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Juan Manuel González

Crítica: 'Victor Frankenstein', con James McAvoy y Daniel Radcliffe

¿Y si cruzamos la obra de Mary Shelley con la versión de Sherlock de Cumberbatch? El resultado podría ser este.

¿Y si cruzamos la obra de Mary Shelley con la versión de Sherlock de Cumberbatch? El resultado podría ser este.
Una imagen de 'Victor Frankenstein' | FOX
Póster Victor Frankenstein
Puntuación: 5 / 10

Permítanme empezar la crítica de Victor Frankenstein con una referencia doble a otro icono británico y victoriano, el de Sherlock Holmes. Porque en algún lugar a medio camino entre el macarrismo ruidoso de las dos adaptaciones al cine con Robert Downey Jr y la modernización irreverente de la serie Sherlock con Benedict Cumberbatch (con la que comparte el director de algunos capítulos, el inglés Paul McGuigan) encontramos esta nueva versión del moderno Prometeo de Mary Shelley. Un filme que, curiosamente, triunfa a la hora de introducir un cariz humorístico en la tragedia así como a incorporar los dilemas y la poesía que se derivan de ella, pero fracasa de manera bastante estrepitosa en lo más importante... lograr que finalmente llegue a algún sitio.

"Ya conocen la historia", comienza narrando Igor (Daniel Radcliffe), verdadero protagonista de la función en ausencia de otros antagonistas, fraguando su amistad con su amigo, salvador y a la vez condena, un saltimbanqui y excéntrico doctor incorporado por James McAvoy. Y sí, la conocemos. Víctor Frankenstein es una nueva reinvención del mito, entre apócrifa y respetuosa, convertido por obra y gracia del guionista Max Landis (Chronicle) en una suerte de precuela juvenil del mito, con los dos amiguetes iniciando su carrera hacia la creación de vida y sellando una amistad con no pocos guiños homoeróticos.

Una propuesta atractiva lastrada por un problema grave y es que el libreto de Landis, hijo del mítico John (Un hombre lobo americano en Londres, Desmadre a la americana) combina tantas ideas buenas como mediocres y acaba resultando más funcional que verdaderamente excéntrico. Pero ojo, no por su tono pretendidamente moderno y pop, precisamente lo mejor del filme, sino por la escasa entidad de sus soluciones, que derivan en una conclusión abierta, apresurada y un tanto insatisfactoria que McGuigan -en cierto modo, culpable de no disimular sus lagunas- sólo sabe adornar con explosiones. Victor Frankenstein es un filme que propone pero no dispone, un poco tedioso en esos pasajes centrales en los que trata de convertir en rebeldes (del sistema, de figuras paternas autoritarias, de sí mismos) a sus dos científicos... y que a la vez frena su propio impulso para finalmente amoldarse a la doctrina, provocando una cierta frustración que amenaza con oscurecer sus méritos. Después de vitaminar todos sus ingredientes visuales y artísticos, el filme no acaba de encajar su espíritu entre trágico, cómico y espectacular en ningún modelo particular; no sentencia ni remata y al final sólo resulta moderado.

Lo mejor, pese a los excesos de un Frankenstein convertido en un vendemotos empastillado, es la energía y química que proporcionan ambos intérpretes a la fábula y que junto al empuje de un impersonal pero solamente correcto McGuigan (limitado a plasmar bien el guión pero no a profundizar en sus ideas) suponen el verdadero motor de la película hasta un desenlace de acción. El que fuera intérprete de Harry Potter, Daniel Radcliffe, mejora película a película y compone un héroe sensible y desvalido, perfecto para dar la réplica a un acelerado McAvoy, sosteniendo una tensión que junto a la factura visual (a veces demasiado derivativa del trabajo de Guy Ritchie, como en la -por otro lado- fantástica idea de la huida del circo) acaba resultando lo mejor de una película que no está mal, que puntúa aquí y allá con ideas brillantes (ese conglomerado de familias-empresas que patrocina el proyecto...) pero podría haber sido bastante mejor.

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