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Juan Manuel González

Crítica: 'Expediente Warren. El Caso Enfield' (The Conjuring), con Patrick Wilson y Vera Farmiga

Tensa, divertida y extenuante. La nueva 'Expediente Warren' es todo lo que una secuela de terror debería ser.

Póster Expediente Warren: The Conjuring 2
Puntuación: 7 / 10
Tensa, divertida y extenuante. La nueva 'Expediente Warren' es todo lo que una secuela de terror debería ser.
Una imagen de Expediente Warren 2 | Warner Bros

Sin apenas novedades reales y 1/4 de su dinero, James Wan consigue en ‪Expediente Warren. El Caso Enfield esa experiencia cinematográfica completa que ansían Michael Bay, las producciones superheroicas de DC y Marvel Studios y que, desde hace ya tiempo, fundamenta la gran búsqueda de los estudios de Hollywood. Puede que la secuela de Expediente Warren, la segunda película de terror más taquillera desde El Exorcista, se pueda ver, interpretar y disfrutar como una obra de terror apoyada en la ya famosa habilidad de Wan (Insidious, Saw, Silencio desde el mal) para generar sustos e inquietud en la platea. Pero si nos acercamos a sus múltiples texturas, planteamientos y ambiciones, encontramos mucho más que un mero (y brillante) ejercicio de estilo, algo más significativo que una disfrutable obra de terror más.

¿Casualidad que Wan afronte la secuela de su éxito más querido tras la que fue su primera gran aventura de gran presupuesto, Furious 7, un filme perteneciente precisamente a esas grandes franquicias corales que concentran toda la taquilla veraniega? Sea como fuere, Expediente Warren 2, con un presupuesto mucho más acotado y (aparentemente) menos ambiciones (aunque ya sin ese aire de cine de micropresupuesto de las producciones de Jason Blum), hace suyas muchas de las características de ese gran parque temático cinematográfico que es la gran película de verano que, no lo duden, tenemos entre manos.

Sólo así se explica su narrativa, ya totalmente entregada y construida sobre las famosas set-pieces de terror de Wan, tan perseverantes como brillantes; una combinación hasta cierto punto extenuante de suspense, humor y -atención- romanticismo que abarca distintas sensaciones y estados de ánimo para el público; una evidente disolución de las fronteras de la realidad a la hora de presentar el clásico motivo de Poltergeist o El Exorcista como si éste hubiera tenido lugar en la realidad (no faltan insertos documentales, aunque esta vez de cariz humorístico, para darle esa textura "real" al invento); por no hablar de, a nivel puramente industrial, su malicia a la hora de abordar las convenciones de una secuela, con Wan obviando explicaciones innecesarias acerca de las habilidades de los protagonistas. Y además atreverse a plantear, con una mezcla de descaro y sutileza solo explicable en base a su talento, otra potencial película spin-off (¿quizá un cruce con Annabelle?) inserta en ese concepto de "universo" cinemático que trasciende el de segunda parte (y que, hagamos cábalas, probablemente se estrene antes de la siguiente aventura de los Warren, si Wan encuentra la manera de seguir articulando una historia en torno al matrimonio interpretado por unos maravillosos Patrick Wilson y Vera Farmiga).

La historia es la siguiente: tras un prólogo en la casa de Amityville (que, ojo, tendrá utilidad más adelante), El Caso Enfield traslada a Lorraine y Ed Warren a Londres para resolver el que, según rezan los títulos, ha sido el Poltergeist más complejo y terrorífico del matrimonio de investigadores. Fundamentándose en una excelsa fotografía de Don Burgess, colaborador habitual de Robert Zemeckis (otro realizador amigo de traspasar espacios físicos y mentales sin cambiar de plano) y la irrebatible habilidad de Wan para utilizar el formato panorámico, la profundidad de campo y todo elemento visual y sonoro a su alcance (la película es, en este sentido, todo un festín a proyectar en escuelas de cine), El Caso Enfield se despliega a sí misma en una escena de suspense tras otra para demostrar la supremacía de Wan como mago de la cámara o director no solamente de terror, sino de ese gran espectáculo temático que es el cine postmoderno. Cualquier esquina o habitación puede albergar un insidioso espíritu dispuesto a aterrorizarnos, pero es que la película parece abarcar en sus múltiples niveles, todas las facetas del cine como entretenimiento industrial (y sus extraños cruces con algo que llamaríamos "arte") enumeradas arriba.

Yo lo interpreto no solo como una virtud sino como la enésima demostración del tour de force de un joven director no solo con su público, sino también consigo mismo, que tampoco olvida ofrecer textura a sus personajes y otorgar profundidad a su trama, apoyándose en una pareja de actores (Patrick Wilson y Vera Farmiga) depositarios de todas las alabanzas posibles y de un espíritu lúdico que no sacrifica la diversión (o, en cierto modo, el sufrimiento) por falsa introspección. La interpretación de ambos es, y aquí me atengo a diálogos del propio filme, la de dos personas contando la misma historia de diferente manera. Wan se sirve de ellos con sumo talento e inteligencia, reforzando su heroísmo y sencillez hasta el máximo, y a la vez dejando caer que, más que nunca, la pareja corre peligro real de no salir vivos de la casa.

Se trata de un añadido necesario dado que El Caso Enfield da, pese a todo lo enumerado, síntomas del cansancio propio de una secuela, una lacra aplicable tanto a la historia como al propio talento de Wan, que al fin y al cabo ya nos ha vendido esta moto en múltiples ocasiones anteriores y ya no es una sorpresa para casi nadie, con secuencias o ideas visuales que simplemente están por debajo de lo esperado y parecen más propias de un imitador del director. Pero más allá de eso (y la impresión de que el propio Wan a veces se parodia a sí mismo), el filme se logra reponer de esas desventajas aportando más miga sentimental en torno a la seguridad del matrimonio protagonista (repito: sorprendente como Wilson y Farmiga logran conectar entre ellos y el público, creando ese nexo sentimental que beneficia al filme) y retorciendo la historia aportando un acertijo adicional final (ciertamente malévolo: sin revelar nada, Wan se apropia de una leyenda inglesa y casi la convierte en americana) y, también, un clímax absolutamente tenso, ruidoso y extenuante que justifica esa etiqueta de "experiencia" cinematográfica que decíamos arriba.

El Caso Enfield triunfa allí donde parecía que iba a fracasar gracias a una narración orgánica concebida casi exclusivamente a través de la cámara, su movimiento y la conexión emocional de sus dos actores, elementos todos ellos que la elevan por encima de sus visibles defectos. Es una gran película capaz de inyectar vitalidad en todo lo que (perdón por el chiste) antes parecía muerto.

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