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Fernando Navarro García

Vindicación del ejército español

En la guerra, por más que tratemos de disfrazarla de Misiones de Paz o de Misiones Humanitarias, se mata y se muere, se portan armas y no biberones.

En la guerra, por más que tratemos de disfrazarla de Misiones de Paz o de Misiones Humanitarias, se mata y se muere, se portan armas y no biberones.
Vehículos militares españoles enviado al campo de maniobras polaco de Zagan. | Flickr Ejército de Tierra

Hace apenas un año Ada Colau pretendió ofender a nuestras Fuerzas Armadas (FFAA) con aquel "preferimos que no haya presencia militar" en el Salón de la Enseñanza de 2016. Aquel gesto despectivo suscitó una lógica oleada de protestas cívicas, algunas de la cuales trataban de legitimar a nuestras FFAA por sus labores humanitarias. Al parecer, para reivindicar a nuestras FFAA no deben mostrarse carros de combate, ni armas y sí, en cambio, deben exhibirse biberones, hospitales y reparto de alimentos a niños desnutridos.

Creo que es un error tratar de disfrazar a nuestras FFAA de ONG pues su misión esencial, según el artículo 8 de nuestra Constitución, es la de "garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional".

Nuestros soldados no son ni cooperantes, ni médicos ni misioneros. Son militares y en el desempeño de sus acciones tácticas y estratégicas - como han hecho todos los ejércitos civilizados del mundo desde los tiempos de Alejandro Magno - saben que tienen que relacionarse adecuadamente con la población civil de las zonas de conflicto en que intervienen. Es en esas ocasiones cuando las FFAA tienen que desarrollar algunas labores con un indudable impacto benéfico en las condiciones de vida de la población local. A eso suele denominarse, erróneamente en mi opinión, acción humanitaria del ejército.

Y para esa acción positiva de nuestras FFAA se crearon las Unidades Cívico-Militares (CIMIC), cuyo objetivo es coordinar adecuadamente a los distintos y numerosos actores civiles (ONG, misioneros, periodistas...) presentes en las zonas de conflicto en las que intervienen nuestras FFAA. No hacerlo así supondría un caos logístico y organizacional que afectaría al operativo militar y al éxito de la misión. He sido cooperante en zona de conflicto y me he relacionado mucho y bien con distintos ejércitos. Es necesario que así sea para que cada cual desarrolle su mandato con la mayor eficacia y con el menor riesgo, pero sin perder de vista cual es la misión de cada cual. Y un ejército no es una ONG, entre otras razones porque los ejércitos siguen directrices del gobierno (y por lo tanto políticas) y las ONG son o deberían ser organizaciones "no gubernamentales".

Nuestros soldados, además, cuando van a la guerra no lo hacen por ardor guerrero sino por mandato constitucional, una vez agotadas las vías pacificas y diplomáticas para evitar el conflicto que amenaza a nuestro país o a nuestros socios internacionales. Para entender todo esto léase, por ejemplo, el estupendo ensayo Si Vis Pacem Delea Violentiam del coronel Juan Batista González. Los soldados no marchan a la guerra porque quieren sino porque se les ha ordenado hacerlo desde instituciones democráticas, conviene recordarlo. Y en muchas ocasiones van con las manos atadas a la espalda, sin recursos (es feo invertir en defensa) y en el silencio mediático más absoluto.

Disfraz de Misión de Paz

Y en la guerra, por más que tratemos de disfrazarla de Misiones de Paz o de Misiones Humanitarias, se mata y se muere, se portan armas y no biberones. Si, se mata y se muere (casi 200 militares caídos en misiones internacionales desde 1987)

Y aunque ejércitos democráticos y civilizados como el nuestro combaten con un estricto respeto al llamado Derecho Internacional Humanitario (Convenciones de Ginebra) hay otros muchos que juegan con ventaja ignorando tales convenciones (por ejemplo, los combatientes islamistas). Eso hace a nuestros soldados más vulnerables, pero también más coherentes con su mandato constitucional y a la larga más eficaces.

El Ejército Español no necesita camuflarse de lo que no es para merecer nuestra gratitud y respeto. Su más noble misión y su mandato constitucional es el de garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional. Esa es su legitimación y no otra.

Por eso nuestras FFAA no son del agrado de Ada Colau y su gente. Es lógico, tampoco respetan nuestra Constitución ni otras instituciones básicas para la convivencia cívica y democrática. Pero tendrá que vivir con ello, pues somos muchos más los españoles que reconocemos nuestra deuda y admiración por nuestras Fuerzas Armadas. Este año, por cierto, han triplicado la superficie de su stand en el Salón de la Enseñanza. Lógico.

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