Hace hoy cincuenta años, Charles Édouard Jeanneret-Gris (1887-1965), más conocido como Le Corbusier, fue hallado por unos pescadores ahogado en el mar de Roquebrune-Cap-Martin, en la Costa Azul, frente a su adorada cabaña, un habitáculo de doce metros cuadrados que describía como "un castillo rebosante de comodidad".
Le Corbusier fue despedido en un funeral celebrado en el Museo de Louvre y enterrado junto a su mujer Yvonne. Tenía 77 años y se acababa así la vida de uno de los arquitectos más influyentes del siglo XX.
Arquitecto, urbanista, pintor, escultor, pensador, teórico de la modernidad, el suizo dejó honda huella en siglo pasado, cambiando "la forma de vivir", siendo alabado y criticado por parte iguales.
Le Corbusier fue considerado un humanista y desde su estudio de París forjó su legado. Defendía la funcionalidad y la pureza. Pasó por muchas etapas en su carrera: comenzó siendo un urbanista en los años 30 para dar paso al purismo con formas geométricas simples y las líneas claras; hasta jugar en los 50 con las texturas y las formas.
Quizás sus diseños más conocidos sean los rascacielos que definía como "unité d'habitation" o "machine à habiter" y que inició en Marsella. Las necesidades de vivienda tras la II Guerra Mundial, le llevó a buscar solución para la gente que había sido desplazada por los bombardeos en Francia Así surgió el Cité Radieuse o Ciudad radiante y la llamada arquitectura brutalista. Pensaba que sería la ciudad del futuro.
Precursor del 2CV de Citroën
Pero Le Corbusier además era un gran admirador de la ingeniería y de la técnica, según nos desvela Paloma Sobrini, arquitecto y exdecana del Colegio de arquitectos de la Comunidad de Madrid. "Él comentaba que si el problema de la vivienda se estudiara como si fuera un automóvil, podríamos mejorar nuestra casas, investigando en materiales, etc. Era un amigo de André Citroën, dueño de la casa Citroën, y comenzó a investigar en la forma de un coche. En colaboración con el ingeniero Pierre Jeanneret diseñó el Voiture Maximum, el precursor del famoso 2CV de Citroën", desvela Sobrini, directora General de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid.
"Esto apoya la tesis de que un buen arquitecto va mas allá de construir, sino que tiene en la mente la creatividad para dar soluciones a problemas", añade.
Creó un garabato en forma de hombre que siempre dibujaba en sus planos para constatar que el conjunto respondía a proporciones humanas, el Modulor, aplicable al diseño funcional y estético en arquitectura. Introdujo la proporción áurea en muchos proyectos, como, por ejemplo en la Capilla de Notre Dame du Haut.
"Si tuviera que destacar una de sus obras sería esta capilla. En un espacio tan pequeño como éste, humilde, lejos de ser una gran catedral, la llena de magia. Es una capilla muy delicada en mitad del campo y Le Corbusier consiguió darle la categoría de grandiosa", asegura Sobrini.
El arquitecto suizo fue aplaudido y abucheado. André Malraux, uno de los personajes más representativos de la cultura francesa del segundo tercio del siglo XX, le describió como "el más revolucionario por ser el más insultado". "Cualquier arquitecto que haya llegado a ser algo, que haya investigado y roto moldes, siendo valiente, es polémico. Si no es polémico es aburrido. La arquitectura provoca. Lo realmente bueno y que perdura tiene que impactar", confirma Sobrini.
Relación con los fascismos
Coincidiendo con esta efeméride, se han publicado varios libros que buscan descubrir su lado oculto y su relación con movimientos fascistas: Un Corbusier, del arquitecto François Chaslin, Le Corbusier, un fascisme français, del periodista Xavier de Jarcy; y Le Corbusier. Une froide vision du monde, de Marc Perelma.
Se basan en la admiración que sentía por Hitler y las estrechas relaciones que mantuvo con el régimen de Vichy durante la Francia ocupada.