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Eduardo Goligorsky

No con nuestro dinero

¿Una derrota de la censura? No seamos ingenuos. La censura continúa vigente con implacable rigor.

¿Una derrota de la censura? No seamos ingenuos. La censura continúa vigente con implacable rigor.

Éramos pocos y parió el Macba. El Museu d'Art Contemporani de Barcelona anunció la apertura de la exposición La bèstia i el sobirà, que incluía una controvertida escultura de la artista austriaca Ines Doujak. Explica La Vanguardia (19/3):

La escultura objeto de la polémica, Haute Couture 04 Transporte, que ya había sido exhibida en la pasada Bienal de Sâo Paulo, presenta la figura de un hombre de rodillas, que practica sexo con una mujer de rasgos indígenas, que a su vez es sodomizada por un [perro] pastor alemán. La propia Doujak ha identificado a los protagonistas de su pieza como el rey don Juan Carlos y la feminista boliviana Domitila Barrios de Chúngara. El anterior monarca vomita flores sobre una alfombra de cascos nazis.

La fotografía del engendro que acompaña la información muestra que es la mujer quien practica sexo con el hombre arrodillado, sodomizándolo tal vez mediante un falo artificial.

Censura implacable

El día fijado para la inauguración de la muestra el director del museo decidió cancelarla con el apoyo de la Fundació Macba. Y ahí ardió Troya. La palabra censura atronó el espacio cibernético y se repitió en las plazas. Según el mismo diario (21/3), el clamor contra la medida fue unánime:

Artistas, críticos, comisarios, galeristas, gestores culturales, espacios de producción, el Consell Nacional de la Cultura i de les Arts (CoNCA)… y ayer también los propios trabajadores del museo.

Hasta que, finalmente, el director del museo dio marcha atrás y abrió la exposición. ¿Una derrota de la censura? No seamos ingenuos. La censura continúa vigente con implacable rigor sin que el Conca y los fingidos libertarios se atrevan a decir ni mu. En muchos casos son sus cómplices o incluso sus promotores:

Censura en las escuelas, donde se margina la lengua castellana aunque ello implique desobedecer las leyes y las sentencias judiciales.

Censura en TV3 y en toda la cadena de prensa oficial y subvencionada, donde, imitando el modelo chavista, se silencian las voces opositoras y también los programas de ficción y las noticias meteorológicas que integran a los catalanes en la realidad de un país llamado España, que es el suyo.

Censura combinada con la tergiversación del relato histórico para acomodarlo a una pedagogía del odio fundada sobre la mitología cainita.

Quienes ocultan, sustentan o urden esta política censora carecen de autoridad moral para denunciar los presuntos desafueros de quienes en realidad son sus víctimas. Pero los ciudadanos comprometidos con la defensa de la sociedad abierta sí tenemos la obligación de preguntarnos si la voluntad frustrada de cancelar la exposición del Macba se puede catalogar como un atentado contra la libertad artística y de expresión.

Prejuicios puritanos

Vayamos por partes. Mi ideología evolucionó desde el izquierdismo crítico hasta el liberalismo igualmente crítico, como recordé en "La forja de un liberal" (La Ilustración Liberal, nº 52). Sin embargo, hubo una faceta de mi pensamiento que se mantuvo inalterada en medio de ese cambio: mi aversión total a la censura. Puse a prueba esta aversión a lo largo de mi larga carrera en el mundo editorial, cuando me tocó dirigir algunas colecciones de novelas eróticas y pornográficas. Fue una experiencia afín a la que abordó Jorge Vilches en su revelador artículo "Unidos por la pornografía" (LD, 3/2), en el que reseñaba el libro de la profesora Maite Zubiaurre Culturas del erotismo en España, 1898-1939 (Cátedra, 2014) y despejaba los prejuicios puritanos contra este género.

Al seleccionar las obras que se publicarían sólo apelaba a mis gustos y a mi sensibilidad. No necesitaba consultar el Código Penal para descartar todo lo relacionado con la pedofilia. Sencillamente la rechazaba porque ofendía mis sentimientos humanos, y otro tanto sucedía con el sadomasoquismo duro, la necrofilia y la coprofagia, temas estos que figuran en muchos catálogos especializados. ¿Ejercía yo también la censura al vetar estas excentricidades? Precisamente un conocido pseudosexólogo me acusó de ceder a mis instintos censores cuando me negué a editar un manual en el que él atribuía virtudes terapéuticas a la pedofilia. Dejarse intimidar por ese tipo de extorsiones es un síntoma de la falta de solidez de los principios que han guiado inicialmente nuestros actos. Y esto es lo que ha ocurrido con la reapertura de la exposición del Macba donde la escultura en papel maché de Ines Doujak se ha convertido en el foco de atracción.

Rayano en la blasfemia

¿Qué es lo que escandaliza en la escultura? No es, por cierto, su obvia naturaleza pornográfica. Grupos semejantes a este pueblan el espacio digital y las estanterías de los sex-shops. El bestialismo es inseparable de nuestros orígenes mitológicos: Júpiter, metamorfoseado en toro, raptó a Europa, hija de Fénix y de Agenor, rey de Fenicia, copuló con ella y de la unión nacieron Minos, Radamantis y Sarpedón. La leyenda fue inmortalizada por Tiziano, Veronese, Carracci, Jordaens, Boucher y muchos otros artistas. La literatura clásica tampoco eludió el tema. Apuleyo escribió en el siglo II d. C. Las metamorfosis o El asno de oro, que relata minuciosamente las fornicaciones de la bestia con una dama de Corinto. Y Voltaire, rayano en la blasfemia, narró en La doncella de Orleans los amores de Juana de Arco con el borrico que la transportaba.

Hasta llegar a las 89 acuarelas reunidas en el volumen Los Borbones en pelota (Compañía Literaria, Madrid, 1996) y firmadas con el seudónimo Sem, que según los estudios eruditos de Robert Pageard, Lee Fontanell y María Dolores Cabra Loredo fueron pintadas por Valeriano Bécquer con acotaciones satíricas de su hermano, el poeta Gustavo Adolfo Bécquer. Las acuarelas, descarnadamente obscenas, tienen por protagonista central a la reina Isabel II, entreverada con su amante favorito, Carlos Marfori y Callejas; su confesor hoy canonizado, Antonio María Claret; la milagrera sor Patrocinio, apodada la Monja de las Llagas, y otros personajes de la Corte, con el rey consorte Francisco de Asís siempre adornado con una monumental cornamenta. Fiel a la tradición de Apuleyo y Voltaire, Valeriano Bécquer pintó a la reina montada por un asno, con la acotación de su hermano poeta: "Por probar de todo… de tirarse un pollino encontró el modo".

Campaña nihilista

Si la escultura de Ines Doujak fuera exhibida en una galería de arte particular o en un sex-shop y las autoridades ordenaran secuestrarla porque ofende el pudor o incurre en un delito de desacato sería explicable que los observadores liberales objetáramos la medida y la denunciáramos como un atentado contra la libertad de expresión, sin dejar de descalificar al mismo tiempo la obra por su mal gusto y su impacto destructivo. Pero sucede que son esas mismas autoridades las que resuelven exhibirla en un local público, sufragado con los impuestos de todos los ciudadanos, y son estos los que tienen el derecho y el deber de decir:

No con nuestro dinero.

Con nuestro dinero ya se financian torticeramente las campañas de propaganda y adoctrinamiento sectarias, se organizan exhibiciones de escombros amañados para estimular el odio cainita y se elevan a la categoría de arte muy bien cotizado por motivos políticos los mamarrachos de Antoni Tàpies. Lo que faltaba era que nos conviertan inescrupulosamente en paganos de la campaña nihilista encaminada a podrir el entramado de nuestra sociedad abierta, precisamente cuando esta es embestida desde adentro y desde afuera para hacerla saltar por los aires y convertirla en un remedo de la Ínsula Barataria, de Venezuela o de Al Ándalus.

Toda esta mistificación es tan absurda y agraviante como lo sería que quienes defendemos la libre circulación de las caricaturas de Mahoma y de cualesquiera otros materiales blasfemos pretendiéramos que dichas obras se publiquen en el Boletín Oficial del Estado y se exhiban en el Museo del Prado, ofendiendo a los creyentes que sostienen al uno y al otro con sus impuestos.

Cruzado antiespañol

Y hablando de censura… Todavía resuenan los ecos del escándalo que armaron los plumillas del somatén mediático cuando el Ministerio de Asuntos Exteriores y el Instituto Cervantes se negaron a participar en la promoción comercial de la novela del

virulento cruzado antiespañol Albert Sánchez Piñol. Luego, en ese mismo somatén, dicho cruzado volcó un cubo de mierda sobre el Ejército español y España toda (LV, 15/2), tal como denuncié en mi artículo "Las letrinas ancestrales" (LD, 27/2). Pues bien, convencido de su omnipotencia, el cruzado llenó otro cubo para pringar a un colaborador del somatén más valorado que él –"Zarzalejos, lejos, lejos"– y ¡oh, sorpresa! se lo rechazaron y lo despidieron con la proverbial patada en el lugar de su anatomía que, para no emplear más palabras malsonantes, identificaré como el centro de gestación de sus retrógradas fantasías políticas. Así funciona la censura entre censores.

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