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Gru: Mi villano favorito

Gru. Mi villano favorito, que se estrena el 8 de octubre, posee un fenomenal punto de partida que recuerda a esa maravillosa cinta de Brad Bird y Pixar titulada Los increíbles. Aunque esta vez sea el supervillano el que centre las miras del argumento, el filme producido por Universal ofrece posibilidades de desarrollar humor negro gracias a esa inversión de roles, por no hablar de la excusa perfecta para hacer mil y una bromas a costa de la saga de James Bond y la mitología de los superhéroes norteamericanos. Si a esto añadimos unos personajes diseñados con tino, y entre los que hay que destacar esos esbirros amarillos que han copado toda la campaña publicitaria, el resultado es uno de los filmes más entretenidos de los últimos meses. Tanto, que la película ofrece claras posibilidades para más de una secuela, que seguro que está ya en la hoja de ruta del estudio.

Pero hay que decirlo: a diferencia del título de Pixar citado más arriba, o la reciente Toy Story 3, Gru. Mi villano favorito renuncia a buscar una voz propia para apostar por la sencillez argumental, siguiendo la senda conocida en la animación familiar para todos los públicos dictada por títulos como Shrek y compañía. Esto significa que apuntes interesantes como los que hacen referencia a los bancos (retratados como súper entidades malignas) y la vida cotidiana y privada del propio Gru, que ejerce de papi mientras compite en villanía con sus enemigos (repleta de sugerencias estimulantes: vean su cara cuando un grupo de madres solteras se fijan en él...), tienen que ceder ante la imposición de presentar un producto familiar apto para todos los públicos.

Pero Gru. Mi villano favorito funciona muy bien como tal, y ofrece además destellos de verdadero genio tanto a la hora de mostrar la acción como la comedia física. El resultado es un filme fresco y muy válido, que aunque sacrifica su inicial originalidad en beneficio de la pura y dura diversión infantil, resulta ágil y estimulante para todo tipo de públicos, incluso teniendo en cuenta su previsible devenir y ciertos pasajes algo insistentes. Como la factura técnica ayuda, no hay nada en este Gru que impida recomendarla abiertamente.

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