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Juan Manuel González

Crítica: 'El heredero del diablo'

El found footage alcanza sus cotas más bajas con El heredero del diablo.

Póster El heredero del diablo
Puntuación: 3 / 10

Si La semilla del diablo nos preparó para la venida del Anticristo en el Hollywood de autor y molón de los 70, y La Profecía hizo lo propio para el más comercial de los 80, El heredero del diablo podría considerarse la actualización de nacimientos satánicos para el género del found-footage. El éxito El proyecto de la Bruja de Blair en el ya lejano 2001 insufló renovada energía en el siempre subvalorado género del terror, aunque sólo fuera para un puñado de atracciones de feria que, a la larga, vulgarizaron el género y lo sumieron aún más en las garras del éxito fácil.

Lo que en principio creímos sofisticado, salvo honrosas excepciones (no se pierdan la primera entrega de El último exorcismo) ha resultado en un bluff, una vulgarización post-post moderna de las coordenadas iniciales diseñada para arrojar sustos a una audiencia vulgar seducida por una fórmula desgastada, la de la tristemente célebre saga Paranormal Activity. Como quedó demostrado en la película de Oren Peli, el found-footage o material encontrado inyecta inquietud en el personal sólo bien utilizado, pero en malas manos es capaz de ahorrar toda experiencia cinematográfica y anular la psicología de los personajes, haciendo caer al sujeto en el más profundo de los sueños. Oséase, lo mismo de siempre.

El heredero del diablo viene firmada por dos directores de la película de cortos V/H/S, Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett. Nada en ella hace que queramos anticipar más de la pareja, que se limita a facturar una serie de convenciones cambiando el punto de vista a la primera persona, y a hinchar un metraje sin tensión, añadiendo a la fórmula ciertas notas de otro subgénero, el de invasiones domésticas, por aquello de refrescar un poco la fórmula. Ni un susto salvable, ni un poco de atmósfera malsana, ni una justificación del supuestamente revolucionario formato. Y sobre todo, nada de inquietud por los destinos de sus protagonistas, una pareja de recién casados olvidable y prescindible. A la quema con ellos.

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