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Juan Manuel González

Crítica: 'American Pastoral', con Ewan McGregor y Jennifer Connelly

American Pastoral tiene todos los elementos para triunfar, pero en sí misma es un fracaso. ¿No es frustrante cuando pasa eso?

American Pastoral tiene todos los elementos para triunfar, pero en sí misma es un fracaso. ¿No es frustrante cuando pasa eso?
Ewan McGregor y Jennifer Connelly | Tri Pictures

Resulta frustrante cuando un largometraje tiene todos los elementos para triunfar y, sin que medie una razón demasiado clara o concreta, simplemente no lo hace. El debut de Ewan McGregor en la dirección, American Pastoral, tiene todo lo necesario para encarnar ese esquivo concepto de "una buena película". Para empezar, su origen es una obra literaria de prestigio (en este caso la novela homónima del ganador del Pulitzer Philip Roth, primera entrega de su Trilogía Americana). Tiene un reparto de estrellas importantes y promesas consagradas; una factura técnica suficiente y envidiable; una historia ambiciosa e "importante" que abarca emociones íntimas insertadas en un lienzo mucho más amplio, el de los profundos cambios sociales de EEUU desde los cincuenta hasta la actualidad. Y, sin embargo, American Pastoral no es una buena película, es una que parece que va a ser algo y no lo es; un American Beauty quizá menos manipulador pero, también y en la misma medida, indudablemente menos poderosa.

A diferencia de la de Sam Mendes, American Pastoral no es una sátira. Todo emana corrección en la película de McGregor, que interpreta con (¿lo adivinan?) precisamente eso, mucha corrección, a un padre de familia americano y hombre de negocios perfecto. La película narra la progresiva destrucción del núcleo familiar después de que su hija Merry (Dakota Fanning), simpatizante de movimientos radicales en plena guerra de Vietnam, desaparezca después de presuntamente volar por los aires una estafeta de correos. Pero sin que existan errores de bulto en la película (salvo la excesiva voz en off en el poco apasionante prólogo y epílogo a cargo de David Strathairn) nada en ella resulta especialmente impactante.

La depuración de elementos de la novela original resulta lógico y válido, pero donde debería haber una comprensión profunda de la imagen (todo el filme, al fin y al cabo, es sobre la imagen, sobre cómo la idílica postal de la perfecta familia americana de los idealizados 50 salta literalmente por los aires) aquí solo hay una cuidada y preciosista fotografía. Pese eso y la sensibilidad de la música de Alexandre Desplat, McGregor no logra rematar los varios niveles en los que podría funcionar el largometraje, los de un melodrama familiar emotivo que es, en sí mismo, la metáfora del fracaso de un país incapaz en última instancia de enfrentarse al mal, ni tampoco el evidente contenido político y social del mismo. La consecuencia: un filme de momentos brillantes (ese incómodo momento en la camioneta: atención a la mirada furtiva de Seymour al tirante de su hija; o los instantes previos a su reencuentro en el exterior de la casa, con éste rememorando momentos de la niñez de Merry) pero en sí mismo nada brillante, tan conformista como la clase media que critica el personaje de Dakota Fanning... y uno que además desdibuja de manera decepcionante el personaje de Jennifer Connelly. American Pastoral es, por eso, un filme con todos los elementos de un buen drama e incuestionablemente bienintencionado, además de una aceptable plataforma para sus actores. Pero nada y absolutamente nada más.

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