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‘Piratas del Caribe: en mareas misteriosas’: estirando el chicle

Borrón y cuenta nueva... o no tanto. La saga Piratas del Caribe regresa con una cuarta entrega, En mareas misteriosas, y con un nuevo director, Rob Marshall (responsable de los musicales Chicago y Nine), pero conservando el permanente apoyo detrás de la cámaras de Disney y el productor Jerry Bruckheimer. Una nueva película en la que, todavía más, todo gira en torno al pirata Jack Sparrow interpretado por Johnny Depp, y en la que se ha abordado una necesaria simplificación argumental y una reducción del número de personajes -ya no están los interpretados por Orlando Bloom y Keira Knightley: lo agradecemos- para aproximar la película a la primera aventura más que a las dos posteriores.

Lo cierto es que la maniobra no le ha salido mal a Bruckheimer, y cuando En mareas misteriosas finaliza, tras poco más de dos horas de tiras y aflojas poco emocionantes, la franquicia sigue más o menos allí donde la dejó el director Gore Verbinski. Si en la tercera película la pura saturación argumental y visual consiguió anular las virtudes de la cinta, en la actual Rob Marshall consigue reconducir el asunto hacia derroteros menos aparatosos, pero tampoco excesivamente más ágiles. Marshall carece, eso sí, del poder visual de Verbinski, probablemente el único director capaz de inyectar inesperadas dosis de imaginación chocante, horror siniestro e incluso poesía en un juguete caro ideado en los despachos de Disney (y si no me creen, les remito a su última película, la recientísima Rango).

El adelgazamiento al que se ha sometido En mareas misteriosas da como resultado una película más fácil de ver que aquellas, y que conserva un cierto halo de magia en sus tramas secundarias, que para un servidor es lo único que da sentido a la función. Me refiero a, por ejemplo, la historia que envuelve a uno de los personajes secundarios de la cinta y una sirena, que sirve para crear cierto ambiente de peligro y romance a la función de forma inesperadamente perturbadora; a la escena que envuelve a estas criaturas y un grupo de marinos (la mejor de la película), o a imágenes como el barco decrépito de Ponce de León pendiendo de un acantilado. Son detalles que Marshall y compañía esparcen aquí y allá y que consiguen reactivar nuestra imaginación una vez ésta se halla en coma tras la retahíla de gracias de Depp y compañía.

Como siempre, la saga Piratas del Caribe brilla por el detalle de los personajes, por la presencia de actores como Geoffrey Rush, Ian McShane o incluso Richard Griffiths (que se entretienen con sus personajes más que el espectador con la película), y por algunos gags retorcidos y malvados. Desgraciadamente, todo está al servicio de una trama confusa y arbitraria que tampoco tiene mucha importancia, pero que se alarga, languidece y muere mucho antes de que se acabe la película. La verdadera diversión y la aventura que se nos promete sigue brillando por su ausencia. En mareas misteriosas es exactamente lo mismo por mucho que la nuevo componente romántico envuelva esta vez al personaje de Jack Sparrow y el de Penélope Cruz. Apenas hay emoción o genuina aventura en ella.

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