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Juan Manuel González

'Transformers: el lado oscuro de la luna'

Póster Transformers: el Lado Oscuro de la Luna

Escribir un comentario sobre Transformers: el lado oscuro de la luna es una tarea más difícil de lo que parece. Un servidor, de hecho, aún no ha decidido si lo que vio en el momento en el que se apagaron las luces le gustó o no. Porque los primeros cincuenta minutos del evento, basado en la línea de juguetes de Hasbro -y fíjense que no aún no he usado la palabra película- ni siquiera se merecen tal calificativo. Pero lo que su director Michael Bay tiene preparado para la hora y cuarto posterior sencillamente no tiene parangón, y probablemente nunca haya sido visto en una pantalla de cine.

Durante esa primera hora de película Bay, director de las dos entregas previas y paradigma del realizador esteticista odiado por la crítica, no tiene el más mínimo, y repito, el más mínimo interés en que cada escena signifique algo por sí misma o en relación al conjunto. El californiano lleva hasta el paroxismo de la desvergüenza sus obsesiones visuales en una narrativa que ni siquiera llega al calificativo de cliché. Frases que se pisan unas a otras, gags mal hilados, actores sin dirección, patriotismo chusco –en este caso de la NASA y no sólo del Ejército- subrayan la necesidad de un productor fuerte que sepa encarrilar en ciertos aspectos el genio del director de Armageddon, algo que resulta más difícil a cada película que hace. El guión de Ehren Kruger reparte sugerencias argumentales aquí y allá que Bay se limita a tomarlo de a modo de punto de referencia para hacer avanzar una trama sencilla que, sin embargo, resulta tremendamente dificil resumir. Eso sí, el sentido de la diversión del que Bay impregna todo –imposible de separar de cierta concepción de Blockbuster veraniego- brilla en los poco amistosos codazos que el director dedica a Obama e incluso a la ya ausente protagonista Megan Fox, sustituida aquí por la igualmente inoperante Rosie Huntington-Whiteley.

En Transformers 3 que esperar una hora hasta el momento en el que uno de los personajes de la cinta, el Sentinel que interpreta Leonard Nimoy, pone sus cartas sobre la mesa, y con ello descubrimos las de la toda la película. Y cuando eso ocurre Bay ya tiene pisado a fondo el acelerador y demuestra que no tiene igual a la hora de orquestar un espectáculo de acción masivo. Transformers 3 es la cinta más gargantuesca, apoteósica y desquiciante que jamás haya existido. Un tebeo épico disfrazada de película familiar, una película bélica que utiliza motivos de ciencia ficción para catapultar a la audiencia al puro vértigo. El dominio de Bay de todos y cada uno de los elementos del plano sin que la acción resulte caótica es un desafío a la credibilidad y el ojo del espectador.

Una vez que el director se desprende de la necesidad de contar una historia, son innumerables los instantes memorables desde el punto de vista del puro espectáculo. La elegancia con la que Bay visualiza la invasión alienígena en apenas un puñado de planos hiperviolentos; el vuelo de los soldados de Lennox sobre Chicago, que inicia una cadena de acontecimientos que culmina con el derrumbe de un edificio (en lo que es, sencillamente, el cuarto de hora cinematográfico más espectacular del año); la cuenta atrás hasta la voladura de una de las máquinas; o la persecución en la autopista (con ese plano de Shia LaBeouf volando por los aires para ser recogido por Bumblebee) son momentos, a falta de otra palabra, alucinantes. ¿Recomendamos Transformers: el lado oscuro de la luna? Absolutamente sí. ¿Es una película? Hoy no lo tengo claro.

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