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Con Adolfo Marsillach

El insólito matrimonio nulo de Amparo Soler Leal

En 1969 se produjo el reencuentro entre Amparo y Adolfo, en un acto público, al ser premiado él con un galardón

En 1969 se produjo el reencuentro entre Amparo y Adolfo, en un acto público, al ser premiado él con un galardón
Adolfo Marsillach y Amparo Soler Leal | Archivo

En Barcelona, donde residía en los últimos años, ha muerto la gran actriz Amparo Soler Leal. Tenía ochenta años y una larga carrera en los escenarios teatrales y los platós de cine. Hija de dos grandes figuras, Salvador Soler Marí, buen actor y director teatral, y Milagros Leal, que llenó páginas gloriosas de la escena y la pantalla (¡aquella inolvidable Celestina!). Era madrileña, pero gran parte de su vida la desarrolló en Cataluña. Muy joven, estuvo en compañías importantes junto a los más grandes del arte de Talía: Catalina Bárcena, Ernesto Vilches, Carlos Lemos…

Formó pareja artística con Adolfo Marsillach. Se enamoraron, contrayendo matrimonio siendo muy jóvenes. Un quinquenio les duró la unión, tiempo en el que representaron importantes piezas, como Ondina, de Giradoux, Bobbosé y George y Margaret. Él la dirigía. En 1959, cuando se dijeron adiós, iniciaron un prolongado y difícil proceso de separación hasta conseguir la nulidad en la Sagrada Rota, lo que en aquella época era inusual, incluso en gentes del mundo del espectáculo, lo que les supuso un elevado desembolso económico, cercano al millón de pesetas, respetable cifra. Adolfo convivió luego con Tere del Río, con quien tendría dos hijas, ambas actrices, en tanto que Amparo Soler Leal contraería más tarde segundas nupcias con un destacado productor cinematográfico catalán, Alfredo Matas. No tendrían descendencia.

En 1969 se produjo el reencuentro entre Amparo y Adolfo, en un acto público, al ser premiado él con un galardón de solera, el "Mayte" de teatro. Con oportuna visión publicitaria, la dueña de aquel frecuentado restaurante, hoy ya desaparecido, pidió a Amparo que entregara tal premio a su exmarido, a lo que, aun extrañada, accedió gustosa. Cuatro años más tarde, la actriz volvió a comunicarse con Adolfo, esta vez para que la dirigiera en Señorita Julia, función teatral que se estrenó en un escenario madrileño. Recuerdo que acudí a entrevistarlos entonces. Fue difícil que posaran juntos, pero lo conseguí. Y ella me contó: "Después de la serie de TVE Tres eran tres, que me dio mucha popularidad, precisaba de un buen director teatral y llegué a la conclusión de que el mejor, y el más caro también, era Marsillach". El costo de aquel montaje, elevado, más los honorarios de Adolfo, los cubrió el segundo esposo de Amparo, todo un caballero siempre. El caso es que a Amparo le supuso hacer indagaciones hasta dar con su primer marido para contratarlo. Me añadió: "Desde que legalizamos la nulidad matrimonial nuestras relaciones, aunque cordiales, eran escasas. Y cuando volvimos a vernos todo resultó muy natural, espontáneo. Al fin y al cabo ya habían pasado muchos años y teníamos la suficiente madurez".

Amparo, amén de su brillante carrera en el teatro, fue asimismo una excelente actriz cinematográfica, de la que muchos recordarán su divertido papel en dos de las tres películas de Berlanga, en aquella serie del marqués de Leguineche, que interpretaba colosalmente Luis Escobar. Me refiero a Nacional I y Nacional III, donde Amparo aparecía con un parche en un ojo, "a lo princesa de Éboli", en el personaje de mujer de López Vázquez. De sus setenta filmes, destaquemos también su papel protagonista en Mi hija Hildegart, encarnando el papel de una mujer soltera –tiempos de la II República española- que educó a su descendiente para que se convirtiera en líder de un movimiento de liberación femenina, como una adelantada de la época, y a la que acabaría asesinando, porque la muchacha se salió del papel materno que la habían asignado. Otras de sus interpretaciones cinematográficas fueron en La gran familia, El crimen de Cuenca, Bearn, Las bicicletas son para el verano y La vaquilla. Se despidió del cine en 1995.

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