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La mejor aproximación a Auschwitz y al Holocausto

El lector que quiera acercarse al, sin duda, suceso más horroroso de la historia, tiene en el excelente Auschwitz de Lawrence Rees una gran opción.

Aunque habría que ser todo un canalla para discutirle el título de historiador a Lawrence Rees, lo cierto es que la formación –y la profesión- del británico es la de periodista, y eso es algo que transpiran las apasionantes páginas de Auschwitz, los nazis y la solución final, que tienen sin duda todas las virtudes del mejor periodismo británico –cuando el relato periodístico es una excelente herramienta, si no la mejor, para contar historias- sin olvidar tampoco el rigor absoluto con los datos.

Un libro en el que encontramos los datos, análisis, el hilo coherente de los grandes acontecimientos históricos, pero también una impresionante colección de testimonios –muchos narrados en primera persona por los propios protagonistas al autor para que el lector pueda realmente comprender, aunque quizá esa no sea la palabra adecuada, la magnitud del horror que desató el régimen nazi en buena parte de Europa, un horror que es necesario explicar con cifras, pero que no se puede describir sólo con cifras.

Una guía del Holocausto

Sus más de 400 páginas y un título que sin el subtítulo puede resultar un tanto engañoso, quizá alejen a algunos lectores del gran trabajo de Rees: demasiado Auschwitz para quién no esté muy interesado por un episodio concreto de una historia mayor. Sin embargo, el objeto del libro es mucho más amplio y realmente es un volumen sobre todo el Holocausto. Eso sí, como dice el propio Rees, este gigantesco crimen, "uno de los peores de la historia", se entiende mejor "a través del prisma de un lugar físico: Auschwitz".

Así, el protagonismo del mayor campo de exterminio del régimen nazi es importante en el libro, pero no exclusivo, y prácticamente no hay ningún episodio de la brutal campaña de aniquilación que lanzó la Alemania de Hitler contra los judíos y otras minorías –pero muy especialmente contra los judíos que no esté oportunamente narrado, analizado y en muchas ocasiones visto a través de los ojos de un testigo presencial.

El volumen de conocimiento al que accede el lector de Auschwitz es impresionante, pero no se limita sólo a la enumeración de los lugares, las personas o los hechos, sino que traza una narración ordenada y extraordinariamente consistente de lo ocurrido, de las razones detrás de cada nuevo paso, de las explicaciones tras cada giro de los acontecimientos.

Crimen y caos

Una de las conclusiones de esta narración y de estas explicaciones que quizá resulte más sorprendente a un porcentaje importante de los lectores es la caída del mito del Holocausto como un mecanismo perfectamente preparado a priori y milimétricamente desarrollado a posteriori: lo cierto, tal y como demuestra Rees, es que el régimen nazi fue improvisando 'soluciones' a problemas que sus propias decisiones, su falta de previsión y su desvarío ideológico creaban.

Sorprendentemente, pese a estar implícita e incluso explícita en la ideología nacionalsocialista, a la Shoá se llega en buena medida por esa cadena de improvisaciones que van generando problemas cada vez más complejos y de más difícil arreglo. Problemas –como la terrible hambruna del guetto de Lodz que, por supuesto, no habrían acabado en Auschwitz sin el entorno de locura y crimen que les proporcionaba la ideología nacionalsocialista.

El resultado final fueron, efectivamente, factorías de la muerte como Treblinka, Sobibor, Chelmo o el propio Auschwitz –nombres cuya mera mención nos estremece, que sí llegaron a funcionar como maquinaria engrasada, pero tras muchos titubeos, tras no pocos cambios, tras muchas mejoras de lo inicialmente planeado.

Sin el suficiente castigo

Estas mejoras, por cierto, son uno de los argumentos más importantes que Laurence Rees expone para una de las tesis centrales de su libro: que en contra de lo que muchos han defendido –ellos mismos lo hicieron cuando fueron juzgados, los ejecutores de la Solución Final no fueron meros autómatas que se limitaban a cumplir órdenes: muchas de las mejoras que se iban produciendo en el terrorífico proceso de muerte de los centros de exterminio eran propuestas por el personal en los propios campos. El Holocausto no se gestó, por tanto, sólo en unas pocas cabezas criminales –Hitler, Himmler o Eichmann sino que muchos contribuyeron, también intelectualmente, a su monstruosidad.

Esta cuestión nos lleva al desesperanzador mensaje que Rees nos deja en el final de su obra: lo cierto es que pese a los grandes juicios de Nuremberg, pese a la maravillosa operación israelí que llevó a la captura, enjuiciamiento y ejecución de Eichmann, la mayoría de los grandes culpables del Holocausto y de los que participaron en su desarrollo no fueron juzgados y castigados por ello.

La Europa que se sobrecogió por la brutalidad que desvelaban las imágenes captadas por los liberadores de los campos y por las narraciones de los supervivientes realmente no se esforzó demasiado en perseguir a los culpables, tal y como la Europa que hoy en día recuerda el Holocausto o se sobrecoge ante las matanzas de IS tampoco se esfuerza mucho, por no decir nada, por ponerles fin.

Esa Europa, la nuestra, que nos hace que leer un libro tan espléndido como esta obra de Laurence Rees nos deje un doble mal sabor de boca.

Auschwitz, los nazis y la solución final, de Laurence Rees, está publicado por la Editorial Crítica y tiene 430 páginas

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