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Santiago Navajas

Ni un Goya para Garci

Mi contribución a la lucha contra la cultura fascista consistió en no ver la gala de los Goya 2020.

Mi contribución a la lucha contra la cultura fascista consistió en no ver la gala de los Goya 2020.
Sergio Pérez | Archivo

Mi contribución a la lucha contra la cultura fascista consistió en no ver la gala de los Goya 2020. Nada más reaccionario, rancio, cutre, sectario, industrialmente parasitario y estéticamente nulo que esa feria de paletos con ínfulas y mal gusto, sin gracia. Porque salvo en el caso de Almodóvar, por otra parte cada vez más instalado en la complacencia narcisista, los cineastas españoles que dominan la Academia se caracterizan por hacer un cine artísticamente obsoleto.

El sometimiento a Pedro Sánchez de la Academia de Cine en los #Goya2020 a cambio de subvenciones, porque ellos son "la Cultura", se explica porque los espectadores españoles huyen de un cine adocenado, cansino y cutre, y los cineastas se postran ante el Poder establecido y subvencionador.

Para la troupe de los #Goya2020, Ford es fascista; Hitchcock, un violador; y Garci, del PP. Lo de Garci es lo que peor llevan. Que haga mejores películas, también. Garci es nuestro Galdós cinematográfico, al que desprecian por garbancero mientras ellos ruedan sus películas tan intrascendentes como banales y aburridas. Si quieren ver buen cine español, les sugiero ver la mejor película del año pasado que ha sido ninguneada para esta gala, El crack cero de José Luis Garci, que, junto a la interpretación de Antonio Banderas en Dolor y gloria, está a años luz del resto. Hubiese estado bien un duelo Garci-Almodóvar. Lo de Amenábar fue solo un mal chiste.

El caso de Almodóvar es paradigmático. De calidad cinematográfica indiscutible, le pierde en grado sumo la ideologización sectaria, también en ráfagas de sus películas (como el tic anticlerical). La mayor parte del cine español se caracteriza por la falta de nervio, densidad de ideas (aunque andan sobrados de ocurrencias) y hondura artística.

Buenafuente se permitió burlarse de la falta de nominaciones de El crack cero. Garci es relegado porque, a pesar de su calidad, no se somete a los dogmas de la izquierda cultural. Siempre es bueno tomar nota de las palabras de John Ford, pero en una noche como la del aquelarre goyesco de lágrimas y panfletos con más atención si cabe:

Decían que me gustaba matar indios en mis películas, pero mientras la gente derramaba lágrimas por su destino y escribía humanitarios panfletos, yo me rasqué los bolsillos para ofrecerles trabajo.

Ojalá los cineastas españoles estuviesen menos pendientes de contentar al ministro de Cultura de turno y más a la mayor parte de los espectadores. Que en lugar de pretender asaltar nuestras carteras vía Estado se rascasen sus propios bolsillos. Lo que significaría no solo que recaudasen más y se hiciesen más ricos, lo que no entristecería a nadie salvo a Pablo Iglesias y su tribu pobrista, sino que serían capaces de ganar premios tan importantes como el ganado en Cannes por Antonio Banderas, de los pocos que se salvan con su saber estar, su ecuanimidad y su talento en esa feria de vanidades mediocres que año tras año transmiten una imagen soez de vulgaridad y cretinismo de la industria cinematográfica española.

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