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Daniel Rodríguez Herrera

La pseudociencia de Mario Bunge

El látigo de las pseudociencias exhibe una ignorancia pasmosa de la obra de Pinker.

El látigo de las pseudociencias exhibe una ignorancia pasmosa de la obra de Pinker.
Portada del libro | Editorial Laetoli

Una obra tan extensa como la que ha amasado a sus 96 años el físico y filósofo argentino Mario Bunge no puede reducirse a su exitosa cruzada contra las pseudociencias. Sin embargo, no cabe duda de que ese esfuerzo –que con tanta frecuencia ha dado en el blanco– ha sido el que le ha dado mayor fama, aunque siempre se haya visto empañado por su expansiva concepción de considerar como pseudociencia un buen montón de cosas contra las que su principal argumento es, en el fondo, que no está de acuerdo con ellas, con frecuencia por motivos ideológicos.

Es lo que revela el adelanto publicado por El País de su libro Materia y mente, en el que carga contra Steve Pinker por intentar dotar con el manto científico –para Bunge pseudocientífico– de la psicología evolucionista la filosofía política y económica de Thatcher, Reagan, Hayek y demás sospechosos habituales, con una crítica tan sumamente superficial que sólo puede provenir de quien o no se ha leído a Pinker o no lo ha entendido lo más mínimo. Para que se hagan una idea, Bunge critica la idea del psicólogo de "la universalidad de la violencia en todas las sociedades humanas" contraponiéndola con el hecho de que la tasa de homicidios ha disminuido en todas las sociedades civilizadas durante el pasado siglo. Pues bien, Pinker ha dedicado un libro entero de más de mil páginas a documentar y explicar justamente ese fenómeno de la violencia decreciente, al que califica como "quizá el desarrollo más significativo y menos apreciado en la historia de nuestra especie".

Portada del libro

¿Es contradictorio considerar que la violencia es universal y al mismo tiempo documentar su declive? En apariencia sí, y es en esa apariencia donde que se queda el análisis, por llamarlo de alguna forma, de Bunge. Porque el argentino no pierde ni un segundo en desbrozar la tesis principal de lo que Pinker llama "visión trágica" y Sowell, el autor en que se basa, "visión restringida": que la naturaleza humana es la que es, y la forma más provechosa de lidiar con ella no es intentar cambiarla, sino desarrollar instituciones sociales, económicas y políticas que procuren desincentivar lo malo e incentivar lo bueno. Así, en Los ángeles que llevamos dentro, Pinker concluye que la violencia se ha reducido gracias al monopolio de la violencia que ostentan los Estados modernos, la expansión del comercio, la feminización de las sociedades, el cosmopolitismo y la mayor aplicación del raciocinio a los asuntos humanos.

Mario Bunge deja clara esa misma ignorancia sobre las tesis reales de Pinker en el resto de sus críticas. Naturalmente, tanto el concepto de visión trágica como la aplicación a la historia de la violencia son discutibles, pero el afán del filósofo por despreciarlos como pseudociencia nos revela mucho más sobre él que sobre la psicología evolucionista o la teoría de las visiones. Porque una de las características esenciales de la visión utópica, propia de los aspirantes a ingeniero social, es el blindaje frente a los hechos y las teorías ajenas. Así, en las siguientes líneas de Bunge le vemos despreciar el liberalismo como resultado de tres doctrinas que, asegura, se aceptan sin examen, quizá porque él no ha dedicado ni un segundo a las discusiones reales sobre ellas y, por tanto, las caricaturiza de forma lamentable. Su desprecio a las teorías ajenas le lleva a la barbaridad de calificar como laissez faire la política de unos Estados en los que cerca de la mitad de la economía está gestionada por el sector público o a afirmar, naturalmente sin aportar prueba alguna, que "el comercio libre favorece a los fuertes mientras que frena el desarrollo de los débiles", como si fuera una verdad evidente por sí misma.

Pero, claro, la pseudociencia son los otros.

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