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Juan Manuel González

Sesión Sangrienta: los inadaptados que aterrorizaron Hollywood

Pocos géneros han resultado tan rupturistas como el terror, y a la vez, pocos siguen estando tan infravalorados. El crítico del New York Times Jason Zinoman lo sabe y por eso ha escrito Sesión Sangrienta (Ediciones T&B), que se acaba de publicar en España. Se trata del efectista título español de su original, Shock Value, un recorrido sobre cómo un excéntrico grupo de cineastas outsiders acabaron conquistando contra todo pronóstico las oficinas de Hollywood, y de cómo renovaron el género de terror a base de inconformismo y violencia descarnada.

Hablamos de cineastas como Wes Craven, George A. Romero, Roman Polanski, Tobe Hooper, John Carpenter o Brian de Palma, la avanzadilla de una serie de jóvenes y barbudos directores que, lejos de conformarse con el guiño al pasado, preñaron sus películas de inconformismo y otorgaron un cariz político a sus odiseas de descarnada violencia.

Zinoman recrea el sofocante y pobre ambiente de rodaje de La matanza de Texas, la polémica del estreno de La última casa a la izquierda, la influencia de La noche de Halloween y hasta las casualidades que otorgaron a La noche de los muertos vivientes parte de su valor político. Cintas que, convertidas ya en iconos de la industria -pese a ser elaboradas al margen de ella-, son consideradas irrepetibles.

Zinoman sitúa a fractura de estos nuevos cineastas en una entrevista televisiva a Vincent Price y el estreno en 1968 de La Semilla del Diablo. La película de Polanski, realizador polaco y superviviente del Holocausto, con su malsano equilibrio entre las convenciones del género y su afán rupturista dio el paso primero y definitivo hacia el Nuevo Terror: trasladar la angustia del ámbito de lo fantástico al de lo puramente real, inaugurando una constante búsqueda de lo incómodo. Lo verdaderamente desconocido estaba presente en la vida cotidiana y a menudo desafiaba las normas establecidas del decoro o la decencia.

De esa manera, lo camp daba paso a lo desagradable. Las películas protagonizadas por Vincent Price, con su teatralidad gótica de telarañas y ataúdes, su apuesta por lo sobrenatural, quedaban convertidas en antiguallas entrañables. La serie B de Roger Corman dio paso entonces a proyecciones Grindhouse de La última casa a la izquierda (Wes Craven, 1972) o La noche de los muertos vivientes (George A. Romero, 1968), que ponían en primer término el horror de lo inexplicable, la desorientación de la nueva época.

Todas ellas, dice Zinomen, perpetradas por una serie de cineastas outsider, una banda de inseguros, tímidos e inadaptados en un momento de rampante descontento social. Wes Craven es descrito como un profesor de Literatura "tímido, cerebral y muy apacible", lejos del perfil de "provocador dinamitero". Similar es el caso de Tobe Hooper (La matanza de Texas, 1977) y del propio Romero. Ninguno de ellos, en realidad, apostó por el gore en sus películas. Su desafío fue otro.

Ninguno de ellos se conocía, pero todos ellos coincidieron en un mismo momento y lugar, y en su necesidad de plasmar una rabia inexplicable. Su trabajo sigue, después de más de un cuarto de siglo, en el epicentro de la cultura popular.

Lo cierto es que Sesión Sangrienta ha devuelto a quien escribe las gratas sensaciones de crónicas cinematográficas como Moteros tranquilos, toros salvajes (sobre los pormenores de la industria del cine de EEUU en los maravillosos setenta), y Sexo, mentiras y Hollywood (sobre el cine independiente americano de los noventa), ambas debidas a Peter Biskind, exdirector de de revista Premiere.

El libro de Zinoman penetra al máximo en los pormenores de ese cine, pero acentúa el juicio crítico y estilístico sobre el valor de las cintas inexistente en Biskind. Bien es cierto que se pierde el sentido de contexto que autores como John Baxter aportaron a sus biografías no oficiales sobre Steven Spielberg o Stanley Kubrick, o que su desaforado criticismo brilla aquí por su ausencia, pero su reivindicación del género, y la atención que dispensa a su evolución desde entonces, bien vale una lectura detenida.

Zinoman relativiza la influencia de Psicosis de Alfred Hitchcock, valora la evolución del género desde entonces hasta ahora, y sitúa con el estreno de El Exorcista el que quizá fue el principio del fin del movimiento, cuando debido a su monumental éxito, la industria comenzó a fagocitar a los talentos que había tras ellas. Sesión Sangrienta es, sin duda, una compra recomendable para los fans del género, o aquellos que desean saber más.

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