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Rosa Belmonte

La gloria de una actriz superada

El crepúsculo de los dioses no supuso una revitalización de la carrera de Gloria Swanson, sólo un maravilloso regalo.

El crepúsculo de los dioses no supuso una revitalización de la carrera de Gloria Swanson, sólo un maravilloso regalo.
El crepúsculo de los dioses | Cordon Press

Cuando Judy Holliday ganó su Oscar por Nacida ayer había dónde elegir. A cualquiera de las cuatro que competían les pondría un altar. A Judy, a Eleanor Parker por Sin remisión, a Anne Baxter por Eva al desnudo, a Bette Davis por la misma y a Gloria Swanson por El crepúsculo de los dioses. 1950 es un año extraordinario desde el punto de vista cinematográfico. Es muy posible que Bette Davis y Gloria Swanson se anularan y acabara ganando la única actriz de una comedia, algo extraordinario también.

A Mae West le pareció que era demasiado joven para interpretar a una estrella de cine mudo (y quería reescribir los diálogos). Era seis años mayor que Gloria Swanson, que sólo tenía 50 en la película de Billy Wilder, aunque ya se había ido a Nueva York a trabajar en la radio y en la televisión. Pero como su personaje le dice al portero cuando llega a la Paramount, sin ella no habría ningún estudio Paramount. Todas las fotos que decoran la casa de Norma Desmond son de la estrella Gloria Swanson. Un nombre, el del personaje, tomado de Norma Talmadge y el director William Desmond Taylor. También habían tentado a las retiradas Greta Garbo, Norma Shearer y Mary Pickford, a quien Wilder y Charles Brackett, el guionista (nunca volvieron a trabajar juntos), fueron a visitarla a Pickfair. A Pickford casi le da un ataque mientras le contaban la historia de esa actriz en decadencia. De hecho, el personaje tiene mucho de Mary Pickford, a quien no se veía el pelo, y de Clara Bow, que estaba como diez cabras.

Tampoco a Swanson le convencía mucho el papel y hasta se ofendió cuando le pidieron una prueba. George Cukor, que se empeñó en recomendarla y en convencerla, le dijo que como no aceptara las pruebas que le pidieran le iba a pegar un tiro. Por suerte aceptó. Otra que Wilder tenía en la cabeza era Pola Negri, pero el fuerte acento polaco, que echó a perder su carrera (además de cosas que no pasan ni en las películas) la descartó.

Se filmó en la casa de Jean Paul Getty, pero la piscina donde William Holden flota al principio se construyó para la película (también sirvió, vacía, para Rebelde sin causa). Fue el pago por utilizar la propiedad. Para el narrador muerto, para el guionista que trabaja con la vieja estrella, lo de William Holden nunca estuvo claro. Fue una elección tras muchos descartes. No había hecho nada importante salvo Golden boy con Rouben Mamoulian en 1939. El principal candidato era Montgomery Clift, que había firmado. Pero tenía un lío con Libby Holman, cantante mucho mayor que él, y rompió el contrato dos semanas antes de empezar a rodar. Wilder ofreció el papel a Fred MacMurray, que no quería hacer de gigoló (pero, vamos a ver, MacMurray es el objeto sexual más extraño e imposible del cine por mucho que nos guste Perdición). Marlon Brando les pareció demasiado joven y poco conocido. Gene Kelly también dijo que no. Como casi siempre pasa cuando sabes los otros nombres, no se te ocurre que Joe Gillis pudiera estar interpretado por otro que por Holden. O el mayordomo por otro que por Erich von Stroheim (llamaba a esta obra maestra, esa cosa del mayordomo). Cecil B. DeMille se interpretó a sí mismo. Un cameo mientras rodaba de verdad Sansón y Dalila, cuando Norma y Joe van al estudio a visitarlo. El tío cobró 10.000 dólares y un Cadillac. Y cuando Wilder pretendió un primer plano, pidió otros 10.000. Eso sí, no velaba sólo por él. Wilder quiso que Hedy Lamarr, la tía del wifi, hiciera otro cameo y DeMille pidió 25.000 dólares. Se les quitó la idea de la cabeza. Hay que pensar que Gloria Swanson cobró por la película 50.000 más 5.000 por cada semana de rodaje, como un caché de Supervivientes. Además, recibía 1.000 dólares a la semana durante los tres meses de promoción.

Cuando Swanson bajó la escalera al final de la película acabó llorando y el equipo también. Barbara Stanwyck, en el preestreno de la película, se arrodilló ante Swanson y le besó el dobladillo de la falda. Tenía mucho interés en saber qué sentía Mary Pickford y no le gustó que rechazara la película. "No puede enseñarse, Gloria, está demasiado superada. Todas lo estamos". El crepúsculo de los dioses no supuso una revitalización de la carrera de Gloria Swanson, sólo un maravilloso regalo. La posibilidad de ser la estrella de una de las mejores películas de la historia del cine. Una de las más crueles sobre Hollywood. Un guión prodigioso de Wilder, Charles Brackett y D.M. Marschan, Jr.

En 1974, cuando Gloria Swanson sí era mayor, vino a España. La trajo Enrique Herreros para Todo es posible…. Herreros recuerda la visita en A mi manera (Modus Operandi). 137. 363 pesetas le pagaron, más 75.000 de dos billetes de avión. Seis maletas para tres días. Y no se quitó la gabardina pese a que era verano. Recuerda Herreros su conversación cautivadora y también lo rarita que era. "Comía muy poco y viajaba con sus propios alimentos. Pretendía hervir el agua antes de bebérsela; tuve que insinuarle que teníamos un buen número de aguas minerales en España". Al llegar a un restaurante no miraba la carta. Abría el bolso y sacaba la comida que se había traído de Nueva York. Eso también exigiría un primer plano, señor DeMille.

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