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Santiago Navajas

El Papa y el librepensador

Cabe una religiosidad dentro de los límites de la razón natural. Y una ciudadanía enriquecida por diversas identidades.

Cabe una religiosidad dentro de los límites de la razón natural. Y una ciudadanía enriquecida por diversas identidades.

En el fondo del conflicto sobre la libertad de expresión tras el atentado islamista contra la revista satírica Charlie Hebdo late la problemática relación entre la idea más peligrosa y el sentimiento más mortífero.

Como "la idea más peligrosa" calificó el filósofo Daniel Dennett la idea darwinista de la selección natural, que posibilitaba (simplificando en dos líneas el argumentario de un libro de seiscientas páginas) el desencantamiento del mundo, la naturalización del cosmos, y situaba definitivamente la razón como fundamento de la sociedad, haciendo de la autonomía una guía moral del individuo.

Por otro lado, tenemos el sentimiento más mortífero, en el sentido de que es el más sublime, al tiempo grandioso y terrible, capaz de trascender al hombre más allá de sí mismo, haciéndole construir catedrales o guerrear en cruzadas genocidas. El sentimiento religioso es, en última instancia, una intuición mística, un visión irracionalista del universo que lleva en la mayor parte de los casos a un comportamiento patológico dependiente de un criterio externo: dios y sus autoproclamados representantes.

La sátira es la línea roja que separa ambas cosmovisiones. Para entendernos, a un lado, el librepensador Charlie Hebdo. Al otro, el papa Francisco. De la "parábola del puñetazo" ha dado buena cuenta Javier Somalo en estas páginas. Fijémonos ahora en la columna del teólogo progresista Juan Antonio Estrada "Yo no soy Charlie Hebdo". Por lo que se refiere a la libertad de expresión, al parecer, toda teología es reaccionaria. Sostiene Estrada en referencia a la revista satírica:

De forma reiterada se ha agredido los sentimientos de las personas que pertenecen a esas religiones, buscando no sólo criticar sus doctrinas y prácticas, sino lastimar la sensibilidad de los que se adhieren a ellas.

Como decía antes, se suele dar una contradicción entre racionalidad y sentimentalidad. Pero del mismo modo que no toda idea es respetable, tampoco lo es cualquier sentimiento. Una ideología totalitaria o una sentimentalidad histérica son susceptibles de crítica y puesta en solfa. Lo que defiende el teólogo es un área religiosa inmune a la crítica, sea de manera discursiva o burlesca. Y no hay culturas -religiosas o políticas- que se puedan pretender inmunes e impunes ante la civilización ilustrada, que, obvia Estrada, tiene mecanismos judiciales, ante los que ha tenido que responder Charlie Hebdo como cualquier hijo de vecino, para defender el derecho al honor cuando se considera que se ha sobrepasado el límite de la libertad de expresión para caer en el del insulto. Pero eso, a diferencia de lo que pretenden algunos clérigos, no lo decide en nuestra sociedad secularizada y moderna un teólogo sino un juez.

Por otra parte, nuestro teólogo de la liberación se erige en campeón de los "pobres de espíritu" y los presuntos marginados sociales:

En Francia hay varios millones de musulmanes y muchos de ellos viven en condiciones de pobreza, de marginación social, y de racismo. La identidad religiosa es de las pocas cosas que les quedan para autoafirmarse y eso diferencia al Islam de los creyentes de las otras religiones, con más capacidad para asumir las ofensas sin recurrir a la violencia.

Pero no todo sentimiento religioso debe ser necesariamente irracionalista y reaccionario. Ni toda identidad tiene que ser reduccionista y unidimensional. Cabe una religiosidad dentro de los límites de la razón natural. Y una ciudadanía enriquecida por diversas identidades. Porque lo que atacaba Charlie Hebdo no era la religiosidad en sí sino la homofobia y la violencia, la superstición y la idiocia, asociadas a las manifestaciones religiosas instrumentadas por las jerarquías sacerdotales de los monoteísmos más extendidos y proselitistas. La sátira cumple un papel esencialmente liberador para las minorías sometidas a la alienación por unas élites opresoras, tanto en lo político como en lo económico y lo religioso, que detentan el poder material y espiritual a su costa. La condescendencia de Estrada para con los "marginados sociales" (a los que, por cierto, el sistema democrático y capitalista les ofrece una educación y unas oportunidades existenciales a años luz de las de cualquier país teocrático) revela esa manía por guiar a las ovejas por los que se consideran sus pastores. Una guía al matadero. Por el contrario, la sátira, a través del cortocircuito catártico de la risa, ejerce una función liberadora de los dogmas y clichés que encadenan a la superstición y su consecuencia práctica: la violencia.

La Crítica de la Razón Cómica que encarna Charlie Hebdo, por tanto, no hace sino parafrasear el lema kantiano de ¿Qué es la Ilustración?: además de "atrévete a pensar", ¡atrévete a reír!

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