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'Cántame un pasodoble'

El lado desconocido de Tony Leblanc

En sus principios quería ser flamenco y probó suerte como bailarín. La faceta musical de Tony Leblanc es la menos conocida de todas. 

La urgencia con que se redactan a veces los obituarios en la prensa diaria, la limitación del espacio y el desconocimiento de datos importantes o anecdóticos convierten ese trabajo periodístico en un ejercicio por lo común insuficiente a la hora de hacer recuento de la vida y obra de relevantes personajes. Como sin duda alguna fue Tony Leblanc, el mejor galán cómico del cine español. Que tenía otras cualidades, omitidas o imprecisas en lo publicado estos pasados días.

Por ejemplo, la de autor de más de medio millar de canciones. Hasta ganó en 1962 el Festival de la Costa Verde, que se celebraba en Gijón, con la melodía Soledad. De su repertorio, la más conocida de ellas fue Cántame un pasodoble español, registrada como pasacalle a su nombre. Pero, como no sabía música, hubo de recurrir al maestro Emilio Lehmberg, quien se encargó de pasarla al papel pautado, una vez que escuchó tararearla a su creador. Que componía de oído, claro. Y a cambio, aquél se vio obligado a compartir con éste los derechos de autor y permitirle firmar a medias la pieza. No acabó ahí la cosa, porque el celebrado maestro Quiroga descubrió que esa melodía se parecía extraordinariamente a otra suya. Menos mal que él y Tony se avinieron a un trato, una vez que se demostrara el supuesto plagio, consistente en que el popular actor utilizó, sin pretenderlo, más de cuatro compases de una copla del laureado autor sevillano.

Cántame un pasodoble español se estrenó el año 1954 en un espectáculo de variedades, Lo verás y lo cantarás, interpretado por Ana María Parra, "vedette" de revista, quien solía interpretar boleros. Tal número no triunfó, sin embargo, gracias a ella, sino por la brillante versión de Lolita Sevilla que siempre la llevó en su repertorio. Y hasta compartió cartelera teatral con Tony Leblanc en varios espectáculos musicales, en uno de los cuáles él le brindó otra de sus composiciones, el también difundido pasodoble "Un abanico español". El propio Tony también interpretaba muchas de sus canciones, aquellas que tenían elementos humorísticos, caso de Lejía El Herrero ("... lava la señora, lava al caballero", rezaba el estribillo) y Paloma, palomita, palomera. Títulos que aprovechó para sendas revistas musicales. Que le depararon mucha popularidad. Fue, a título anecdótico, de los primeros actores en protagonizar campañas de publicidad, anunciando diferentes productos, como una crema dentífrica, según comprobé al encontrar en el Rastro una tarjeta postal con esa imagen, raro documento que no es posible hallar en otras gentes de su gremio.

Ignacio Fernández Sánchez Eblanc, que así se llamaba realmente, modificó su tercer apellido, añadiéndole una ele al principio, para su sobrenombre artístico. Procedía de uno de sus abuelos, de ascendencia italiana. Quiso en sus comienzos ser cantaor flamenco y se presentó a una prueba ante los responsables del madrileño circo de Price, en la primera mitad de los años 40. Se llevó a un guitarrista, amigo suyo, que desafinó a las primeras de cambio, motivo por el que el aspirante a trabajar en aquella pista emitió un desabrido "gallo" cuando trataba de interpretar la copla Barquito de vela.

Enfadadísimo, dedicó una serie de apóstrofes al de la guitarra. Con tal gracia que el primer actor y director de la compañía, Carlos Saldaña (Alady) lo contrató como cómico. Tony probó también suerte como bailaor flamenco en la compañía de la mítica cupletera Amalia Molina, pero se rompió la pierna derecha y sus sueños de danza se aplazaron. Más tarde fue "boy" en el cuerpo de baile de Celia Gámez, donde coincidió con un bohemio y aventurero, José Manuel Lara, con el tiempo convertido en editor de éxito. Junto a Nati Mistral, que fue su novia, formó pareja en la compañía de Lola Flores y Manolo Caracol. Por lo tanto, Tony seguía vinculado al género de la copla, aunque como galán cómico.

Asimismo, figuró como cancionero humorístico en las filas de otro grande de la canción española: El Príncipe Gitano. En aquella compañía de "La Faraona" iba una guapa bailarina, de la que se encaprichó: Isabel Páez. Rompió su compromiso matrimonial con Nati, cuando ésta se enteró de que le era infiel. Se casó con Isabel, con la que formó un entrañable hogar, una feliz familia numerosa, que ha llorado, junto a millones de españoles, la desaparición de un personaje entrañable y querido.

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