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Juan Manuel González

'Los mercenarios'. Acción macarra, testosterona y reparto mítico

Póster Los mercenarios

Los mercenarios se presenta en la taquilla veraniega dispuesta a explotar la nostalgia por el cine de acción de los ochenta. Stallone dirige, escribe y protagoniza, dispuesto a recordar tiempos mejores. Y lo cierto es que entre explosiones y comentarios chistosos, el film se presenta como trepidante.

Y a ello ayudan los poco más de noventa minutos que dura la función. Los mercenarios puede que esté lejos de ser considerado un buen filme (no lo es, y no lo pretende), pero la agilidad con la que Stallone remata la jugada en su faceta de director y la entrañable colección de barbaridades que ocurren a lo largo de su ajustado metraje tienen la clave de un entretenimiento de verano pasota y nostálgico. Primero lo malo. El guión, coescrito por el propio Stallone, es justito y adolece de todo dramatismo. Es más, está construido como mera excusa para encadenar tronchantes y masculinas frases e hilar escenas de acción que oscilan entre lo artesanal y brillante (todo lo que ocurre en la primera llegada a Sudamérica de Ross y Christmas, que culmina de forma improvisada con la voladura del puerto) y lo confuso (el desabrido desenlace).

Pero ocurre que Stallone aporta la misma violencia grotesca y gore que en la cuarta entrega de Rambo, que él mismo dirigió y protagonizó, y en la que las cabezas, los brazos y extremidades volaban con profusión ante el perplejo espectador. Por mucho que esta vez lo haga potenciando los rasgos de comedia, Los mercenarios quiere tocar las mismas teclas que aquella y que Rocky Balboa, que se saldaron como relativos éxitos de taquilla hace un par de años. Así, el filme parece estar poblado por los mismos héroes caídos, tener la misma visión del mundo pesimista y la épica trasnochada que las películas citadas. Casi, podríamos decir que Stallone acaba de firmar con ésta su particular, apreciable y menor trilogía del abandono, del mismo modo que Spielberg filmó la suya con Inteligencia Artificial, Atrápame si puedes y La terminal.

Pero lo que prima en Los mercenarios es la pura diversión. Escenas como la que transcurre en una iglesia y nos presenta a Schwarzenegger, Bruce Willis y el propio Stallone intercambiándose chascarrillos a la velocidad del rayo (todo un festín para los aficionados del cine de los ochenta) o el impagable monólogo de Mickey Rourke nos dan la clave para entender un entretenimiento voluntariamente pasado de moda y de rosca, tan escueto e inofensivo como ligero. ¿Para cuándo es la secuela?

Los mercenarios se estrena el 13 de agosto.

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