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Juan Manuel González

'Sed de venganza': The Rock te va a saltar los empastes

Póster Sed de Venganza

Mucho cuidado con Sed de venganza. Bajo su capó colisionan nada menos que el espíritu más sudoroso y frenético del último Michael Bay, la alucinada América profunda de David Lynch, la fiebre post-postmoderna de un Tarantino cualquiera pero, sobre todo, el espíritu frenético y desnudo de un thriller setentero facturado en los contestatarios setenta. Quizá es demasiada tela que cortar para el director George Tillman Jr., que de todas formas factura una de las cintas más curiosas y absolutamente simpáticas de la temporada.

En Sed de venganza el simpático cachas Dwayne Johnson da un digno giro a su carrera con un personaje de naturaleza mucho más atroz y oscura de lo que nos tiene acostumbrado. El filme tiene uno de los comienzos más absorbentes de la temporada. El protagonista, apodado simplemente ‘conductor’, sale de prisión pese a un evidente trastorno asesino, y tras echar a correr por el desierto –y re descubrir un precioso vehículo clásico de los setenta- mata a sangre fría a un oficinista con cara de culpable. Es sólo el comienzo de una breve historia que pronto se bifurca en tres –la de un policía drogadicto y un segundo asesino, ambos a la caza del protagonista- que gozan de interés episódico y que derivan en un desenlace demasiado pretencioso y poco espectacular.

Pero hay que reconocer que bajo la apariencia de una vulgar cinta de venganzas protagonizada por Johnson (actor que, no lo voy a ocultar, me cae rematadamente bien) se trata de esconder algo más. Una pena que Tillman Jr. pierda el control del coche pasada la mitad del metraje y abunde demasiado en referencias bíblicas que resultan demasiado obvias. Pero el incoherente cóctel es explosivo, la película desconcierta pero agrada y la recuperación de los estilemas del thriller setentero siempre son bienvenidas.

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