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Pedro de Tena

La Malmuerta o la perfecta idiotez de la izquierda cordobesa

En realidad, la leyenda se refiere a la inocencia de la infortunada Beatriz y de su supuesto amante y al castigo que recibió el infame celoso.

En realidad, la leyenda se refiere a la inocencia de la infortunada Beatriz y de su supuesto amante y al castigo que recibió el infame celoso.
Detalle del cuadro retirado por Izquierda Unida | Diputación de Córdoba

Conocen la noticia. La izquierda cordobesa, en este caso, Izquierda Unida propiamente dicha, que vicepreside la Diputación que gobierna el PSOE ha decidido cambiar de sitio, a peor sitio, un cuadro que se refiere a la leyenda de una de las torres albarranas mejor conservadas de Córdoba, la torre de la Malmuerta o torre Malmuerta, según sean los usos populares.

Se trata del cuadro del pintor sevillano José María Rodríguez Losada que representó en 1872 el crimen pasional legendario de Fernando Alfonso de Córdoba, caballero Veinticuatro de la ciudad de la Mezquita, que asesinó a su esposa, Beatriz de Hinestrosa, y a sus propios primos, los comendadores Jorge y Fernando de Córdoba y Solier, por creer que el primero había seducido a su esposa y el segundo a una sobrina. Ocurrió en la primera mitad del siglo XV, seguramente en 1448, hace casi 600 años.

En el cuadro, ahora "exiliado" desde el salón de Plenos de la Diputación, donde ha estado tradicionalmente, a una pared de escalera, puede verse al asesino con cara de loco, pertrechado con una espada en la mano derecha y un puñal en la izquierda, contemplando los cuerpos acuchillados de quienes suponía eran una infiel esposa y un desvergonzado primo. Camilo José Cela, que paso por allí en su Viaje a Andalucía, no desaprovechó la ocasión para escribir que el asesino fue "un caballero que se creyó cornudo sin serlo y que trató a su mujer como si lo fuere. Y bravo."

El motivo del "exilio" del cuadro, decretado por el gobierno de coalición de las izquierdas, con el PSOE a la cabeza, ha sido que el salón de Plenos no era el mejor lugar para exhibir una pintura que retrataba un "crimen machista", por lo que los encargados del Patrimonio de la institución obedecieron y trasladaron el cuadro a una escalera del edificio.

En realidad, la leyenda se refiere a la inocencia de la infortunada Beatriz y de su supuesto amante y al castigo que recibió el infame celoso, que no fue otro que el de costear la construcción de la torre de la Malmuerta, llamada así por consideración a la canallada cometida por un marido sobre una esposa que nunca debió haber muerto. De ahí lo de malmuerta.

En otras versiones, la infeliz se llama Clara de Herrera, una bella joven cordobesa y su matador, un ya metido en años caballero del linaje de los Gómez de Figueroa. Nadie sabe cómo logró conquistar a la pretendida a pesar de la diferencia de edad. Precisamente ese factor fue el que con el tiempo le hizo enloquecer de celos, obsesionado con la juventud de tantos caballeros y tras ingerir alguna pócima alucinatoria, asesinar a la desgraciada.

En el libro Leyendas y Tradiciones, Toledo, Córdoba y Granada, de Francisco Valverde y Perales, editado en 1900, la leyenda se versificó:

Reinaba el tercer Enrique
en Castilla, y por su Alteza
la noble ciudad regía
un Conde de edad provecta

cuyo escudo, no heredado
con tenantes y cimeras
de su dueño pregonaba
el valor y las proezas.
Jugó al veterano Conde
el ciego amor mala treta
y locamente prendado
de Doña Clara de Herrera,
joven que si cumplió quince
los veinte mayos no cuenta
casó con ella , olvidando
aquel adagio que enseña
que unión de viejo y de niña
graves peligros encierra."

Hay más versiones, como la que cuenta en su libro Tradiciones de Córdoba Antonio Alcaide y Valladares. En ella, una carta advertía al futuro asesino que "un apuesto doncel visita de noche a vuestra mujer doña Luz con beneplácito de ella; si queréis sorprenderlos, venid una noche á vuestro palacio después de las once: en el cajón de la mesa de la sala encontrareis un puñal que él deja siempre allí escondido para cualquier evento…", una maldad de un Corregidor despechado por la virtud de la esposa de Ruy Gutierre. Diferentes nombres para una misma leyenda.

Resumidamente, la leyenda la contó Enrique Vaca de Alfaro en su Historia de Córdoba: "Esta torre se llama de la Malmuerta, porque un caballero mató á a su mujer sin culpa, arrebatado de celos; el rey, Enrique III, hecha la común prueba, mandó por condenación que a su costa se hiciese esta torre."

Con esta leyenda se relaciona otra, la de los Comendadores de Córdoba, que no eran otros que los dos hermanos, primos del viejo Fernando Alfonso de Córdoba, que en la versión más admitida, ciertamente fue el cornudo de Cela y el asesino de esposa y primos. Un anillo regalado por el Rey al esposo y por este a doña Beatriz, apareció en el dedo del amante, lo que provocó la cólera del Rey, su riña al marido toreado y la venganza final de éste.

Hasta Lope de Vega escribió una comedia, la más cruel de todas ellas al decir de algunos, sobre los comendadores de Córdoba que Menéndez Pelayo incluyó entre sus obras más destacadas. De hecho, parece que Lope fecundó la historia cordobesa del Caballero Veinticuatro de Córdoba para alumbrar otras piezas teatrales.

Pero si creen que el pecado original es de Izquierda Unida u otras izquierdas, están en un error. Ya estaba todo inventado por el PSOE andaluz y su contaminación de la educación. De hecho, hace casi dos años y medio, el 25 de noviembre de 2017, y con motivo del Día para erradicar la violencia hacia las mujeres, aún no de género, se logró que el alumnado de 1º de Bachillerato B de un instituto leyera Los Comendadores de Córdoba.

Decían que era un "drama de honor del siglo XVII" pero luego se insistía en "frases de claro contenido machista que aparecen"…¡en el siglo XVII!. El objetivo fundamental era preguntarse si la obsesión por la honra de la época sigue vigente hoy en los crímenes que se cometen en el ámbito doméstico. Con los trabajos realizados se montó una exposición en la entrada del centro.

Repasemos. Tenemos una leyenda de hace 600 años que no tiene visos de realidad porque, en realidad, la Torre de la Malmuerta fue un proyecto de Enrique III hacia 1404-5, lo que hace imposible que la torre fuera construida por el "machista" Fernando Alfonso de Córdoba o algunos de sus heterónimos porque el crimen, de haberse cometido, tuvo lugar hacia mediados del siglo XV. De hecho, en el texto de la lápida de la torre destacada por el profesor García de Junco se ha confirmado que fue Enrique III quien ordenó su construcción e incluso lo que duró en terminarse, dos años.

Tenemos la Torre de la Malmuerta, un edificio capital de Córdoba, y tenemos un cuadro del siglo XIX de un pintor sevillano, Rodríguez Losada, que refleja la violencia ejercida en un triángulo amoroso, cornudo, esposa y amante, que no refleja toda la realidad del conflicto y no tiene en cuenta toda su complejidad.

El problema es que la izquierda cordobesa no lee mucho. De haber leído a Lope de Vega sabrían que en la obra muere mucha gente. Según los estudiosos, todos menos los matadores, o sea, una matanza. Primero, cae el comendador Jorge, luego el comendador Fernando y la prima de Beatriz, Ana. Muere luego Galindo, criado de los comendadores, incluso sus animales, un papagayo y una mona. Por si fuera poco, no hay un asesino sino dos, porque Rodrigo, el criado del Veinticuatro de Córdoba agraviado, toma parte en la venganza. ¿Crimen machista?

Esperemos que no se les ocurra derribar o trasplantar la Torre de la Malmuerta, conocida también «Torre de la Encantada» y desde el siglo XVIII, como «Torre del Milagro», por haber resistido al terremoto de Lisboa. Seguramente no se han enterado todavía que esta torre fue usada como Monumento a los Caídos antes o inmediatamente después de concluida la Guerra Civil (1936-1939).

Es más, es que pendía de ella una gran cruz de madera o Cruz de los Caídos que había sido colocada para recordar la memoria del fundador de la Falange Española José Antonio Primo de Rivera, fusilado el 20 de noviembre de 1936 en Alicante y exaltar a los héroes, mártires o caídos del autodenominado Alzamiento Nacional, como cuenta Jesús Padilla, que añade que la Torre fue lugar emblemático de la "memoria histórica falangista". Peor mejor no darles ideas.

Decía Ortega que los malos conservadores son los que quieren ocupar el presente con el pasado, hacer que el pasado se enseñoreara de la realidad actual en vez de aportar a la actualidad la riqueza y los valores que debían ser preservados. Pero, ¿qué podemos decir sobre los que ahora pretenden juzgar el pasado y decidir su borrado según convenga a sus intereses políticos actuales?

Es más, ¿cómo puede soportarse estoicamente el sectarismo de quienes pretenden alterar la historia, eliminando de sus páginas a sus adversarios mientras mantiene en ellas a personas que no merecen respeto alguno? Por poner un ejemplo, se abaten los bustos de Pemán, que ni era franquista, en varias dependencias de Jerez y Sevilla, mientras se mantiene la estatua de Largo Caballero, el "Lenin" español, persona bolchevizada que fue uno de los responsables del desencadenamiento de la Guerra Civil en el Paseo de la Castellana de Madrid.

El caso que nos ocupa, el del traslado del cuadro La malmuerta de Rodríguez Losada en la Diputación de Córdoba del Salón de Plenos a una escalera perdida, por considerar Izquierda Unida y todo el gobierno de izquierdas de la Corporación provincial encabezado por el PSOE que su tema exhibe la violencia machista, es la consecuencia de una doble idiotez.

La principal, no comprender que los hechos son siempre verdad los cuente Agamenón o su porquero y que la verdad histórica sufre un impulso irresistible a salir a la luz. La leyenda de un crimen pasional en la Córdoba del siglo XV es una realidad lo que no significa que nadie jamás, ni siquiera el Rey del trance, aprobaran o admitieran la violencia fatal del protagonista. Esa es la leyenda cordobesa que pintó Rodríguez Losada. Aplicar a aquellos hechos y al cuadro criterios ideológico actuales es invadir la historia real con un futuro impostado.

Pero hay otra idiotez, que es la estratégica. Mucho mejor para la causa de los izquierdistas de la Diputación de Córdoba hubiera sido mantener el cuadro en el Salón de Plenos lo que les habría dado oportunidad de repetir una y otra vez hasta la saciedad sus criterios sobre el oleo maldito. Ahora, trasladándolo a una escalera, pierden toda oportunidad de propaganda.

Por último, sólo decir que resulta admirable la reacción de Ciudadanos arremetiendo contra la decisión de la Diputación de arrinconar el cuadro de La malmuerta, que resulta ridícula la razón de las izquierdas de no considerar relevante el incidente –si no lo es, ¿por qué el traslado?—, y que ha habido algunos silencios atronadores. Lo cierto es que La malmuerta ha pasado a ser también, como se ha escrito, La malpuesta.

Como decían Álvaro Vargas Llosa, Carlos Alberto Montaner y Plinio Apuleyo Mendoza en su legendario Manuel del perfecto idiota latinoamericano, la idiotez de la izquierda cordobesa "no es la congénita, esa naturaleza del intelecto, condición del espíritu o estado del ánimo que hechizaba a Flaubert —la bétise de los franceses— y para la cual hemos acuñado en español bellas y misteriosas metáforas, como el anatómico 'tonto del culo', en España y, en el Perú, ese procesionario o navegante 'huevón a la vela'". Esa es la idiotez simpática, que cae bien o causa compasión.

La idiotez de la izquierda cordobesa es "postiza, deliberada y elegida, se adopta conscientemente, por pereza intelectual, modorra ética y oportunismo civil. Ella es ideológica y política, pero, por encima de todo, frívola, pues revela una abdicación de la facultad de pensar por cuenta propia, de cotejar las palabras con los hechos que ellas pretenden describir".

Exactamente, No se me ocurre una forma mejor de describir la idiotez de trasladar un cuadro del siglo XIX cuyo motivo es una leyenda popular cordobesa del siglo XV a la que aplican su beatería izquierdista insuperable sin consideración alguna por la historia, por la cultura popular y por el sentido común. A ver si va a haber quien quiera retirar el cuadro de los fusilamientos del 2 de mayo de Goya porque incitan a la violencia o a la pena muerte.

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