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'Resacón 2: ahora en Tailandia'. Si algo funciona, ni lo toques

Cuando en 2009 se estrenó Resacón en Las Vegas, de Todd Phillips, seguramente ni los ejecutivos más optimistas de Warner se esperaban sus exorbitantes números en la taquilla, y mucho menos las buenas opiniones de la crítica internacional. Resacón 2: Ahora en Tailandia, que se estrena el viernes, llega habiendo pulverizado todos los récords de recaudación para una película clasificada R en EEUU (restringida para menores de 17 sin acompañamiento de un adulto), demostrando que el público mundial estaba absolutamente hambriento de otra aventura del trío de resacosos que vuelven a interpretar Bradley Cooper, Ed Helms y Zach Galifianakis.

Resacón 2 es un filme que nace poco menos que marcado por su precedente. El director Todd Phillips se ve limitado, precisa y paradójicamente, por el fornido esqueleto argumental de su redonda primera entrega, totalmente forzado a repetir el esquema para no enojar al estudio (y al público también, no les quepa duda). De modo que tenemos, de nuevo, a la pandilla el día anterior a la boda de uno de sus miembros, habiendo perdido a un cuarto acompañante, y obligados a deshacer sus pasos como si de un misterio se tratase, en lo que fue la brillantísima aportación al género de Resacón en Las Vegas. Phillips ha seguido al pie de la letra aquella máxima de que si algo funciona, mejor no lo toques.

De modo que Resacón 2 restringe las novedades al nuevo escenario -Bangkok, fotografiado con todo lujo de detalles- y a la mayor escatología de algunas de sus bromas. Phillips no suma, toca ni retuerce nada de la primera entrega, y se limita a seguir pulcramente su propia pauta con una nueva aventura, más exótica y cafre. Las risas se repiten, que era lo importante, pero la fórmula, que entonces era fresca, sufre las consecuencias y pierde naturalidad. Eso sí, el director de Resacón en Las Vegas y Salidos de Cuentas se sigue distinguiendo de sus coetáneos al aportar, al menos, un gusto superior a la media en la puesta en escena, con una heterogénea elección de canciones y un buen tratamiento fotográfico de la degradada urbe. Un dominio visual que se demuestra en la mayor atención al detalle dispensada a las nuevas situaciones y escenarios, y que crea los mejores gags de la función. Lo demuestran imágenes impagables como, por ejemplo, la del mono leyendo el periódico (atentamente observado por el perturbado Alan, de nuevo Zach Galifianakis), o el mismo echando el ancla tras haber "aparcado" una lancha en tierra, entre muchas otras...

Pero nada de eso oculta lo que ocurre en la trastienda. Resacón 2 es un trabajo alimenticio y forzado que no aporta nada relevante a la notable primera película. Phillips, artesano de la comedia de indudable talento, se balancea y debate peligrosamente entre una nueva versión de Blake Edwards, más macarra y con menos mala uva, y en lo que acabó derivando un industrioso Ivan Reitman (El pelotón chiflado, Cazafantasmas). Si en Resacón en Las Vegas ganó el pulso el primero, en esta segunda parte el que asoma por todas partes es el segundo.

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