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Póster Mi semana con Marilyn

Mi semana con Marilyn rememora en clave de comedia dramática la figura de la mítica actriz Marilyn Monroe, que en 1957 se desplazó a Reino Unido para rodar la que fue su gran aventura británica, la comedia El Príncipe y la Corista, dirigida y protagonizada por el no menos legendario Laurence Olivier. La película, no obstante, aborda el símbolo a través de los ojos del joven aristócrata Colin Clark, personaje real interpretado en el filme por Eddie Redmayne, que a finales de los cincuenta era apenas un joven ayudante de producción que, fruto de la casualidad o el destino, tuvo el privilegio de poder acercarse y conocer, durante un breve período de tiempo, a la persona tras el icono, a la mujer que sustentaba la estrella de cine.

La película dirigida por el británico Simon Curtis está, por eso, basada en los dos libros de memorias escritos por el propio Clark, quien –por cierto- acabaría convirtiéndose años después en uno de los más prestigiosos documentalistas del cine británico. Antes de fallecer en 2002, Clark escribió los dos volúmenes The Prince, The Showgirl and Me y My Week with Marilyn, en cuyo contenido se arma el guión de Adrian Hodges, y por tanto, la totalidad de la –voy a decirlo ya- agradabilísima película de Curtis. El punto de vista del jovencísimo aprendiz da a Mi semana con Marilyn ese seductor tono de comedia de iniciación personal, entre ligera y nostálgica, nunca demasiado dramática, dedicada a rememorar de forma amable y emotiva la figura de Marilyn, más que analizar de forma densa y presuntuosa la personalidad de la estrella.

Sin embargo, y permítanme una breve digresión, hay otra figura que resume y explica a la perfección lo que es la película de Curtis. Mi semana con Marilyn es una producción del magnate hollywoodiense Harvey Weinstein, responsable de títulos como El Paciente Inglés, Shakespeare in Love y El discurso del Rey y, por tanto, un verdadero experto en confeccionar películas con ese calculador y artístico equilibrio entre prestigio y comercialidad que tanto seduce a la Academia de Hollywood y que -por cierto- también posee la bonita comedia francesa The Artist, no por casualidad distribuida y vendida en EEUU por el propio Weinstein.

Si perciben cierto aura de frustración con ese tono convencional y prudente que destila Mi semana con Marilyn... es que lo hay. No obstante, y en la otra cara de la misma moneda, la cinta está servida tal dosis de equilibrio entre sentimiento y puro compromiso británico, que esa levedad acaba resultando en una experiencia positiva. Simon Curtis, hasta ahora realizador televisivo, somete cualquier rasgo de estilo visual al guión, la excelente labor de casi todo su reparto, y una soberbia pero tremendamente sobria recreación de época, acercando la cinta protagonizada por unos espléndidos Michelle Williams y Kenneth Branagh (que interpreta a Olivier con respeto y timing cómico) a los resultados que podría arrojar cualquier brillante teleserie de la BBC. No obstante, encuentra su mayor aliado en la labor de la actriz norteamericana, que a sus 31 años ya ha sido nominada al Oscar en tres ocasiones, y cuyo trabajo resulta en este sentido simplemente brillante: pese a carecer de la voluptuosidad y la inigualable presencia de Marilyn Monroe, Williams coge el tono del personaje y la persona que pudo existir tras él con un realismo y humanidad merecedores de cualquier elogio.

Eso no quiere decir que Mi semana con Marilyn renuncie a ciertos rasgos dramáticos para dar profundidad y cierta tragedia a la acción, más bien al contrario. Pero bien es cierto que lo hace sin mortificar al espectador con un sesudo análisis de sus personajes. Mi semana con Marilyn es un filme ligero, a veces demasiado, pero pese al escaso riesgo de la puesta en escena de Curtis, resulta una agradable y sólida película, que no renuncia a mostrar los claroscuros del icono, y que se balancea con melancolía y humor entre el biopic y la comedia dramática y romántica sin tomar demasiados atajos.

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