A Alfred Hitchcock (1899-1980) le gustaba jugar. Ideaba un sinfín de trucos y trampantojos para inquietar al espectador. En la mítica escena del ataque en Los Pájaros (1963), usó miles de aves, algunas amaestradas, supervisadas por decenas de especialistas. El plano final era una composición de 32 tomas distintas sobre una maqueta pintada; un despliegue muy complicado con el que consiguió generar un desasosiego al espectador digno de solo un genio.
Más ejemplos. Sobre todo en sus inicios, Hitchcock recurrió al efecto Schüfftan. Insertaba a los actores en un espacio que realmente era solo una porción del decorado y el resto lo evocaba a través de una pintura o una fotografía reflejada en un espejo. Así conseguía que pareciese una localización real.
Colarse en sus propias películas era otro de sus juegos. Comenzó en El enemigo de las rubias como una solución a la falta de figurantes y terminó por ser su guiño particular.
Esta es tan solo una de las aristas del poliédrico cineasta que trata de mostrar la exposición Alfred Hitchcock. Más allá del suspense, que puede visitarse hasta el 5 de febrero en el Espacio Fundación Telefónica de Madrid. Comisariada por Pablo Llorca, profesor de Historia del Cine y de Historia de la fotografía de la facultad de Bellas Artes de la Universidad de Salamanca, retrata a Hitchcock como artista, autor y creador que controla cada aspecto de sus películas. Se trata de un recorrido por su vida, su filmografía, su representación de la mujer, su forma de retratar su época o sus giros de guion.
Los directores de cine viven con sus películas mientras las están rodando. Son sus hijos. Y todo parece indicar que las películas más emocionantes son realmente artísticas cuando han sido creadas enteramente por un solo hombre.
En su cine, lo visual y las respuestas emocionales del público eran fundamentales. Esa es parte de su singularidad. "Es un cineasta que generaba imágenes muy poderosas", destaca Pablo Llorca. "Está presente en el cine reciente. Se ve en David Lynch o Brian de Palma. Es un cine de momentos que es el cine actual", precisa.
Sus iconos inspiraron a creadores de otras disciplinas como la moda, la arquitectura, la cultura de masas o el arte de la talla de Picasso, Balenciaga o Christian Dior. El director creía firmemente que todo aquello que pudiera contarse con imágenes no debía contarse con palabras y siempre lo tuvo presente en sus películas. Además, supo combinar las exigencias comerciales con el desarrollo de una obra marcada por su propio estilo.
Lucha contra la censura
La muestra pone también el foco en su lucha contra la censura. "Con Psicosis, superó varios hitos en una época en la que había censura y encontró la grieta por donde colarse", explica el comisario. "Mostró un pecho desnudo desenfocado, encargó un cartel en el que se mostraba a la estrella en sujetador y, algo nunca visto en Hollywood porque se consideraba de mal gusto, mostrar un retrete", añade.
La exposición se articula en cinco bloques: "introducción", donde se realiza un repaso a su biografía y filmografía; "El toque Hitchcock", que recorre aspectos técnicos; "Mujeres y hombres", donde se manifiesta la relación entre ambos sexos; "Hitchcock y su tiempo, el arte y la arquitectura", que retrata el contexto artístico y cultural que vivió; y "El revés de la trama".
Hitchcock se rodeó de colaboradores con talento: los títulos de crédito de Saul Bass, la dirección fotográfica de Robert Burks, el diseño de vestuario de Edith Head (ganadora de ocho Oscar), la música de Bernard Herrmann y la labor como asistente de rodaje y como guionista de Alma Reville.