Tenía una vida convencional: su trabajo estable, su casa, su perro. Y "sentía que la vivía otra persona". Así cuenta Fabián C. Barrio cómo empezó a plantearse dar la vuelta al mundo, que es lo que le pedía el cuerpo. Tardó ocho años en dar el paso, nada fácil, de dejarlo todo (¡todo!) para perseguir su sueño. Ni trabajo estable, ni casa, ni perro. Lo que comenzó con una idea, y empapelando su casa con mapas, terminó en un viaje. Salí a dar una vuelta fue la primera de sus obras, en la que contaba su aventura de dar una vuelta... al mundo. En una moto, sin mucha pericia (porque se acababa de sacar el carnet) pero con las ganas de sosegar una inquietud.
Y no le fue mal, o no mal del todo, porque vivió algunos momentos incómodos. Antes de marchar, contaba a sus compañeros que iba preparado para lo que viniera, incluso lo más inesperado: si las cosas se torcían, guardaba un fajo de 100 billetes de un dólar para lanzar por los aires, y que el barullo del dinero le facilitara la escapatoria.
Así es Fabián C. Barrio. La "C" es de Constantino, como su abuelo. Y constante salió el chaval, que no ha parado de viajar desde 2011. Ahora presenta Morador del asfalto, su segunda aventura. 
Dos nuevos destinos con fines solidarios: de Madrid a Nepal viajó con el fin de denunciar cómo algunos niños son esclavizados en los circos. Gracias a varias grabaciones con cámara oculta, logró que la ONG británica The Esther Benjamin Trust rescatara a algunos de esos niños.
Y de California a Argentina emprendió un nuevo proyecto: La Ruta Mainumbí (con el patrocinio de Mutua Madrileña). Así, llevó el cine a los rincones más remotos -e inaccesibles- de América Latina y, de paso, donó sus motos a las ONG CESAL y Energía Sin Fronteras.
Los países más inhóspitos
Contrariamente a lo que se imaginan, Fabián C. Barrio dice que no ha pasado miedo, y critica -en cierta medida- a los medios de comunicación: "Son expertos en alertar de peligros, yo encontré un mundo más hospitalario y dócil de lo que se espera". Aunque sin quitarle importancia a los riesgos en zona de conflicto, recalca que sus habitantes intentan seguir el día a día, con la mayor normalidad posible.
Los pueblos de raíces islámicas, al vivir en zonas desérticas, tienen tradición migratoria, y precisamente eso hace que ayuden y brinden su hospitalidad al viajero. Por ejemplo, en Sudán, Pakistán, Turquía y parte de Irán… siempre encontrarás alojamiento y comida. Son conscientes de que la imagen que transmiten es mala, y por eso intentan combatirla: el trato tú a tú es excelente. Lo máximo que puede ocurrir es que sus gentes no te contesten por miedo a represalias en zonas islámicas. (Fabián C. Barrio)
Diferencias interculturales, comprensibles en este contexto. Como el adusto lenguaje no verbal de los ucranianos. Y -en general- concluye que en los territorios de la extinta URSS es complicado comunicarse con otras personas por la sensación de aridez.
Este es un libro para los amantes de la moto, de las aventuras, y para todo aquel que quiera conocer una vida tan curiosa como real. Siempre en moto y en solitario, así se enfrenta Fabián a las inclemencias, del tiempo y de la vida. De cada uno de esos países se ha traído una pulsera, que ya le cubren medio antebrazo. Y más ganas de seguir viajando, porque irremediablemente se ha convertido en un Morador del asfalto.
Fabián C. Barrio: Morador del asfalto, Editorial 2T Moto, 16 euros. ISBN: 978-84-60826309
Aquí encuentran la entrevista que le realizó Mario Noya en el programa LD Libros.