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Potsdam, final infeliz

La Conferencia Terminal, que así se denominaba en clave, tuvo lugar en el Cecilienhof desde el 17 de julio hasta el 2 de agosto de 1945, hace 70 años.

La Conferencia Terminal, que así se denominaba en clave, tuvo lugar en el Cecilienhof desde el 17 de julio hasta el 2 de agosto de 1945, hace 70 años.
Tras la conferencia: Attlee, Mólotov, Truman, Byrnes, Bevin, William D. | Wikipedia

La Conferencia Terminal, que así se denominaba en clave, tuvo lugar en el Cecilienhof, en Potsdam (capital de Brandeburgo, unos 40 km al suroeste de Berlín, y antaño residencia de los reyes de Prusia), desde el 17 de julio hasta el 2 de agosto de 1945, ahora hace 70 años. Y su propósito era, como su nombre en clave parecía indicar, concluir o acabar con la guerra, ya derrotados los regímenes nacionalsocialista y fascista (Alemania e Italia) y sus satélites (Croacia, Eslovaquia, Finlandia, Hungría, Rumania) pero subsistente el régimen imperial japonés. A la conferencia acudieron: por parte de los EE.UU. Harry S. Truman (Presidente, sucesor de Roosevelt, fallecido el 12 de abril); por parte de la U.R.S.S., Stalin; y por parte del Reino Unido, Churchill quien, tras perder las elecciones del 5 de julio, fue sucedido por el Primer Ministro laborista Clement R. Attlee.

La agenda de la conferencia se dividía en dos bloques principales: Europa y Japón. Por lo que respecta a Europa, la Conferencia impuso a Alemania la devolución de Alsacia y Lorena a Francia, Eupen y Malmedy a Bélgica, y los Sudetes a Checoslovaquia; además de la división de Alemania y Austria en cuatro zonas de ocupación (una más que las acordadas en Yalta, para -a petición de Churchill- dar cabida a Francia). En cuanto a ganancias territoriales, exigidos por Stalin ya en la Conferencia de Yalta todos los territorios polacos al este de la Línea Curzon (la Polesia y la Volinia, al norte y al sur, respectivamente, de los pantanos de Pripet, y la Galitzia Oriental, unos 135.000 km cuadrados), poco pudieron hacer los angloamericanos para negarse a entregárselos, aunque ello supusiera olvidar que el Reino Unido había entrado en guerra precisamente para mantener la independencia de Polonia.

Por otra parte, los soviéticos (para compensar y mantener a los alemanes cuanto más alejados mejor) atribuyeron a Polonia los territorios alemanes situados al este de la línea Oder-Neisse (una pequeña parte de Brandeburgo, Pomerania y Silesia -103.000 km cuadrados), la ciudad de Stettin (al oeste de la desembocadura del Oder), la Ciudad Libre de Danzig (pretexto hitleriano para atacar a Polonia) así como la mitad sur de la Prusia Oriental (provincias de Warmia y Mazuria). Ese intercambio de territorios determinó el desplazamiento forzoso de más de 10 millones de alemanes, polacos, ucranianos y rusos.

No estaba claro a qué río Neisse se refería el acuerdo: si al Neisse de Glantz o al Neisse de Lusacia; ambos afluentes del Oder por la izquierda. Como el Neisse de Lusacia está mucho más al oeste, los rusos señalaron este río, sin que los angloamericanos, creyendo que era una cuestión técnica a resolver por los cartógrafos, prestasen mayor atención al asunto. De esta forma, Polonia se encontró con 82.560 km cuadrados de más, territorio que comprendía entre otras las ciudades de Breslau, Oppeln, Leignitz, Grünberg, Hirschberg y toda la cuenca minera silesiana.

Operaciones contra Japón

En relación con Japón, se discutió sobre las próximas operaciones militares a desarrollar, una vez que Okinawa (territorio metropolitano japonés) ya estaba en poder de las fuerzas norteamericanas. Un cálculo aproximado cifraba en un millón de soldados los que serían necesarios para que los yanquis invadieran el Japón; el número de bajas se preveía enorme, no menor de 500.000, dada la feroz resistencia que se esperaba de los nipones. Y el objetivo final, la rendición del país, requeriría un año más de combates. Por ello, Truman tenía interés en que la Unión Soviética entrara en guerra con el Japón; a tal efecto en Yalta había animado a Stalin a apoderarse de Manchuria, de la mitad meridional de la isla de Sajalín (entregada al Japón por el Tratado de Portsmouth, de 5 de septiembre de 1905 que puso fin a la Guerra Ruso-Japonesa) y del archipiélago de las Kuriles. Cierto es que si la Unión Soviética atacaba al Imperio, rompía el Pacto de No Agresión firmado entre ambos países el 13 de abril de 1941, pero los rusos ya habían denunciado el Pacto el 5 de abril de 1945 alegando un cambio de circunstancias, con lo que en cualquier momento podían comenzar su ataque.

Ocurrió sin embargo que pocos días antes del comienzo de la conferencia Truman tuvo la confirmación de que la bomba atómica (el proyecto Manhattan, que había sido experimentado con éxito en Alamogordo, Nuevo Méjico, el 16 de abril de 1945) estaba ya operativa; ante la previsión de bajas si se invadía el Japón, el presidente norteamericano decidió lanzar la bomba; al propio tiempo afirmó que los ejércitos de los EE.UU. serían los únicos ocupantes del Japón. Truman informó a Stalin que Norteamérica tenía un arma especialmente poderosa que utilizaría contra ciudades niponas en los próximos días. Stalin fingió indiferencia ante el anuncio, y calló. Y es que los rusos tenían toda la información sobre la bomba, que el científico comunista británico de origen alemán Klaus Fuchs, que formaba parte del proyecto, les había estado pasando desde 1943.

La Conferencia hizo una declaración el 26 de julio de 1945 conminando al Japón a la rendición incondicional (la declaración se hacía en nombre de los EE.UU., del Reino Unido y de China; la Unión Soviética no había declarado todavía la guerra al Imperio del Sol Naciente), anticipando la ocupación militar y la persecución de los criminales de guerra, pero asegurando que la población civil sería respetada y que la nación no sería destruida. Se afirmaba que el poder que ahora converge sobre el Japón es inconmensurablemente mayor que el que se aplicó a los Nazis que se resistían y que la negativa a la rendición implicaría la inmediata y absoluta destrucción.

Como es sabido, el 6 y el 9 de agosto de 1945, bombarderos Superfortress B-29 que despegaron de Tinian, en las Marianas, arrojaron sendas bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki (la segunda bomba fue más potente que la primera, con una fuerza de 21.000 toneladas de TNT la de Nagasaki frente a 15.000 toneladas la de Hiroshima), causando un total de 140.000 muertos inmediatos y 200.000 muertos en los cuatro meses siguientes. Eran menos bajas que las 500.000 causadas desde octubre de 1944 con los bombardeos incendiarios convencionales pero el efecto de la radiación nuclear es casi perpetuo y las lesiones de los escasos supervivientes abocaban al cáncer, posibles mutaciones genéticas, etc.

La responsabilidad

¿Quién tomó la responsabilidad de lanzar la bomba? A poco de ocupar la Truman la Presidencia el 12 de abril de 1945 su Secretario de Guerra, Stimson, le dijo: "Con toda probabilidad habremos completado el arma más terrible nunca conocida en la historia humana". Fue Truman quien ordenó el bombardeo teniendo en cuenta diversos factores, tales como el deseo de la población norteamericana de acabar ya la guerra, la posibilidad de conseguir una victoria rápida por medios no convencionales, así como las relaciones con la Unión Soviética. La decisión fue tenida por acertada por la mayoría de sus compatriotas y especialmente por la mayor parte de los científicos que participaban en el proyecto (131 de 150, aunque 69 dentro de esa mayoría eran partidarios de dar un aviso claro al pueblo nipón de lo que se le venía encima). Truman no quería que sus ejércitos tuvieran más bajas, por lo que decidió que fueran los japoneses (quienes habían empezado la guerra con un devastador y traicionero ataque en Pearl Harbour) los que pagaran, con creces, el gasto. Truman, como Roosevelt, había exigido a Alemania y al Japón rendición incondicional, y entendía que el lanzamiento de la bomba podía determinar la deseada rendición.

El ultimátum que suponía la Declaración de Potsdam fue respondido por el Primer Ministro Suzuki con una firme e incluso despectiva negativa. Pero después de la bomba del 9 de agosto las perspectivas cambiaron de forma radical. El Emperador Hiroito pidió a su gobierno aceptar la rendición (en reuniones exasperantemente lentas, pues las intervenciones del Emperador -por lo demás ligeramente tartamudo- se hacían en el especial idioma palaciego y tenían que ser traducidas a los ministros, y a la inversa, a pesar de que todos conocían ambos idiomas). Por fin, Hiroito pronunció una frase críptica: "Lo insoportable debe ser soportado, lo que los ministros entendieron como una orden para terminar la guerra y deponer las armas".

El día 15 el Emperador explicó a la nación, en una comunicación radiofónica pública e insólita, la derrota, las nuevas circunstancias y la aceptación de la rendición. Estuvo a punto de no poder hacerlo pues una decena de militares irreductibles inducidos por el General Anami, Ministro de la Guerra, quisieron impedir la radiotransmisión del mensaje, buscando hacerse con el disco en que se había grabado. Los conjurados, después de asesinar al General Mori, Jefe de la División de la Guardia Imperial, que se oponía al golpe, recorrieron el Palacio y no encontraron el disco (aparte de que se había escondido una copia entre la ropa de lavandería); luego, viendo que Hiroito dormía plácidamente no se atrevieron a despertarle (según Calvocoressi, hacerlo habría sido una impiedad) y se retiraron, tras de lo cual se suicidaron, como otros 600 militares en Tokio, solo aquel día.

La Unión Soviética declara la guerra a Japón

Entre tanto, el 8 de agosto de 1945 la Unión Soviética había declarado la guerra al Japón y el Mariscal Vasilevsky había lanzado sus Primero y Segundo Frentes del Lejano Oriente y su Frente Transbaikalo sobre los desmoralizados ejércitos imperiales. En dos días, los rusos se hicieron con la Mongolia Interior, Manchuria y el norte de Corea (hasta entonces colonia japonesa), quedando el paralelo 38º N como línea divisoria de la península entre rusos y norteamericanos. El 18 de agosto se hicieron con la mitad sur de la isla de Sajalín (la línea divisoria estaba en el paralelo 50º N) y comenzaron la ocupación de las Kuriles, que culminaron el 1 de septiembre.

¿Se habría rendido Japón de no haber sido bombardeada con dos bombas atómicas? Nunca lo sabremos con certeza. El General Le May, que dirigía el XXI Mando de Bombardeo desde las Marianas insistía en que el Japón estaba ya a punto de colapso por los bombardeos incendiarios y que, a principios del otoño de 1945, se rendiría, ya sin industria ni armas (aseguró que ya no quedaban objetivos que destruir).

Por otra parte, el bloqueo naval norteamericano había privado de combustible y de alimentos a la población civil japonesa, que pasaba verdadero hambre, mientras que los pocos alimentos que quedaban se destinaban a las fuerzas armadas; en este sentido, el anuncio de Hiroito de aceptar la rendición fue acogido con alivio por la población civil, que no podía soportar tanto castigo y que, ahora después de cuatro años, añoraba la paz. Y en todo caso, los japoneses temían que los soviéticos se convirtieran en tropas de ocupación; viendo la cercanía del Ejército Rojo ya asentado en Manchuria y en el norte de Corea, prefirieron rendirse cuanto antes a los yanquis, a los que odiaban pero de los que sabían que, como ejército ocupante, podrían obtener un trato humanitario. La rendición también benefició a la política norteamericana; Truman ya no tenía que pedir a Stalin que le ayudara a acabar con el Japón.

Además los políticos japoneses sabían que el General Mac Arthur (con la aprobación de Truman) respetaría al Emperador, quien pese a su aislamiento de la población (vivía absorbido por sus estudios de biología marina, en la que era un verdadero experto) gozaba de un enorme prestigio, pues simbolizaba el espíritu de la raza japonesa y era, más que en cualquier otra monarquía, el símbolo de la unidad nacional.

El final de la guerra

La firma del instrumento de capitulación a bordo del USS Missouri, en la Bahía de Tokio) el 2 de septiembre de 1945 escenificaba el final de la guerra. Truman designó al General Mac Arthur para aceptar la rendición de los japoneses, lo que éste hizo acompañado del Almirante Nimitz y de los Generales Wainwright y Percival (estos dos últimos recién liberados de los campos de concentración japoneses en Manchuria). Por parte japonesa firmaron el Ministro Mamoru, en nombre del Emperador, y el General Yoshijiro en nombre del Cuartel General Imperial.

El empleo de la bomba atómica (fisión nuclear) se reveló como la forma más radical de aniquilar seres humanos. Nunca sería utilizada en otras guerras convencionales a pesar de que desde el principio su posesión dejó de ser monopolio norteamericano. Truman, impresionado por los resultados del Japón, declaró que nunca autorizaría el lanzamiento de una tercera bomba atómica, lo que no hizo ni siquiera en los momentos más críticos de la Guerra de Corea.

La Alemania nacionalsocialista empezó la guerra para conseguir el lebensraum o espacio vital que permitiera el desarrollo del Reich de los Mil Años (que solo duró doce) y acabó siendo un país reducido a las dos terceras partes de su extensión original, destruido y culpable de haber asesinado a millones de propios y extraños en una guerra inútil. El Reino Unido y Francia declararon la guerra a Alemania para honrar sus acuerdos de asistencia mutua con Polonia de 6 y 13 de abril de 1939, respectivamente; pero no ayudaron al agredido, y después de casi cinco años de ocupación nazi y soviética, Polonia quedó mutilada, destruida y sojuzgada durante otros 45 años por el régimen totalitario comunista. El Japón quería crear una Gran Área de Co-prosperidad en Asia y no consiguió sino llevar el hambre, la destrucción y la muerte a sus propios ciudadanos y a los territorios cuya prosperidad decía desear. Si según Clausewitz la guerra es la continuación de la política por otros medios las políticas que generaron la Segunda Guerra Mundial no pudieron resultar más criminales y desastrosas.

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