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Juan Manuel González

Crítica: 'Agosto', con Meryl Streep y Julia Roberts

Meryl Streep y Julia Roberts establecen un duelo de divas en la adaptación de la obra teatral ganadora del Pulitzer.

Póster Agosto
Puntuación: 6 / 10

Agosto quiere ser la película perfecta para la temporada de premios, y elementos para ello no le faltan. Se trata de una adaptación de la obra teatral ganadora del Pulitzer, obra de Tracy Letts, encargado también de un guión de un drama familiar que parece concebido para ofrecer en bandeja de plata a Meryl Streep otra oportunidad para arrasar la pantalla con napalm interpretativo. La diva cumple, y de qué manera. Pero la película, pese a su innegable potencia y carisma, en su naturaleza de adaptación teatral acusa demasiados sintomas del "lost in translacion".

Y es que película del director John Wells sufre todas las ataduras que esperamos de un texto diseñado para el escenario, pero que esta vez se ha hecho película. A pesar de la buena cinematografía, la evocadora música de Gustavo Santaolalla (Oscar por Brokeback Mountain), de un puñado de escenas en exteriores diseñadas para "airear" el relato (y de paso hacer corretear a una enajenada Meryl Streep), Agosto frustra como película por su evidente naturaleza teatral. La historia gusta, los diálogos capturan, pero a diferencia de Un Dios Salvaje, aquí no hay un Roman Polanski que recomponga de manera férrea el fortísimo material, una reunión familiar con suicidio de por medio que da lo que promete (pese a su tremenda, a veces excesiva oscuridad) pero precisamente por eso, por su empuje, también provoca la típica confusión de una obra teatral metamorfoseada en cine de lujo. En manos de Wells, la moral, ironía y angustia interior que Letts inyecta a la reunión familiar contrasta con tímidas notas de melodrama con viaje emocional "a lo Hollywood" en el que, además, los personajes masculinos palidecen frente a los femeninos, descompensando la dramaturgia de una obra poderosa, tanto que su salvajismo a veces juega en contra de la película.

Pero Agosto, the movie, es de todas formas un drama con demasiados instantes memorables como para ser deshechado. Se trata de buen material en el medio equivocado, o lo que es lo mismo, de una obra teatral de cuatro horas convertida en una película de dos. Y desde luego el sentido del humor desbocado y el dramatismo de Letts no ayudan a hacer fluir las cosas en el tránsito. Pero la película logra hacer funcionar todas sus escenas, aunque sea de manera individual: esa impresionante cena en la que Streep suelta la artillería pesada, y que resulta excesiva, hilarante y a la vez desoladora, de lo mejor visto en los últimos meses. O la revelación casi final de Margo Martindale, que sume la película en un nivel distinto que nunca acaba de desarrollarse. Son sólo dos ejemplos. Cada actor tiene su oportunidad pero nos quedamos con ganas de más de casi todos ellos: juntos no suman sino que en ocasiones se solapan, se confunden. Lo dicho: Agosto sufre en el tránsito de un medio a otro, y pedía mano férrea tras las cámaras, no sólo fotografía preciosista.

Pero el show pertenece a sus actores, no a Wells, y como era de esperar, Meryl Streep cumple como esa bestia parda que devora a todos aquellos que tenga delante, por mucho que Julia Roberts aguante la embestida. Y lo hace, de manera brillante. Pero en la lógica poda teatral, la película de Wells no sabe si centrar el duelo entre las dos divas o realizar una obra coral, y en su defecto se entrega a los careos de las magnolias de acero. Ni una cosa ni la otra, o todo a la vez, pero al menos no nos quedamos con ganas de menos sino de más. Más de Chris Cooper, más de Benedict Cumberbatch, de Julianne Nicholson y Margo Martindale, todos ellos excelentes y carismáticos intérpretes de procedencias y trayectorias diferentes. El caso de Sam Shepard, por cierto, es bien distinto (y sus escenas iniciales admirables, lo mejor del filme). Estos y otros desequilibrios afectan a Agosto, una película entretenida y poderosa pero que te deja a medias, que goza del privilegio del mejor reparto del año funcionando a toda máquina, pero que aún así no encauza toda su potencia.

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