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'¡Qué dilema!': colega, tu mujer te pone los cuernos

El caso del director Ron Howard es peculiar. Después de décadas de carrera, pese a los Oscars de Una mente maravillosa y los millones de El código Da Vinci y Ángeles y demonios, todavía tiene cosas que demostrar cada vez que estrena película. Su nombre siempre es puesto en la picota por la crítica y ¡Qué dilema!, su regreso a la comedia después de varios años, no le va a ayudar a arreglarlo demasiado... algo que Howard se merece, pero menos de lo que algunos piensan.

El director comenzó su carrera con éxitos como 1,2,3... Splash y Dulce hogar... a veces, por lo que el género no le es extraño. En ¡Qué dilema! las risas pretenden presentarse a través de la historia de un solterón empedernido (Vince Vaughn) que se enfrenta al tremendo problema de si revelar a su sensible y mejor amigo la infidelidad de su esposa, a quien descubre accidentalmente con otro hombre.

Lejos de limitarse a los parámetros de una nueva entrega de comedia gamberra de colegas inmaduros, ¡Qué dilema! se adentra en territorios mucho más oscuros. A pesar de apoyarse en la buena labor de actores como Vince Vaughn y Kevin James, habituales de tal género, el guión de Allan Loeb (autor de Wall Street 2 o Sígueme el rollo, ambas de similar sustancia pese a su distinta adscripción genérica) avanza pronto a derroteros más dramáticos, o quizá más maduros. Aunque no mejores en resultados.

En ¡Qué dilema! hay dos películas que no acaban de coexistir con coherencia, a pesar de sus esfuerzos y el aceptable trabajo de estructura: si se eliminase la verborrea infantil de Vaughn y James, el resultado bien podría ser un denso melodrama francés, demasiado largo y con personajes que descubren oscuras facetas de sí mismos y de los demás (la infidelidad de Geneva (Winona Ryder); la adicción a las apuestas de Ronny; la afición del teóricamente puro Nick de pulular por ciertos clubs nocturnos...). Si Howard hubiese sabido gestionar la locura y el enredo, estaríamos hablando de otra cosa. Tal y como ha señalado algún crítico norteamericano de forma un tanto excesiva, ¡Qué dilema!, -película fallida se tome por donde se tome- huele a posible cinta de culto.

Y es que se enfrenta a un escollo imposible de salvar: se trata de una comedia que no hace reír. La nueva incursión de Ron Howard en ese género no le va a ayudar a reconciliarse con la crítica -si es que alguna vez estuvo congraciado-, pero pese a ello el resultado anda lejos de carecer de interés.

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