prueba definitiva de que la muerte fue por infección, lo cual no es cierto, y Sánchez lo sabe. Hace estas afirmaciones a sabiendas, mientras junto con Bernardo Perea Pérez, director de la Escuela de Medicina Legal de la Complutense, está siendo investigado judicialmente por falsedad en informes periciales.

El bochornoso hecho se ha producido afectando gravemente al prestigio del Museo de Toledo en presencia del comisario de la exposición sobre Prim y del general director que, por desconocimiento y falta de información científica, han avalado que se difunda la noticia. Después, no la han desmentido. El ministro de Defensa, Pedro Morenés, y María Dolores de Cospedal, presidenta de Castilla-La Mancha, deberían vigilar lo que sucede en el museo.

El doctor Sánchez, pese a haber firmado dos informes disparatados, y sin ninguna ciencia, sobre el catastrófico estudio de la momia de Prim ha vuelto a reincidir en la ceremonia de la confusión. Vaya por delante que el general Juan Prim y Prats, porque así lo pone de relieve el estudio científico de su cadáver, murió después de los trabucazos apuñalado y estrangulado a lazo.

La Facultad de Medicina de la Complutense a la que pertenece Sánchez había convertido los bajos y la azotea del edificio en una fosa común, con los cuerpos donados por los ciudadanos para estudio de la ciencia, en medio de un gran abandono y suciedad. La Guardia Civil la tiene también denunciada por falsedad. En este apocalipsis, el profesor José Antonio Sánchez todavía sigue de presidente de la Asociación Española de Antropología y Odontología Forenses. Ahora promociona la carta del doctor Losada con una nueva afirmación sin base, como las que acostumbra a hacer en sus informes.

La carta exhibida al público está dirigida por Losada a su amigo Antonio Romero Ortiz, cinco años después del atentado. En ella dice, supuestamente, que extrajo siete balas del hombro de Prim y que una, la más pequeña, estaba envuelta en algodón siendo para Sánchez esto lo que provocó la "inexistente" septicemia. Hay que recordarle que su colega Francisco Pera, presidente de los forenses españoles, dice en cambio que la causa fue un trozo de pelliza de piel de oso. ¡A ver si se ponen de acuerdo!

En lo que sí coinciden los firmantes de estos bochornosos informes de la Escuela de Medicina Legal de la Complutense es en no mostrar evidencia científica alguna de la existencia de la mentada infección; y se lee en el informe de la presunta autopsia, que figura en el sumario, que las heridas infectadas fueron precisamente las no intervenidas quirúrgicamente. ¡Otra contradicción más!

También dice que una bala le rompió a Prim la clavícula izquierda y el omóplato o escápula del mismo lado. El doctor Sánchez, al respaldar estas afirmaciones lo hace cuando sabe que esto es inexacto y acientífico. En su propio informe, no el primero, sino el segundo ya rectificado, se incluyen fotos del TAC (Tomografía Axial Computerizada, con cortes de tres milímetros) que le hizo la Comisión Prim de Investigación, que yo presido, al cadáver el día 29 de septiembre de 2012, que él ha reutilizado para sus intereses, y en la que se aprecia, sin ninguna duda, que tanto el omóplato como la clavícula están intactos, y así lo refleja también el informe de radiología firmado por el Dr. José Ángel Abreu del Hospital Sant Joan de Reus, que para mayor aberración está incluido ya en el primer peritaje de Sánchez.

Incluso trata de justificar lo imposible: que el agujero de la espalda de Prim, que corresponde a una cuchillada, sea admitido como orificio de salida de una de las balas y como incisión quirúrgica, que justifica la falta de puntos de sutura por la infección, añadiendo que si hubiera sobrevivido se le habría cosido después y que a día de hoy se pone, en situación similar una cánula. Habría que recordar, si es que alguna vez lo supo el profesor Sánchez, que a día de hoy lo que se pone es un drenaje, y que en ningún caso ante una herida infectada se sutura, sino que se deja que vaya cicatrizando desde dentro hacia fuera para que, de esa manera, se limpie la infección.

Por otro lado el Museo del Ejército ya atesoraba en sus archivos, con exceso de celo, la falsedad histórica de que el ayudante Nandín disparó a Prim en el pecho dentro de la berlina. Tenemos comprobado que no hubo disparos dentro del coche y que no hay ninguna herida en el pecho. El Museo, en lo de Prim, va cuesta abajo.

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