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Santiago Navajas

El negocio del victimismo negro

Lo relevante de la ausencia de protagonistas negros en los Oscar no tiene que ver con presunto racismo de Hollywood sino con la "cultura de la queja"

Lo relevante de la ausencia de protagonistas negros en los Oscar no tiene que ver con presunto racismo de Hollywood sino con la "cultura de la queja"
Will Smith y Jada Pinkett Smith, en una gala de los Oscae | Cordon Press

No hay ningún negro entre los nominados en las categorías más importantes de los Oscar 2016. Tampoco ningún asiático. Ni indios, ni de la India ni de los "nativos". Latinos, sí: el mexicano González Iñárritu, que ya ganó el año pasado como director por Birdman y "amenaza" con repetir con El renacido. Entonces, Sean Penn bromeó, en su habitual estilo matón, con que habría que retirarle la "visa verde" a los mexicanos que están "invadiendo" Hollywood.

"¿Quién le dio a este hijo de puta su visado?"

El también "hijo de puta" mexicano Emmanuel Lubezki ganó entonces el Oscar por Birdman después de haberlo conquistado también por Gravity, que significó el triunfo en los Oscar 2014 de otro mexicano, Alfonso Cuarón. Hollywood, al parecer, es selectivamente racista: cuando le interesa a los miembros de las minorías que no ganan.

Es duro ser negro en Hollywood como es complicado ser blanco en la NBA. Y es más fácil el doctorado de matemáticas de Harvard si eres judío o asiático. Lo que no quiere decir que no llegues a triunfar haciendo películas como Eddie Murphy o jugando en los Lakers como Gasol. Ricky Rubio, por ejemplo, cuando era un crío decía que quería ser negro para poder jugar en la NBA. Lo que le habría servido a su equipo, los Timberwolves, para evitar la acusación de racista por parte de destacados líderes de la comunidad afroamericana que consideraron que jugaban demasiados blancos porque "todo es una estrategia. Las cosas no pasan por casualidad".

Lo relevante de la polémica sobre la ausencia de protagonistas negros en la gala de los Oscar no tiene que ver con presunto racismo de Hollywood sino con la "cultura de la queja" y el victimismo como chantaje. Hay individuos que tratan de ocultar su evidente mediocridad concreta ocultándola bajo el paraguas de la persecución colectiva. Que las cosas no pasen por casualidad no implica que obedezan a un "causalismo" racista. Como han señalado Michael Caine o Charlotte Rampling, si no hay negros nominados puede ser, sencillamente, porque ninguno lo ha merecido de acuerdo a los criterios de los académicos.

Cuando Jennifer Lawrence se quejó de que las mujeres cobran menos que los hombres, Kristen Stewart le respondió que era lógico ya que son las películas con protagonistas masculinos las que atraen, en general, más público a las salas. No se tiene noticia de que la propia Lawrence haya rectificado y pedido disculpas cuando ha pasado a cobrar mucho más que sus compañeros masculinos en la saga de Los juegos del hambre. Gana la actriz más sobrevalorada de Occidente más de cincuenta millones de dólares; Merryl Streep, "sólo" ocho millones. Ya que hablamos de "injusticias", la relevante sería, en todo caso, que una actriz como la Streep gane siete veces menos que una aficionada como Lawrence, cuyo único mérito, al igual que el mejor pagado entre los hombres, Robert Downey Jr., es encarnar a un personaje de cartón piedra (en el caso de Downey, de hierro).

En los artículos que he leído sobre el presunto racismo de Hollywood no he encontrado nombres específicos que debieran estar en la lista de nominados. Y haberlos, haylos. Por ejemplo, Samuel L. Jackson se merece no sólo estar nominado sino ser premiado por su incendiaria interpretación en Los odiosos ocho de Tarantino (por cierto, tampoco hay ningún italo-americano entre los nominados), lo que es fácilmente explicable por el carácter desagradable del personaje, no por ninguna paranoia racista. En mi crítica de Los odiosos ocho escribo que "Samuel L. Jackson no ha sido nominado para los Oscar por una combinación de estupidez, racismo y/o no perjudicar a Di Caprio".

Lo que no es más que una hiperbólica forma de expresar mi disenso con la Academia, a la que considero más bien, y ya en serio, conservadora en sus gustos cinematográficos pero no racista. Tampoco está nominado Steve Carell por La gran apuesta pero, ay, él no puede echar mano de que forma parte de una "minoría". No he comprobado si no hay católicos entre las principales categorías, pero si fuera el caso sería estúpido decir que a Carell no lo han elegido por serlo.

¿Cuota para películas de la "negritud"?

En la lista de mejores películas del 2015 de la francesa Cahiers du Cinema hay películas europeas, asiáticas y americanas, dirigidas por hombres y mujeres, pero ninguna africana ni dirigida por una persona negra. ¿Debemos deducir de eso que la elitista revista también es selectivamente racista? ¿deberíamos de exigir que haya una cuota para películas de la "negritud"?

Cuando la polémica de los Timberwolves también hubo negros que protestaron contra la maniquea estrategia que buscaba reabrir de manera espuria una guerra civil racial. El único negro titular en aquellos momentos, Brandon Roy, explicaba que, a la hora de meterla, el color no importa:

"Esto es sólo baloncesto. Nunca he tenido la sensación de ser el único negro del equipo en la pista. He jugado en equipos que seguramente estaban formados sólo por negros y mi sensación era la misma que la que siento ahora cuando juego con estos chicos".

Un problema recurrente entre los negros es la explotación a la que están sometidos por determinados lobbies victimistas que hacen negocio de la denuncia del presunto racismo, venga a cuento o no. En el primer capítulo de la undécima temporada de South Park, titulado significativamente Nuestras disculpas a Jesse Jackson se muestra la mezcla de oportunismo y resentimiento que anima a los que pretenden conseguir un privilegio del sobredimensionamiento de determinado sentimiento identitario, no para proteger su valor de diversidad sino para beneficiarse económicamente.

Chris Rock

El presunto racismo contra los negros de Hollywood resulta ser, en cualquier caso, paradójico. Entre los mejor pagados de la industria -algo mucho más significativo que la nominacion a los Oscar para los que, como en la ciudad californiana, ponen el negocio por delante del arte- están tanto Denzel Washington como Will Smith. Y tanto el presentador de la gala, Chris Rock, como la presidenta de la Academia, Cheryl Boone Isaacs, son afroamericanos. Si se lo dicen a Malcolm X y al Black Panther Party en los 60 no se lo creen. Spike Lee, el director negro que ha promovido el boicot, recibió él mismo un Oscar honorífico el año pasado, un reconocimiento a una carrera estimable, con películas arriesgadas y "desagradables" (La última noche, 2003) que si no han recibido mayor reconocimiento en premios no es porque sea negro sino demasiado duro su estilo para el gusto conservador de la Academia.

Por supuesto, podríamos inventar categorías específicas para hombres negros y mujeres negras. Para hombres hispanos y mujeres hispanas. Y así todas las etnias, religiones y demás categorías con las que se nos ocurra empaquetar a los individuos de carne y hueso.

¿Alguien ha contado los homosexuales nominados? ¿Los zurdos? Hasta hace poco, tanto ser homosexual como zurdo se consideraban enfermedades y vete tú a saber si queda un poso de discriminación en la comunidad mayoritariamente blanca, diestra y heterosexual de Hollywood.

En la ceremonia de los Oscar los premios se lo llevarán aquellos que los miembros de la Academia consideren que han sido los mejores en sus respectivas categorías. Se equivocarán seguramente los académicos pero no porque sean racistas sino porque son humanos. Al fin y al cabo, esto es sólo cine.

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