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Juan Manuel González

Crítica: 'El otro guardaespaldas', con Ryan Reynolds y Samuel L. Jackson

'El otro guardaespaldas' no es la excelente 'Huída a medianoche', pero reserva algunos golpes de diversión basura.

'El otro guardaespaldas' no es la excelente 'Huída a medianoche', pero reserva algunos golpes de diversión basura.
El otro guardaespaldas | Warner Bros

El otro guardaespaldas es un filme más desconcertante de lo que parece. Y no por su género, bien familiar para todos a estas alturas, o porque su desarrollo arroje sorpresas: se trata de una comedia gamberra y de acción a mayor gloria de Ryan Reynolds (que, recién salido del éxito de Deadpool, ha conseguido por fin validar su carnet de estrella tras muchos años de intentos fallidos) y Samuel L. Jackson, a quien lo mismo le da un roto que un descosido, y eso lo sabemos todos desde hace tiempo. Lo que no es en sí mismo nada malo, al menos para quien tenga algo de aprecio al género de las buddy-movies al estilo Arma Letal que tan bien funcionaron hace dos décadas. Diversión rápida y barata, si ustedes lo prefieren.

En efecto, la película de Patrick Hughes (Los mercenarios 3) arroja resultados desiguales por su 1) su no del todo inesperado contenido político, visible ya en sus primeras escenas y 2) un retorcido compás moral, visible en la naturaleza del oficio de sus personajes, un asesino a sueldo y un guardaespaldas de millonarios (¿qué es peor, proteger a los malos o aquel que los mata?, le pregunta Jackson a Reynolds) que aquí se erigen como héroes de la función. Pero también en la presencia de un villano que para nada resulta de opereta, y que al contrario, ofrece serias reminiscencias con la realidad: un tirano balcánico acusado de genocidio e interpretado por Gary Oldman con su porte villanesco habitual.

Lo malo no es esto, aunque posiblemente todavía habrá gente que levante las cejas ante una película en la que el cowboy americano, sea héroe o antihéroe, dé su merecido a un criminal internacional. La parte que no funciona de El otro guardaespaldas no es esa, pese a alguna que otra obviedad visual (el contraluz heroico que parece santificar a cierto personaje en los momentos finales), sino su miedo a resultar, precisamente, demasiado oscura y terrible. Y de ahí que, tras dibujar un mundo cínico y en crisis, insista de manera tan molesta en otorgar una motivación romántica a los dos pirados héroes, un recurso que lastra el diálogo, alarga el metraje innecesariamente (¿qué hace Salma Hayek en esta película? ¿porqué esos flashbacks que frenan la acción?) y sobre todo neutraliza toda incorrección política y cómica. En estas circunstancias, la sucesión de "motherfuckers" en boca de Jackson, o la sangre digital que asoma en sus tiroteos, se reducen a meras balas de fogueo, ya que ni Hughes sabe dominar el tempo de los diálogos (pese a dos actores de probada eficacia en ese registro) ni el guión consigue convencernos de la entidad de esos sentimientos.

Por suerte, las gotas de cinismo divierten y la acción es buena, sobre todo al final (pese a la terrible manía de los helicópteros digitales, por ahorrar dólares al presupuesto). El otro guardaespaldas, filme que por cierto tiene más de diez productores acreditados, aún tiene tiempo de dejar un par de recados a filmes mayores que tampoco van especialmente de nada, y desde luego aún está por encima de su horrible campaña promocional, que reduce la película a una broma a costa de El Guardaespaldas de Kevin Costner (pero que, a tenor de sus resultados en la taquilla USA, parece haber funcionado razonablemente). Pero no, ni roza el nivel de la excelente Huída a medianoche, película que deberían recuperar a la voz de ya.

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