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Caravaggio, obras de luz y vida de sombras

El Museo Thyssen dedica una exposición al artista lombardo y a su influencia en los pintores del norte que puede visitarse hasta el 18 de septiembre.

Hablar de Caravaggio es hablar de claroscuro. Es el rasgo más significativo de su obra –o el que más trascendencia ha tenido–, pero, también, es el aspecto que mejor describe su vida. Pintor de éxito y persona de escándalos, capaz de codearse con lo más granado de la alta clase romana en grandes palacios y tertuliar con los de dudosa reputación en prostíbulos y tabernas de mala fama. La primera mención sobre el pintor lombardo data de 1604, cuando el escritor y artista Karel van Mander hizo referencia en uno de sus libros a su personalidad "propensa a la riña y a la discusión" y a sus "amigos equivocados". Michelangelo Merisi Caravaggio (Milan, 1571 - Porto Ercole, 1610) es el primer artista moderno en todos los sentidos.

Caravaggio tuvo una vida desordenada y reputación de busca líos. Superó los límites en 1606 cuando, en un enfrentamiento, acabó con la vida de su rival, el pintor Ranuccio Tomassoni. Tuvo que huir de la capital italiana, ciudad que entre 1600 y 1630, daba cobijo a más de dos mil artistas –una tercera parte extranjeros– que convirtieron a la Ciudad Eterna en un crisol artístico.

Como artista, Caravaggio fue tachado por sus detractores de poco imaginativo y argumentaban para ello que su pintura basada en el principio de dal naturale no era más que el reflejo de su incapacidad para inventar. Decían que no sabía explicar las pasiones y que siempre utilizaba como modelos a las gitanas y prostitutas que frecuentaba. Quizás, simplemente, éstos no entendieron su extraordinaria modernidad y su grandeza para utilizar los efectos del claroscuro, su particular composición o la revolución que introdujo en los códigos habituales de representación.

De Roma a Nápoles

El Museo Thyssen-Bornemisza presenta "Caravaggio y los pintores del norte", una exposición sobre la figura del lombardo y su influencia entre los pintores del norte de Europa que, fascinados por su pintura, difundieron su estilo. La muestra reúne un conjunto de 53 obras –12 de ellas de Caravaggio, que abarcan el curso de su carrera desde el periodo romano hasta las emotivas pinturas oscuras de sus últimos años–. Tres de ellas nunca han sido vistas en España: El sacrificio de Isaac (1603), San Juan Bautista en el desierto (1602) y Muchacho pelando fruta (1593-1595). Conseguir estos préstamos ha supuesto, según Gert Jan van der Sman, comisario de la muestra y miembro del Istituto Univesitario Olandese di Storia dell´Arte de Florencia, "una batalla y finalmente una victoria". Han sido más de tres años de negociaciones con instituciones tan importantes como Galería de los Uffizi, Museo del Prado, Museos Capitolinos, Rijksmuseum o Museo del Ermitage.

"Las obras expuestas tratan temas universales como el amor –que puede ser dulce o amargo–, la suerte, la penitencia o la muerte", destacó el comisario. "Caravaggio era muy versátil y su influencia no puede reducirse a un solo aspecto. Se ve en el uso del color siguiendo la naturaleza, en el esquema de composición, en la representación de personas de la calle y por supuesto, en el claroscuro y el naturalismo dramatizado", concretó Gert Jan van der Sman. Por ello, junto a las obras de Caravaggio, se exhibe una selección de trabajos de sus más destacados seguidores en Holanda –Dirk van Baburen, Gerrit van Honthorst o Hendrick Ter Brugghen–, Flandes –Nicolas Régnier o Louis Finson– y Francia –Simon Vouet, Claude Vignon o Valentin de Boulogne–.

Itinerario didáctico

"Caravaggio y los pintores del norte" traslada al visitante a la época de Michelangelo Merisi y a las décadas que siguieron a su muerte, cuando su fama aún estaba en su punto más alto, un periodo especialmente rico en hitos pictóricos. Se abre con dos salas dedicadas a la producción del pintor en Roma, continúa con los cuadros de los artistas del otro lado de los Alpes que contemplaron la obra de Caravaggio y termina con las pinturas de Merisi y sus seguidores extranjeros en Nápoles y el sur de Italia. Durante sus primeros años en Roma, Caravaggio realizó cuadros modestos y poco pretenciosos para marchantes por importes modestos. Pronto, el cardenal Francesco Maria del Monte se convirtió en su primer benefactor y le ofreció alojamiento en el Palazzo Madama, donde pinta Los músicos (1595-1596) y Santa Catalina de Alejandría (1598-1599). "Es muy importante ver estas dos obras juntas porque se ve el cambio de Caravaggio en solo dos años, tenía un don para reinventarse constantemente, cambió su pincelada".

"En Nápoles, los colores se vuelven más profundos y las obras tratan temas emocionales muy distintos. Son obras de mucho impacto y muy poderosas", explica el comisario. La exposición se cierra con El martirio de Santa Úrsula (1610), datada el mismo año de su muerte y considerada su última obra.

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