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Emilio Campmany

De la ley a la ley

Torcuato Fernández-Miranda ha caído en un completo olvido habiendo sido, con mucho, el personaje más relevante de la Transición.

Torcuato Fernández-Miranda ha caído en un completo olvido habiendo sido, con mucho, el personaje más relevante de la Transición.
Casa Real

Hoy, que hace cien años que nació en Gijón, casi nadie se acuerda de Fernández-Miranda. Quizá sea porque España siempre ha sido una madrastra para sus hijos más leales. Quizá sea porque, al mirarnos al espejo a ver qué fuimos cuando despertamos la admiración del mundo durante la Transición, nos guste vernos altos y guapos, como lo eran Adolfo Suárez y Juan Carlos. Su sobrino nieto lo ha llamado El guionista de la Transición al escribir su biografía. Se ha inspirado en la feliz comparación que Rodolfo Martín Villa hizo de ese período de la historia de España con un montaje teatral en la que el rey desempeñó el papel de empresario, Suárez el de actor y Fernández-Miranda, precisamente el de guionista.

Sin embargo, surgió un problema. Hubo un momento en que el actor principal se negó a seguir el guión y empezó a meter sus propias morcillas en el libreto por negarse a hacer el mutis que el autor había escrito para su personaje, previsto para cuando se convocaran las primeras elecciones libres y democráticas. Como en una obra de Pirandello, el personaje quiso a partir de entonces escribir su propio papel y el actor que lo encarnaba lo secundó. Y pasó lo que ocurre siempre que los actores hablan sin texto al que atenerse, que se dijeron e hicieron muchas tonterías. La mayor de todas fue dejar que dos audaces ignaros como Fernando Abril Martorell y Alfonso Guerra redactaran nuestra Constitución y construyeran ese fantasmagórico edificio que es su Título VIII.

Al final, habiendo el actor despedido al guionista, tuvo que ser el empresario el que echara de la escena al petulante cómico. Pero, como no estaba allí ya el autor para encontrar el mejor modo de hacerlo dentro de la ley, la cosa acabó en un intento de golpe de Estado que por poco hace descarrilar el tren. Ni siquiera supieron seguir la máxima que Torcuato Fernández-Miranda les había enseñado que había que tener bien presente a lo largo de todas las escenas en las que España pasó de la dictadura a la democracia: "De la ley a la ley".

Hoy nadie hace caso de la ley, ni siquiera de la Constitución. El Ejecutivo no impone su cumplimiento, el Legislativo las redacta ad hoc y el Judicial las aplica según conviene a los otros dos poderes. Y, naturalmente, como corresponde a esta época en la que los héroes lo son por lo que parecen y no por lo que son y los villanos sólo son vistos como tales si son tan torpes como para dejarse condenar por los tribunales, Torcuato Fernández-Miranda ha caído en un completo olvido habiendo sido, con mucho, el personaje más relevante de la Transición. Quizá venga un día un historiador a poner a cada cual en el sitio que se merece. O quizá no venga nunca. Quién sabe.

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