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Pedro de Tena

Nietzsche y los caballos

Hace 128 años, Friedrich Nietzsche presenció el maltrato a un caballo. Acudió a socorrer al animal y nunca más volvió a hablar ni a escribir.

Hace 128 años, Friedrich Nietzsche presenció el maltrato a  un caballo. Acudió a socorrer al animal y nunca más volvió a hablar ni a escribir.
Friedrich Nietzsche en 1887 | Wikipedia

Todos los días 3 de enero desde 1889 se conmemora uno de los sucesos más enigmáticos y emocionantes de la historia de la Filosofía. En la mañana de ese día de hace 128 años, Nietzsche paseaba por el centro de Turín, adonde había viajado para recuperarse de sus perpetuas dolencias, cuando presenció la última escena consciente de su vida: el maltrato a latigazos de un cochero, o carretero, a su caballo, que se desplomó en la calzada. Nietzsche acudió a socorrer al animal, se abrazó a su cuello sollozando y poco después cayó al suelo mascullando oscuras frases – una de ellas se cree que fue "Mamá, soy un tonto" -, y nunca más volvió a hablar ni a escribir hundiéndose en un estado intelectualmente vegetativo.

En un libro titulado Mi hermana y yo, atribuido a Nietzsche con discutible fundamento se refiere en primera persona el acontecimiento del caballo de Turín:

…aunque he aconsejado a los demás que sean duros y crueles, toda mi vida he estado uncido al yugo de la piedad, y cuando vi en Turín que un caballo era castigado por su dueño, corrí fuera de la casa, abracé al animal y vertí amargas lágrimas por su destino. Esto ha sido la causa de mi ruina: el divorcio entre lo que he predicado y lo que he hecho; y lo ha sido también de la mente occidental, que, como la mía, está enloqueciendo.

Pero demasiadas fuentes coinciden en que, tras ese hecho, Nietzsche no volvió a hablar ni a escribir. Es decir, no pudo haber escrito tal confesión.

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El suceso ha impresionado a generaciones de lectores del filósofo alemán y a muchos otros que lo han identificado con una manifestación de ternura por un animal débil e indefenso ante un poder irrespetuoso. Aquel caballo legendario ha tenido vida cinematográfica - representado por cierto por una yegua -, debido a que su trayectoria posterior a aquel suceso ha sido recogida en El caballo de Turín (A Torinói ló, en húngaro), una película dirigida hace más de cinco años por Béla Tarr y Ágnes Hranitzky. Fue premiada con el Gran Premio del Jurado en el Festival de Berlín de 2011.

La reconstrucción de la conmovedora escena, que algunos consideran extraña en un pensador que parecía preferir la crueldad de los fuertes de la viejas civilizaciones antes que la compasión por los débiles heredada del cristianismo, puede verse asimismo en la película Días de Nietzsche en Turín, rodada en portugués por Julio Bressane, sin diálogos pero con textos del autor intercalados en una continuidad de piezas musicales compuestas por el propio Nietzsche. Y en otras.

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Literariamente hay una escena parecida a la de Turín en la novela de Dostoievski, Crimen y Castigo, novela en la que el futuro asesino Raskólnikov sueña que es un niño de siete años y recuerda cómo reaccionó ante la tortura inmisericorde que un grupo de campesinos borrachos infligieron a una yegua exhausta hasta causarle la muerte. El luego famoso criminal se abrazó a la yegua besándole los ojos y la boca antes de abalanzarse sobre uno de sus agresores.

Este es el momento:

-Se había empeñado en no galopar.
- ¡Es mío! -exclama Mikolka con la barra en la mano, enrojecidos los ojos y como lamentándose de no tener otra víctima a la que golpear.
-Desde luego, tú no crees en Dios -dicen algunos de los que han presenciado la escena.
El pobre niño está fuera de sí. Lanzando un grito, se abre paso entre la gente y se acerca al caballo muerto. Coge el hocico inmóvil y ensangrentado y lo besa; besa sus labios, sus ojos. Luego da un salto y corre hacia Mikolka blandiendo los puños. En este momento lo encuentra su padre, que lo estaba buscando, y se lo lleva.

Si tal escena tuvo o no que ver con el comportamiento de Nietzsche ante el sufrimiento del caballo de Turín, no puede asegurarse si bien está demostrada la admiración que el autor ruso provocó en el alemán, que lo comparó ventajosamente con Stendhal en varias ocasiones.

De que valoraba las apreciaciones psicológicas de Dostoievsky sobre los criminales es prueba el texto siguiente, incluido en uno de sus "martillazos" filosóficos:

Este hombre profundo, quien tuvo diez veces razón de despreciar a los alemanes superficiales, sintió a los presidiarios siberianos, con los que convivió durante largo tiempo, criminales sin excepción, para los cuales no había retorno posible al seno de la sociedad, a pesar de lo que Dostoievsky supusiera…

Naturalmente, el maltrato de caballos y de otros muchos animales es una constante del comportamiento de demasiados seres humanos. También es constante la compasión de otros muchos seres humanos por el sufrimiento animal. Dos ejemplos nacionales bastarán para mostrar que la literatura ha recogido estos procederes. Pío Baroja relató la agonía de un caballo al que los dueños no quisieron abandonar por considerarlo una crueldad. Gabriel Miró describió otro abrazo a un caballo maltratado por una "locura".

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Lou Andreas Salomé, Paul Rée y Nietzsche

Pero, ¿cuál fue la presencia de los caballos en la vida de Nietzsche? Pues comencemos por decir que la escena de Turín fue casi imaginada previamente por el propio autor alemán pero su valoración es bien diferente de lo que pudiéramos esperar: "Ayer me imaginé un cuadro de una moralité larmoyante (moralidad lacrimógena), para decirlo como Diderot. Paisaje invernal. Un viejo carretero que, con la expresión del cinismo más brutal, más duro aún que el invierno que tiene a su alrededor, orina sobre su propio caballo. Este, una pobre criatura maltratada, vuelve la cabeza agradecido, muy agradecido", escribió a Reinhart von Seydlitz en Múnich precisamente desde Turín, meses antes del acontecimiento, el 13 de mayo de 1888.

Nietzsche montaba a caballo al menos desde 1867. Lo cuenta así:

Nuestros jinetes se han caído todos, quiero decir, antes de subirse al caballo. Sólo Rohde (un amigo suyo) lo ha conseguido. Nosotros dos hicimos correr a nuestros caballos desde las 4 hasta las 5 de la tarde con todas las fuerzas, y nos sentimos muy bien cuando lo hacíamos y después. Las sacudidas son muy beneficiosas para el vientre. Se tiene sed y hambre y se duerme profundamente.

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Nietzsche y su hermana

Por ello, le pide a su madre y a su hermana ese mismo año que le pidan prestado un caballo para seguir con sus "estudios ecuestres".

Tuvo un caballo en el Ejército, donde se encontraba a gusto, al que llamaba Balduin. "Has de saber que quien pertenece a la artillería a caballo tiene que estudiar una cantidad increíble de cosas. Lo que más me gusta son las lecciones de equitación. Tengo un caballo muy bonito y debo poseer también un talento para montar. Cuando me lanzo con mi Balduin a la gran plaza de armas, me siento muy satisfecho de mi habilidad". Pero alguna vez dejó caer: "Qué desgraciado animal es un artillero de a pie y a caballo con aficiones literarias!", porque, naturalmente, también debía "cepillar, limpiar y enjaezar los caballos".

Quizá debamos a éste, o tal vez a otro caballo, el que Nietzsche pudiera reemprender sus estudios tras una pausa obligada por el servicio militar, donde ocupó la posición de artillero a caballo, tares que le ocupaba 11 horas diarias. Cuenta el pensador alemán:

En el verano de 1867 (a los 23 años) tuve que dejar los estudios, puesto que, entretanto, había sido declarado «apto» para realizar el servicio militar. En calidad de artillero a caballo tuve mucho trabajo y mucho que aprender; pero, a consecuencia de una desgraciada caída, me atacó una grave enfermedad. Ésta trajo consigo la agradable consecuencia de permitirme regresar a mis estudios mucho antes de lo que autorizaban las ordenanzas militares.

Él mismo lo contó poco después así:

Finalmente monté la bestia más fogosa y nerviosa de la batería. Un día, durante la hora de equitación, al tratar de saltar rápidamente sobre el caballo fallé; me di en el pecho con el borde delantero de la silla de montar y advertí en el lado izquierdo un violento desgarro. Seguí cabalgando tranquilamente y durante día y medio pude soportar el creciente dolor. Sin embargo, al segundo día por la tarde tuve dos desmayos, y al tercer día me quedé en el lecho, rígido y como clavado bajo dolores muy fuertes y con fiebre alta.

Sin embargo, reconoció alguna vez que añoraba a su caballo y la vida militar.

Luego, en diferido, en 1880, en su Aurora, reflexionó sobre una caída de caballo:

Tercero: podemos abandonarnos deliberadamente a la satisfacción de un instinto salvaje y desenfrenado hasta hastiarnos, a fin de que este hastío nos ayude a dominar ese instinto, siempre y cuando, claro está, que no hagamos lo que el jinete que, por domar un caballo, se rompe la cabeza, que es lo que, desgraciadamente, suele suceder en este tipo de intentos.

Hay otro caballo destacable, o mejor dicho, su panza, en la juventud de Nietzsche. Admirador precoz de Schopenhauer y su estudio sobre el mundo como voluntad y representación, confesó que cuando se encontraba en periodo de sombras, la panza de su caballo de la II Batería de reparto del regimiento de artillería de campaña, le servía de consuelo. "Cuando me encuentro en dificultades sobre la panza del caballo murmuro 'Schopenhauer, ayúdame'".

La del caballo es una cultura noble

Nietzsche consideraba al caballo, a pesar de su yugo esencial que suponía era no poder hablar con el entumecimiento consiguiente de su alma, como uno de los tres animales más orgullosos de la tierra "pues sigue siendo verdadero el viejo dicho: el espíritu orgulloso, el pavo real y el caballo son los tres animales más orgullosos sobre la tierra." Cuando se refiere al filósofo o espíritu orgulloso lo hace por ser el único pretendiente de la verdad (Acerca de la verdad y la mentira en sentido extramoral), algo que horrorizaba a Lenin por impedir la disciplina del rebaño comunista y lo escribe explícitamente.

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Para Nietzsche, la del caballo es una cultura noble y, naturalmente, en su momento histórico, tenía un gran protagonismo. La nobleza la percibía en la conjunción de jinete y animal cuando se ve caminar "al paso español a un caballo fogoso y vivo" o cuando el "jinete que advierte que su caballo se lanza disparado como una fuerza de la naturaleza y que ambos están a punto de perder la cabeza, pero que gozan de la carrera irguiéndose con orgullo". De hecho, recuerda a los caballos que montó: "¿Qué hace el noble caballo que entonces cabalgué?", preguntaba a Oscar Oehler en 1870.

Incluso se refiere al caballo mencionado por el poeta Íbico de Regio, un avejentado jaco de carreras del que el vate contaba que temblaba antes de los Juegos porque sabía el terrible esfuerzo que le esperaba en la competición de carros. De hecho recuerda el verso: "En verdad tengo miedo de lo que pasará".

El caballo desbocado es una figura utilizada por Nietzsche para significar a los luchadores intelectuales, tal vez él mismo, "que son impacientes consigo mismos y sombríos, como Byron o Alfredo de Musset y que, en todo lo que hacen, parecen caballos desbocados, esos hombres a los que su obra sólo les procura una corta satisfacción y un fuego que casi hace estallar las venas…"

Tampoco el castigo a los caballos le era ajeno a Nietzsche. En una de las Canciones del Príncipe escribe:

Vi correr a tus caballos
por las llanas eras celestiales
y el carro vi que te llevaba,
a ti mismo vi tender la mano
y cual rayo, el látigo blandiendo
en lomos de los brutos restallaba.


Los periódicos berlineses de su tiempo trataron de insultarle considerándole uno de los caballos enganchados "al tronco de los lacayos literarios de Wagner". Pero el propio Nietzsche usaba a los caballos para denigrar a su legión de opositores o meramente antipáticos. Por ejemplo, "cuando Gervinus, ese crítico indiscutible, vuelve otra vez a darnos clase de su aprendido entusiasmo y de sus galopes propios de un caballo de alquiler…"

O, tal vez: ¿Y quién podrá ser aquel straussianesco Beethoven-bombón? Según se nos dice, compuso nueve sinfonías, y de ellas es la Pastoral "la que menos espíritu tiene"; nos enteramos de que a cada tercera sinfonía su autor se sentía impulsado "a dar coces por encima de la vara del carro y a buscar una aventura", de lo cual casi nos estaría permitido inferir que era un ser doble, mitad caballo y mitad jinete.

Un tábano socrático para agilizar a los caballos ciudadanos

Nietzsche llegó incluso a llamar "caballos" a los temas recurrentes de algunos autores como el doctor Förtster (Paraguay y el antisemitismo) y en una carta a Malwida von Meysenbug se llama así mismo "caballo viejo" (1886). Recordaba la necesidad de un tábano socrático para agilizar a los caballos ciudadanos de Atenas, comprendió que la verdad y los animales, caballo, por ejemplo, se avienen bien, que los malos modales de los caballos fogosos que no han conocido jinete son una buena señal y que la democracia sólo es un caballo nuevo contra el que conspiran los marginados, los ricos y los partidos.

Aunque su Zaratustra no sitúa al caballo en las tres metamorfosis del espíritu, alude más de una vez a la monta de caballos.

¿Tú has montado a caballo? ¿Y ahora cabalgas velozmente hacia tu meta? ¡Bien, amigo mío! ¡Pero también tu pie tullido va montado sobre el caballo! Cuando estés en la meta, cuando saltes de tu caballo: precisamente en tu altura, hombre superior - ¡darás un traspié!

Nietzsche parece sentir debilidad por el caballo salvaje, el idóneo para tirar sus lanzas. Y describe a uno platónico:

Apenas habla usted, se agita en mí esa ala platónica, y sólo en las pausas debo luchar, como auriga de mi alma, con el caballo recalcitrante, selvático y rebelde, que también Platón describió como zambo, zafio, de cuello fuerte y corto y hocico achatado, de pelo negro, de ojos grises e inyectados en sangre, con las orejas hirsutas y los oídos torpes, siempre listo para los crímenes y las atrocidades, a duras penas domable con la fusta y la vara.(Conferencia sobre el porvenir de las instituciones educativas).

El caballo es fuente de placer y belleza para Nietzsche, que recuerda que los asistentes a la fiesta de Bendis, la diosa tracia de la luna y la caza, gozaban de una carrera de antorchas a caballo y una fiesta nocturna en El Pireo. El pensador germano, experto en filología clásica, alude muchas veces a los caballos legendarios, desde el famoso de madera de abeto, arce o encina, contradicciones haylas, a los dos caballos de Ulises o de Parménides y a la cría de caballos de Empédocles.

En la edición de Manuel Garrido de sus textos Sobre verdad y mentira en sentido extramoral y otros fragmentos de filosofía del conocimiento en Tecnos, 2010, puede leerse como anécdota la escena del caballo de Turín y se añade: "Sin recuperar jamás la lucidez mental, el desdichado pensador conservó el don de improvisar al piano y repetía inocentes disparates, entre otros el de declarar que era español". Vaya.

Recordemos para acabar lo que decía Virgilio, y repitió Nietzsche, cuando exigían el fin de un poema u obra: "Ya es hora de dejar libre los cuellos sudorosos de los caballos". Sea.

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