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Rosa Belmonte

Y tocar ‘La Marsellesa’

A Morante de la Puebla se le ha ocurrido vestirse de Dalí. Lo que ha provocado en el ayuntamiento de Barcelona merecería una actuación de Le Petoman.

A Morante de la Puebla se le ha ocurrido vestirse de Dalí. Lo que ha provocado en el ayuntamiento de Barcelona merecería una actuación de Le Petoman.
Morante de la Puebla | Toros Zaragoza/Teseo Comunicación

Jordi Pujol y Salvador Dalí se vieron por primera vez en mayo de 1981 en el hotel Meurice de París. Lo contó Robert Descharnes, secretario del de Figueras. El poco honorable, que hacía la pelota buscando el legado para Cataluña, miraba una de sus pinturas cuando Dalí lo obsequió con una ruidosa ventosidad. La explicación estaba en que el nombre del político le recordaba a Joseph Pujol, Le Petoman, un artista que daba recitales en el Moulin Rouge con su instrumento anal. Tocaba hasta La Marsellesa. Dalí, contrario al nacionalismo pero identificable con su barretina, no cae muy bien en el establishment catalán. Entre otras cosas (fascinación por Franco o Hitler incluida), declaró "heredero universal y libre de todos sus bienes" al Estado español, a tenor de su último testamento de septiembre de 1982. La Generalitat había pagado el entierro. En el de 1980 dejaba sus bienes al Estado y a la Generalitat a partes iguales. De todas maneras, Jorge Semprún dijo que habría reparto, que Cataluña tenía también derecho a una parte. Y bien que la disfruta.

A Morante de la Puebla se le ha ocurrido vestirse de Dalí para esas fotos que anuncian la Feria del Pilar de Zaragoza. Se iba a poner una gran lona con la imagen en un edificio de Barcelona del paseo Colón a cambio de 50.000 euros (y 12.000 al Ayuntamiento por tasas). Pero resulta que en 2004 el Ayuntamiento aprobó una declaración en la que se manifestaba contrario a las corridas de toros y favorable a los derechos de los animales. Si Chus Lampreave era ‘testiga’ y no podía mentir en Mujeres al borde de un ataque de nervios, Barcelona es antitaurina y no puede anunciar toros en Zaragoza. Y aunque la ciudad no se ha declarado antidaliniana, sólo les faltaba un torero imitando a Dalí.

Pero vayamos a Zaragoza, que bodoques hay en todos sitios. Y allí, además, cabezudos. Serafina era una cigarrera del Tubo. Un personaje del barrio que, como Lilian Gish en La noche del cazador, cuidaba de niños que no eran suyos. Su popularidad le consiguió un cabezudo que llevaba un cigarro en la boca, como el original. Algunos grupos antitabaco han protestado y el alcalde, Pedro Santiesteve, de Zaragoza en Común, le ha quitado el pitillo, no vaya a ser un mal ejemplo para los niños. Y pretende dejarla con la boca entreabierta y la mano junto a la comisura haciendo la mamarracha. Es verdad que estas cosas no nos sorprenden porque hace años que las llevamos viendo en otros sitios. En Francia, a Monsieur Hulot, el personaje creado por Jacques Tati, le quitaron la pipa y le pusieron un molinillo de viento. La Filmoteca Francesa había elegido un fotograma de Mi tío (1958) donde Monsieur Hulot fumaba su pipa (siempre apagada). Pero la sociedad que gestionaba el metro y los autobuses de París, aplicando la ley Evin, que prohibía "toda propaganda o publicidad del tabaco", se negó a poner el anuncio tal y como estaba, transformando la pipa en un molinillo. Costa-Gavras, que era el presidente de la Filmoteca se puso hecho una furia. El absurdo de modificar imágenes históricas porque incumplían leyes actuales (lo de Morante por lo menos no es así). Pero ya había pasado lo mismo con André Malraux y Sartre. A ambos, como a Serafina, se les eliminó el cigarrillo. A Malraux para un sello. A Sartre se le quitó de los dedos para un cartel de una exposición en la Biblioteca Nacional.

A veces me gustaría tener las habilidades de Le Petoman para comentar tantas tonterías con el instrumento que merecen.

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