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Pérez Abellán: "La momia de Prim ha hablado"

Los lectores de Libertad Digital pueden leer el primer capítulo del nuevo libro del investigador y periodista Francisco Pérez Abellán.

Los lectores de Libertad Digital pueden leer el primer capítulo del nuevo libro del investigador y periodista Francisco Pérez Abellán.

Acaba de publicarse el libro Prim, la momia profanada (Poebooks, 2014) testimonio detallado del vía crucis que ha tenido que vivir el investigador, profesor y periodista Francisco Pérez Abellán para esclarecer, casi un siglo y medio después, las circunstancias de la muerte del general Juan Prim y Prats, un asesinato por estrangulamiento en el que "participó la masonería". "La momia de Prim" ha hablado, cuenta Pérez Abellán, que con la "oficialidad" en contra, ha conseguido responder a las llamadas cinco W y la H, es decir, al quién, qué, cuándo, dónde, por qué y cómo.

En la entrevista que acompaña a esta noticia, el periodista da las claves de la investigación forense llevada a cabo por la Comisión Prim de Investigación, expertos y estudiantes de la Universidad Camilo José Cela de Madrid. "El magnicidio de Prim era el mayor misterio criminal de la historia de España", asegura el periodista.

A continuación pueden leer el primer capítulo de su nuevo libro, dedicado, por cierto, a la Reina Letizia "por lo que ella ya sabe".

CAPÍTULO UNO

La epopeya de la verdad

Una lucha casi en solitario

TODO EL MUNDO ME PREGUNTABA por los tres forenses que no quisieron entregar su informe de autopsia. Es verdad que al principio eran cuatro: tres hombres y una mujer. Pero solo la mujer llegó hasta el final. Los liantes querían encontrar mi lado débil aunque estaban equivocados. Tres de los cuatro no quisieron rematar el trabajo. Era una aportación gratuita y sin otra obligación que la que cada uno quisiera disponer. Pero es cierto que tres forenses no quisieron entregar el informe: Uno de ellos se llevó las muestras de la momia a su casa sin decírselo a nadie. Otro se comprometió a hacer el ADN (Ácido desoxirribonucleico)  pero nunca lo presentó. El tercero me entregó ante mi sorpresa un estudio médico legal  mucho antes de ver el cuerpo. Afortunadamente basta con un forense para resolver un crimen. En este misterio contamos con la mejor doctora  y  la más preparada para resolver el enigma.

En "Cuarto Milenio" del gran Iker Jiménez, el magnífico escultor Juan Villa hizo una réplica tan perfecta de la momia que ante la posibilidad de que los hongos hubieran destruido la auténtica llegó a temerse que acabaran echando mano de ella. El ayuntamiento estaba contra las cuerdas: habían prometido exhibir la momia pero ahora no se decidían a hacerlo

Gracias al magnífico programa "Cuarto Milenio" de Cuatro TV, todo el mundo pudo enterarse de que me perseguían por querer contar la verdad: Fuerzas ocultas y políticos interesados. Recortaban trabajos, me quitaban encargos y me trataban de presionar o sobornar.

Los frascos masónicos contenían un líquido ambarino y cuerpos en suspensión que al catedrático de Medicina Legal le parecieron restos orgánicos. El comisario del Año Prim nunca nos dio cuenta del análisis de su contenido.

Hay una foto en el libro de las 1000 imatges de la història de Reus que me regaló el alcalde Carles Pellicer que adelanta lo que luego pasaría puesto que es una evidencia de la singular relación de las autoridades con la muerte y los muertos, la historia y la verdad histórica. Sin mayor explicación se ofrece una instantánea tomada en 1919 con ocasión de vaciar el antiguo cementerio de la ermita del Roser en la carretera de Montblanc donde fueron exhumados numerosos cuerpos y entre ellos cadáveres momificados que serían trasladados al cementerio general. Se ofrece la instantánea firmada por Roca i Ribas (CIMIR)   de un individuo bigotudo que se sienta en medio de una serie de cadáveres momificados, incorporados o puestos en pie, mientras mantiene dos momias de niños en sus brazos y mira fijo a la cámara. Se trata del reflejo de la limpieza de un antiguo cementerio, pero también de la familiaridad del poder con las momias y  quizá del escaso respeto hacia ellas.

Muchos años después, el alcalde Pellicer, de CIU (Convergencia i Unió), gobernando con el PP, asistirá a la transformación de la momia del general Juan Prim y Prats en una operación con resultado de alteración de la historia y entorpecimiento de la resolución del vil asesinato  del general en su lecho, el 27 de diciembre de 1870.

El cuerpo quedaría inútil para la ciencia y convertido en un espantajo con dentadura postiza. Incluso toleraría que su íntimo amigo Carles Tubella, designado por él comisario del Año Prim, respaldara la perpetración de un "contra-informe" falto de ciencia a cargo de la Sociedad Bicentenario de Prim realizado por miembros de la Escuela de Medicina Legal de la Universidad Complutense que trataron de aprovechar su prestigio como médicos para colar de tapadillo un peritaje que realizaron sin el debido rigor, lo que se pone de manifiesto al ser incapaces de enumerar las verdaderas heridas de Prim y la falta de conclusión en las causas de la muerte que tuvieron que copiar de la improvisación del doctor de la Fuente Chaos que ya estaba desacreditado al demostrase que hizo sus especulaciones de cómo murió Prim por la infección de sus heridas sin ver el cadáver.

Todo esto se expone en el citado informe de la Escuela de la Complutense y su director Bernardo Perea Pérez que pretendió hacer tragar la falta de ciencia de su peritaje dedicando una de las escasas páginas del trabajo a las firmas de autobombo de los participantes. Informe que quedaría desactivado al ser analizado y comprobarse que incluye faltas por las que se suspende en primero de Medicina en cualquier facultad, incluida la Complutense, aunque en ella se haya detectado el más macabro trato a los cadáveres legados por los ciudadanos para su estudio. La alianza de los médicos que se prestaron a la representación y los miembros más prominentes de la Sociedad Bicentenario, con sus acciones, lograron confundir hasta a su majestad el rey Felipe VI que, inducido por los malos consejeros que le rodean, llegó a saludar en público con "cariño" a los que más han hecho por oscurecer la verdad  que rodea la figura del general Juan Prim y Prats, héroe español.

En esa operación y tal vez por ignorancia o inconsciencia juega un papel principalísimo Jesús Posada, el presidente del Congreso, tercer cargo de la nación, al facilitar el acceso de los "bicentenarios" al monarca. Todo esto ayudado por el hecho de que los grandes periodistas están en el paro y es imposible rebatir las falsedades ni hacerse oír de forma coherente en este gallinero alentado por las fuerzas ocultas que tratan de convertir a Prim en el primer soberanista y desprestigiarle como patriota con un "sí, pero bombardeó Barcelona", cosa que es rigurosamente falsa. A la difusión de estas mentiras colaboraron, de forma definitiva y sin rectificación, el hijo del experto en el Quijote Martín de Riquer, dios sabe por qué catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Barcelona, Borja de Riquer Permanyer, y  uno que se hace pasar por catedrático de la Complutense, sin serlo, ante la indiferencia de los verdaderos, Emilio de Diego García.

Hay que subrayar que el importante columnista, y muy admirado por mi, Raúl del Pozo, abducido por algunos de la Bicentenario, y la nefasta influencia de Ramón Tamames, llegó a presentar una conferencia del catedrático ful Emilio de Diego y darle pábulo en su columna de la contra de El Mundo del 18 de septiembre de 2014 al cuento separatista de que Prim bombardeó Barcelona en 1843.

Por cierto, ya que estamos, esa milonga de que Benito Pérez Galdós investigó el crimen de Prim que se ha hecho para Televisión Española no es más que una burda y vergonzosa tergiversación que expande el desconocimiento sobre la realidad histórica. Pérez Galdós no fue nunca un periodista de investigación sino un novelista que relataba toda una época sin meterse en honduras. En el caso de Prim no se encontraba en disposición no solo de investigar nada, ni siquiera de contar todo lo que sabía, puesto que estaba en el ajo. Pero decidió no jugarse el bigote. Los asesinos de Prim estaban vivos y más tarde en su fiebre homicida intentarían matar por el mismo procedimiento a Amadeo I y a Ruiz Zorrilla. Al primero para quitar de en medio el más importante obstáculo para sus propósitos y al ministro por husmear en los secretos del crimen.

Cuando decidí estudiar el mayor enigma criminal de la historia, el asesinato del general Juan Prim y Prats, Marqués de los Castillejos, Duque de Reus, Vizconde del Bruch y grande de España estaba mirando el panel de la pared de mi despacho, a la izquierda de "Camilón" –llamado así en homenaje al Nobel Camilo José Cela-, el esqueleto de resina con el que compartía la habitación, llena de recortes, planes y tarjetas. Entre las chinchetas de colores y señales clavadas en el corcho me di cuenta de que había espacio para un proyecto señero: Hacer una indagación en la universidad, para beneficio de los estudiantes, con el fin de promover la investigación y la alianza de las universidades para la investigación. Hasta "Camilón" parecía asentir de perfil junto a la caja que contenía dos verdaderos cadáveres destinados a la ciencia con los que entrenábamos a los alumnos de Criminología. Formaban parte del verdadero cementerio que en camiones había traído el doctor Delfín Villalaín en su colección de huesos de toda la vida. El doctor coleccionista de huesos es una eminencia de la ciencia forense con una larga trayectoria en su cátedra de la Universidad de Valencia. De regular estatura, con algo de sobrepeso y siempre con la ayuda incondicional de su esposa, la prestigiosa profesora Teresa Ramos, Delfín es uno de los grandes profesores y sabios de todos los tiempos.

Nereida, nuestra alumna distinguida, siempre con sobresalientes, les enseñaba a los demás los huesos de artificio de "Camilón" y luego les introducía en la ciencia forense con huesos verdaderos. Había que ver las caras de los futuros criminólogos cuando se daban cuentan de que estaban tocando un muerto de verdad.

El departamento de Criminología bajo mi mando debía crear una comisión multidisciplinar, altruista y abierta a la colaboración que permitiera incorporarse a especialistas de otras instituciones y animar el mustio panorama de la educación. El proyecto impulsaba que los estudiantes formaran parte de la Comisión Prim de Investigación, que pasé a presidir, para figurar en primer plano en el análisis de documentos, la reconstrucción de la escena del crimen y la exploración del cadáver. No era algo completamente nuevo pues ya los había acostumbrado llevándolos en el "proyecto Pascual Duarte" a visitar el interior de las cárceles españolas para entrevistar a los asesinos múltiples y depredadores sexuales encarcelados. Un proyecto revolucionario y pionero. Nunca antes un equipo de profesores y estudiantes procedieron al estudio y evaluación de la estancia de los presos reincidentes más peligrosos. El objetivo era obtener datos que favorecieran la reinserción y beneficiaran a los internos, a Instituciones Penitenciarias y a la ciencia crimininológica.

Aún así ahora era un hecho insólito, pero que fue rápidamente asumido por el rector Rafael Cortés Elvira, un acreditado universitario que con su gran humanidad ha estimulado la enseñanza y la investigación.

El presupuesto era muy corto, pero la vocación mucha. En seguida hubo una selección de profesores, criminólogos, criminalistas, expertos en investigación criminal, forenses, historiadores, juristas, alumnos y fotógrafos científicos dispuestos a colaborar. Fue una indagación de bocadillo de chorizo y pensión pero alentada por el entusiasmo. Por primera vez la universidad española se abría sin reservas a la investigación.

En seguida pensamos en pedirle ayuda al Ministerio de Justicia que presidía Alberto Ruiz Gallardón, viejo conocido personal y que incluso "me debía una" de los tiempos en los que solo era un edil con ínfulas, pero nos dio con la puerta en las narices, pasando de Prim y de la universidad, de alumnos y profesores, y de su amigo, al que nunca le ha pagado lo que le prometió.

Yo ya estaba advertido porque con anterioridad mientras Gallardón era presidente de la Comunidad Autónoma de Madrid intenté convencerle de la fundación de un Museo de Criminología que está previsto en la ley y que nunca se ha llevado a cabo, en el que deberían recogerse todas las pruebas judiciales de importancia una vez celebrado el juicio siendo firme la sentencia. Pero Gallardón me contestó con una engolada carta con nada dentro. Aquellos eran los tiempos en los que tenía ordenado a sus subordinados que avisaran cuando él se disponía a dejar el caserón de su despacho para no cruzarse con ningún funcionario o trabajador en los pasillos, cosa que le desagrada en grado extremo, quizá tanto como cumplir viejas promesas. Así que seguimos adelante sin su ayuda, encontrando en cambio la colaboración del juez decano de Madrid, José Luis González Armengol.

Como había localizado las piezas más importantes que debían figurar en el museo que habría de servir, y quizá algún día sirva, cuando haya gobernantes responsables, para aprender en una sola visita cómo ha sido la lucha contra el crimen y despertar vocaciones entre aspirantes a la investigación, tenía localizados los sumarios de Prim y de Mateo Morral. Fue fácil solicitar el análisis de la importante pieza judicial.

También había localizado el bastón estoque de Prim, que quedó desbaratado en el atentado y numerosas armas, los trastos de matar de Jarabo, el asesino de Madrid, y su máquina de afeitar, así como otros muchos objetos emblemáticos de la historia del crimen. Por ejemplo el garrote vil con el que se ejecutaba en la capital (en realidad dos de ellos, que se guardan en los bajos del Tribunal Supremo).

En la Comisión Prim, siendo todos los componentes importantes, puse especial cuidado en que fueran eminentes los que compusieran el equipo de investigación criminal y los médicos forenses. Entre los criminalistas figuraban profesores de primer nivel que tienen actividad en las escenas del crimen, en la actualidad, por lo que no conviene traer a colación sus nombres y entre los forenses designé al catedrático José Delfín Villalaín Blanco, ya mencionado,  en cuya colección de huesos  debe haber reyes y héroes, al doctor José Manuel Lorente, M.D., Scientific Director de Genyo y experto en Biología de la Universidad de Granada, la doctora María del Mar Robledo Acinas y el doctor Aitor Curiel López de Arcaute, el más joven de todos que fuera forense de Villablino. Para tomar las fotografías del reconocimiento y exploración de la momia elegí a Ioannis Koutsourais que siempre se mostró como un magnífico profesional y fotógrafo científico y para llevar a cabo el documental histórico designé al doctor Víctor Cerdán.

Todos estos doctores de trayectoria impecable enfrentaron la realización de sus tareas de forma diferente. Pero no importa lo que son, como digo todos importantes y capaces, sino lo que hicieron: Porque esta es la historia de los hechos. El doctor Villalaín, bajo cuya inspiración nos movíamos, tuvo la mala fortuna de que se le cruzó por medio una complicación familiar cuando su esposa tuvo que ser intervenida de cierta importancia. Yo creo que por eso Villalaín llegó a entregarme su "Estudio medicolegal del asesinato del general Prim" (sic) -que guardo como oro en paño-, mucho tiempo antes de salir hacia Reus para tener la oportunidad de analizar por primera vez el cuerpo que nunca  antes había sido examinado a la luz de la ciencia.

El profesor doctor precisaba que Orellana, uno de los biógrafos más prestigiosos de Prim, comentaba en su libro, ya en 1872, lo siguiente, que es un enfoque muy ajustado:

"Todos los partidos políticos condenaron el crimen y, sin embargo, este no pudo ser obra de una venganza personal ni menos un asesinato pagado. No se ejecuta una venganza recurriendo a diez, o doce, o veinte o más hombres, que fue el número de los que probablemente intervinieron en aquel acto. No hay nadie que pudiendo pagar a tantos criminales pueda comprar su secreto y se exponga de ese modo a la eventualidad de un arrepentimiento o de una indiscreción. No: El asesinato de Prim fue obra de muchos, concertado en algún conciliábulo político, en alguna sociedad secreta o en algún centro de malvados enemigos de España".

En efecto, según nuestras investigaciones, los sicarios contratados fueron más de treinta y tuvieron que ver con un conciliábulo político, en el entorno de una sociedad secreta y en un centro de malvados enemigos de España.

Con todos los respetos, me parece incoherente que Villalaín relate en la "Síntesis de la investigación realizada en el ámbito medicolegal" que uno de los ayudantes de Prim (Nandín ó Moya) "vio desde su asiento cómo un hombre encendía un fósforo y, al poco, un poco más adelante, otro desconocido, como si de una contraseña se tratara, vuelve a repetir el mismo sospechoso acto y la berlina se detiene; la calle está obstruida por un coche allí parado".

El llamado "telégrafo fosfórico" es un invento como muchas de las mentiras sobre Prim que los historiadores han copiado para sus obras, sin documentar, del republicano radical Roque Barcia que estuvo imputado y encarcelado como presunto autor del asesinato. Para disfrazar la realización del atentado se inspiró en un intento anterior. Consta en el sumario revisado por la Comisión Prim de Investigación que la contraseña usada por los asesinos consistió en realidad en largos silbidos al paso del vehículo.

El relato de los supuestos hechos contiene una serie de imprecisiones y errores que la historia ha perpetuado. Pero una de las falsedades es especialmente sorprendente. Dice el doctor que "la cota de malla le había salvado la vida". Como después vería el cadáver, pudo comprobar con sus propios ojos que el maltrecho Prim no tenía rastro alguno de haber llevado una cota de malla. Villalaín insiste en su informe: "Seguramente la cota de malla debió tener mucha metralla".

Luego recoge sin asomo de crítica la versión del doctor Alfonso de la Fuente, aquel que durante el franquismo dictaminó la causa de la muerte por bola de cristal.

"Antes de morir, el presidente había dicho a su amigo Montero Ríos con voz débil: Me cuesta la vida pero queda el monarca", recoge también el doctor. La momia en su examen posterior deja bien claro que por la pérdida de sangre y la gravedad de sus heridas, aunque ninguna le hubiera afectado a un órgano vital, no podía hablar. El herido no mejoró al llegar a su casa porque en aquel tiempo no se le podía efectuar una transfusión.

El competente profesor lanza un aserto discutible: "Estoy convencido que no hubo negligencia, aunque Prim no recibió la atención adecuada". Desde luego porque como ha quedado demostrado hasta la saciedad el objetivo no era curarle.

De la opinión de La Fuente Chaos, al que se concede no se sabe bien por qué autoridad, se detrae que las heridas no eran graves y que Prim murió por falta de cuidados. Sin embargo los forenses de la falsa autopsia del sumario ya dicen en 1870, parte que también se cita en este informe, que "las heridas por arma de fuego eran graves, que la que ha penetrado en la articulación escápulo humeral era mortal "ut plurimunt" (sic). (Este latinajo está mal copiado del sumario en el libro de Pedrol. Yo, que lo he cotejado con el original, afirmo que pone el acusativo "plurimum" y durante décadas ninguno de los sabios que han leído el librito del abogado han corregido el latín macarrónico). El doctor en este informe detecta el error y dice que la palabra es una copia fiel del más famoso libro sobre Prim.

Al hilo de esto es preciso comentar que Eduardo Torres-Dulce, fiscal general del Estado designado por Gallardón y viejo amigo, con el que disfrutamos de tantas películas en sucesivos festivales de Venecia en la isla del Lido, iba diciendo por ahí, sin armarse de razón, que cómo era yo capaz de afirmar que Prim nunca antes fue autopsiado cuando en el sumario judicial se dice que sí se le hizo la autopsia. La respuesta es sencilla y habría estado encantado de contársela a la cara, pero no se ha producido la oportunidad: En el sumario de Prim se miente sobre la autopsia, como sobre otros muchos asuntos. Lo normal de algunos sumarios.

Lo cierto es que yo fui el primero en ordenar que el general fuera sacado de su ataúd y no tenía ni rastro de que se le hubiera hecho la autopsia. Esto no admite discusión y si el señor fiscal quiere ser riguroso que lo argumente.

También creo que el trance de salud de su esposa hizo que el doctor Villalaín, en numerosas ocasiones, no me cogiera el teléfono o devolviera las llamadas cuando me era imprescindible consultar con él los avances de la investigación. Pero eso no explica que en su estudio médico legal afirme que Prim llevaba puesta una cota de malla porque nunca ha habido ni rastro de ella.

No obstante tuvimos una reunión con él y con su esposa –aún convaleciente- en la que de viva voz nos comunicó que estaba de acuerdo con las conclusiones de la Comisión Prim que le expusimos y felicitó muy efusivamente a la doctora Robledo a la que auguró "que iba a hacer historia" como descubridora del verdadero mecanismo de la muerte de Prim. Fue una tarde feliz que desgraciadamente duró poco. Todo parecía marchar sobre ruedas.

Luego las cosas se torcieron y algunos de los doctores hicieron cosas inesperadas. El doctor José Antonio Lorente trabó buena amistad con María José Rubio, directora de la Sociedad Bicentenario de Prim 2014 y licenciada en Historia, que no doctora, rica heredera de los aceites Toledo, que como se puede comprobar impulsa la sociedad con la mayor difusión de inexactitudes y falsedades sobre el general, cuando en principio se proponía lo contrario, y a partir de ahí, después de una buena etapa de colaboración con la Comisión, Lorente hurtó su apoyo y ni siquiera llegó a proporcionar el ADN del general, cosa en la que es experto como promotor del programa Fénix para la identificación de los muertos sin nombre de los camposantos españoles en colaboración con la Guardia Civil. Lorente, como todos los otros, cuenta con mi respeto, agradecimiento y admiración, aunque su comportamiento final me haya provocado perplejidad y expectación.

El lunes, 12 de noviembre de 2012. 14:38 le mandé un mail: "José, necesitamos tu informe sobre Prim, toxicológico y genético. Yo tengo unos cabellos de Prim para ti, dime cómo te los hago llegar. Aitor tiene muestras y dice que se encarga de mandártelas". Me contestó al día siguiente. Martes, 13 de noviembre de 2012. 15:29: "Envíame los pelos por carta o mensajería, a mi nombre y a la dirección de la Facultad de Medicina".

Lorente fue el autor de la mejor síntesis sobre cómo abordar la etapa final de la investigación que habría de conducirnos a determinar que Prim no sólo fue tiroteado, sino que le estrangularon a lazo cuando estaba indefenso y moribundo. En un correo electrónico que conservo ofrece de forma terminante tres posibilidades. Dice así: Martes, 30 de octubre de 2012. 15: 48. "Q. Paco, amigos. Este surco sólo puede obedecer a 3 cosas: 1.-Estrangulación (habría que ver si es vital o no, pero en este contexto no tiene lógica que el objeto depresor (correa, cuerda, pañuelo…) estuvo apretado durante mucho tiempo (sic).2.- Artefacto postmortal: Según el tipo de casaca/cazadora/guerrera que llevara en los momentos posteriores a la muerte. Habría que valorar el tiempo entre la muerte y el embalsamamiento y ver qué tipo de ropas llevó. 3.- ¿Es posible que por alguna causa tras hacer el embalsamamiento pusieran alrededor del cuello una cinta o correa durante un tiempo para evitar salida de líquidos? Nunca he leído nada al respecto, lo pregunto por si alguien lo sabe o sería compatible. Un abrazo, ya hablamos en un rato. José". Prof. José A. Lorente, M.D., Ph.D. Scientific Director- Genyo.

Recibí este correo poco antes de celebrar una video-conferencia con él por Skype. Nosotros en la sala de juntas del rectorado y él desde su laboratorio de Granada. Le hicimos caso en todo. En seguida María del Mar y Ioannis viajaron de nuevo a Reus para comprobar los extremos que apuntaba y que por otra parte nosotros también habíamos reseñado. Felices coincidencias. Lorente hablaba en primer lugar de estrangulación con su cerebro científico y en seguida de las ropas o "artefactos post mortem". Después, y ya como si fuera una simple ocurrencia, señala el acto de embalsamar en un procedimiento inexistente, que en seguida quedó descartado.

El doctor Curiel, de Valladolid, de regular estatura, grandes entradas y cuidadas maneras, a quien tuve el gusto de nombrar director del Primer Máster Oficial de Criminalística y Escena del Crimen por el que los criminólogos podrían doctorarse, recientemente cesado en esta actividad, se mostró en un principio muy activo y colaborador hasta el punto que quise encargarle la coordinación de los otros médicos y actuó como imprescindible portavoz del quirófano en la exitosa transmisión por circuito cerrado de TV que llevamos a cabo en el Hospital San Joan de Reus entre los que examinaban la momia de Prim y los alumnos de la universidad Rovira i Virgili, así como los que llegaron en autobús desde Madrid procedentes de la Universidad Camilo José Cela, cuando todavía la presidía el patriarca Felipe Segovia Olmo al que desde aquí recuerdo con un homenaje de admiración. El hospital universitario municipal de Sant Joan de Reus dispone de un auditórium magnífico, casi por estrenar, que en seguida se llenó de estudiantes ansiosos de aquella experiencia única.

Mientras los forenses trabajaban en el quirófano, en el que se había introducido de rondón la mencionada María José Rubio debido a sus excelentes relaciones con Tubella, tanto el versátil y culto Miguel Ángel Almodóvar, secretario general de la Comisión Prim, como yo mismo, informábamos a los alumnos de las circunstancias históricas y les recordábamos las versiones oficiales sobre el atentado mientras podían verlo en la pantalla gigante del auditorium. En especial las heridas que se detallan en el sumario judicial, durante tantos años virgen de estudio histórico alguno.

Sin embargo el trabajo sobre la momia careció de mi presencia en quirófano, que habría puesto especial hincapié en el minucioso cumplimiento del protocolo en un examen de autopsia, ésta muy especial, por tratarse del análisis de una momia de 142 años y por tener como prioridad llevar a cabo un reconocimiento no invasivo. Yo no pude estar presente porque como director de los estudios de Criminología tenía un compromiso con mis alumnos y prescindí de mi devoción de haber examinado la momia con mis propias manos a cambio de mi obligación de conducirlos en grupos para que todos pudieran ver el cadáver que estábamos examinando y lo que hacíamos con él. A cambio contaba con la  indudable experiencia lectiva de Villalaín, y su dedicación, así como la de sus compañeros.  Los alumnos tendrían desde entonces dos jornadas importantes que recordar en su vida: el día que eligieron pareja y el día que vieron la momia de Prim.

Me sorprendió, de forma que todavía no soy capaz de asimilar, que algunos de los forenses no solo no prestaran atención a las marcas indudables de estrangulación en el cuello sino que ni siquiera pusieran el acento en la revisión de la espalda del general que presentaba un enorme agujero, rastro inconfundible de una herida de arma blanca, donde la doctora Robledo sí tomo nota y el fotógrafo científico Ioannis Koutsourais fotos documentales, imprescindibles para que no se pueda alterar la realidad ahora que la momia ha sido transformada, no sabemos hasta qué punto, puesto que después de implantarle dentadura postiza, acicalare la barba y patinarle el cráneo fue devuelta a la tumba.

Aitor Curiel, como director del máster para el que yo le nombré y profesor de Criminología que yo dirigía, fue requerido para entregar su informe personal sobre el reconocimiento del cadáver pese a que en ningún momento dio muestras de haber reparado en los principales hallazgos que la momia representaba. Curiel tomó muestras del cadáver y se las llevó al laboratorio de su casa, afirmando que lo hizo con conocimiento de Villalaín, pero el catedrático me dirigió un correo electrónico en el que pregunta dónde están las muestras que tomamos, lo que prueba que se trasladaron de lugar sin consultarle.

Esto es lo que me escribió Delfín Villalaín: Jueves, 11 de octubre de 2012. 20:35. "Querido amigo: Me sorprende el tema "muestras". Se nos prohibió sacar nada del cadáver fuera del hospital y nada se sacó, que yo sepa. El día del cierre y de la reunión con la prensa, se me preguntó sobre las muestras que al parecer estaban en la caja fuerte del hospital. Otras muestras me consta que fueron recogidas por el equipo que trabajó a primera hora, antes que nosotros. Dada la hora y la ausencia de los compañeros se pospuso lo que debe hacerse con esas muestras para consultarles. Un abrazo".

Pese a la claridad y contundencia de los hechos según el catedrático, el doctor Curiel se empeña en negarlo: 28 de noviembre de 2012. 22:04. "Estimado Paco: Volviendo a leer tu e-mail he visto otra cosa que debo desmentir tajantemente. Yo no cogí en ningún momento las muestras que consideré adecuadas y me las llevé a mi casa. Eso es falso, consensuamos entre los 4 forenses (sic) las muestras que consideramos oportunas, los cuatro las recogimos. Yo era el único que tenía los recipientes adecuados y me las llevé a mi laboratorio para su correcta conservación. ¡A mi laboratorio! ¡No a mi casa! Tras el ofrecimiento del Dr. Lorente de realizar el estudio de las mismas se las remití a su laboratorio y si no me equivoco obran en su poder".

Pese a que el rector Francisco José Granell Martínez y el vicerrector Adolfo Sánchez Burón (éste con la boca pequeña, porque tenía "muy buen rollito", como se dice ahora, con Curiel, lleno de secretas complicidades y copias ocultas de los mails del jefe), reclamaron a Curiel, y sus coordinados, los análisis que ellos mismos debían firmar con sus apreciaciones, especialmente sin eran disidentes de las conclusiones oficiales de la Comisión Prim y ofrecerlos grapados con las mismas conclusiones, como se les anunció, nunca presentaron ningún papel. Todas las especulaciones y dimes y diretes de quienes no estaban obligados nada más que por su voluntad de colaborar, han quedado atrás una vez publicado el verdadero y único estudio médico legal del general Prim, esta vez sí, a cargo de la doctora María del Mar Robledo Acinas y Ioannis Koutsourais: "Las muertes de Prim" (Tébar, 2014), donde se aporta por primera vez, perfectamente documentado, el segundo gran descubrimiento: La puñalada en la espalda de Prim. Bombazo universal.

Una vez establecido el orden auténtico, Prim fue primero fusilado a trabucazos en la calle del Turco. Gravemente herido se le apuñaló por la espalda buscando su corazón, indefenso y despojado de sus ropas en el lecho del dolor, para finalmente ser rematado a lazo ante la impaciencia de los asesinos.

El buen entendimiento y necesidad de colaboración entre los políticos del Ayuntamiento de Reus y la Comisión Prim, que reinaba al principio, fue entorpeciéndose hasta terminar en enfrentamiento, a medida que el comisario municipal Carles Tubella dejaba de respetar la Comisión de eminentes doctores e introducía en ella indagaciones e intoxicaciones informativas trufadas de advertencia.

La primera gran ruptura fue en el momento en el que pese a que Tubella había establecido un rígido control de nuestras actividades, especialmente en el seguimiento de los trabajos fotográficos -la autopsia de Prim es la mejor documentada fotográficamente de la historia- y aunque no se había cansado de predicar que era preciso el acuerdo antes de publicar las fotos de la investigación, sin consultar nada y por su cuenta, facilitó a la prensa cercana a CIU las primeras fotos de nuestro trabajo, reflejando sin permiso la imagen de los componentes de la Comisión Prim de Investigación. Para ello utilizó las fotos que ordenó a la productora a la que encargaría después el documental que confunde sobre los hallazgos históricos que allí tuvieron lugar, aunque en principio sólo iban a "hacer archivo" para el propio ayuntamiento. Una de las fotos más reproducida fue la de la doctora Robledo que, además de su mucha ciencia y entrega, da muy bien en imagen y ofrece un fuerte impacto de solvencia y autoridad, bellamente inclinada sobre la momia.

Por cierto que es preciso resaltar que es la mayor especialista del cuerpo médico de la Comisión Prim en estudios de momias y la única que tiene trabajos publicados sobre ellas en revistas de impacto. El doctor Lorente, que es una eminencia, es biólogo y no tiene tanta experiencia en esta clase de trabajos. De hecho ni siquiera se llevó muestras para extraer el ADN aunque era el principal encargo que tenía, dada su especialidad. Pasado el tiempo y por sugerencia mía, la doctora Robledo y Koutsourais que volvieron a Reus y a Barcelona para completar su estudio y descartar las ropas u otros artefactos post-mortem en la formación de los surcos del cuello, extrajeron cabellos de la cabeza y la barba del cadáver que le fueron enviados a Lorente a Granada, perfectamente embalados, sin que hayamos vuelto a tener noticia de ellos.

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