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Amando de Miguel

Animalismo integral

Hay que ser un animal para sentirse orgulloso de una etiqueta ideológica como 'animalista'.

Hay que ser un animal para sentirse orgulloso de una etiqueta ideológica como animalista, equivalente a la defensa de los animales. Es la última expresión de la progresía. La confusión procede de la redundante expresión derechos humanos. Era de esperar que la analogía de los derechos individuales se aplicara a los animales. Especialmente, las mal llamadas mascotas viven en nuestros hogares como parte de la familia. Deberían tener derecho a la seguridad social, a su documento nacional de identidad.

Puestos a defender los presuntos derechos de los animales, no veo por qué haya que pararse en los mamíferos (toros, perros, gatos, etc.). Ni siquiera habría que detenerse en los vertebrados. Todo el género animal ha ser de ser protegido, pues tiene vida. No solo hay que condenar la lidia de los toros, sino la caza del zorro y de otras especies de animales en libertad. Pero también hay que abolir las carreras hípicas, la utilización de los ratones para los laboratorios científicos, la pesca. Sigamos siendo coherentes. Hay que erradicar la matanza del cerdo, el pulpo cocido o los mejillones al vapor. La tierra no tendría que ser cultivada, pues en esa roturación pueden sufrir las lombrices. Los insecticidas deben considerarse como un genocidio. ¿No es triste que hayan desparecido las moscas en nuestra vida cotidiana? No me vale la excepción de algunas de esas prácticas cuando sirven para que coma la humanidad. O nos sacrificamos todos o el animalismo se queda en una suerte de hipocresía. Animalistas, sí, pero integrales.

El principio general es que hay que defender la vida toda, ahora que sabemos lo rara que es en el universo circundante. El hombre no tiene derecho a hacer sufrir a los otros seres vivos, no solo a sus congéneres. Pero entonces, ¿qué pasa con los vegetales? También son seres vivos. Así pues, nada de talar árboles, ni siquiera podarlos. ¿Qué es eso de cortar el césped? Y no digamos el empleo de los herbicidas por los agricultores. También sufren las patatas cuando se asan o los granos de café cuando se tuestan. ¿Y qué me dicen de la tortura de las uvas o de las aceitunas cuando gimen bajo las prensas? Todas esas operaciones han de ser proscritas. En todo caso, para alimentarse, el hombre solo debe comer vegetales o animales crudos. Siempre se puede apelar a la posibilidad de fabricar proteínas o vitaminas sintéticas. No hay que hacer sufrir a ningún ser vivo. Los animalistas se quedan cortos. Hay que ser más radicales, verdaderamente vitalistas. Bien es verdad que, para ser del todo coherentes, habría que prohibir el aborto intencionado de fetos humanos.

La historia no termina aquí. La mayor parte de los seres vivos son minúsculos, incluso invisibles para el ojo humano: microbios, bacterias, bacilos, protozoos, amebas, virus, etc. Cuidado con eliminarlos; también sufren los pobrecitos. Nada de antibióticos, por ejemplo. Debemos convivir con la microbioesfera. Los hombres solo somos una pequeñísima minoría de los seres vivos; no tenemos derecho a hacer sufrir a nuestros compañeros del arca de Noé.

Lo anterior está escrito con ironía y hasta con sarcasmo. Lo digo para que no se me cite fuera de contexto, como suelen hacer algunos animales racionales.

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