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'La Templanza', dos novelas por una

María Dueñas, merecido éxito de El tiempo entre costuras, vuelve con una novela larga lanzada con las técnicas propagandísticas del best-seller.

Los Libros: La vuelta de María Dueñas

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María Dueñas,  merecido éxito de El tiempo entre costuras, vuelve con una novela larga lanzada con las técnicas propagandísticas del best-seller.
'La Templanza', de María Dueñas. | Portada

María Dueñas se dió a conocer con el grande y merecido éxito de El tiempo entre costuras (2009), multiplicado por la televisión: el hallazgo de un tema original, bien desarrollado. Menor repercusión tuvo Misión Olvido (2012). Vuelve ahora con una novela larga (más de 500 páginas), lanzada con las técnicas propagandísticas del best-seller.

En la segunda mitad del siglo XIX, Mauro, un indiano español enriquecido en México, pierde de golpe su fortuna; para recuperarla, vive aventuras diversas en Cuba y en Jerez. La intriga sentimental la aportan dos mujeres: la malvada Carola Gorostiza, en el primer escenario, y la seductora Soledad, en el segundo.

Más allá del argumento, conviene fijarse en la forma de escribir, el tono y los posibles modelos literarios. La obra tiene claramente dos partes, la americana (subdividida en México y Cuba) y la española. En la primera, predomina el ambiente de aventuras, cercano al folletín romántico: intrigas, conjuras, coincidencias, "malos" malísimos, mujeres perversas, un duelo (en este caso, a una partida de billar). La documentación exhibida es muy amplia: escenarios, personales, lenguajes. La técnica narrativa es absolutamente tradicional. Lo dice todo, lo explica todo; utiliza un narrador omnisciente, que nos aclara los motivos ocultos de los personajes: "Efectivamente, había maquinado dejarse derrotar en busca de su propio beneficio..." (p. 229). A ese mismo ámbito folletinesco pertenecen las ponderaciones retóricas: "Los perros, como hostigados por Belcebú..." (p. 26). Las expresiones extremadas: "Mauro Larrea no supo si soltar la carcajada más amarga y bestial de su vida o blasfemar..." (p. 123). Y el sentimentalismo: ver a una madre negra dando el pecho a su niño salva a Mauro de la tentación de invertir en el tráfico de esclavos... Las referencias podrían ser el folletín romántico y la novela popular, desde El conde de Montecristo hasta José Mallorquí.

Un nuevo horizonte – también literario – se abre en la segunda parte, situada en la sociedad burguesa del Cádiz decimonónico y en las bodegas jerezanas. El apasionado Mauro siente el atractivo de este ambiente, que se encarna en Soledad, una mujer enigmática y seductora. La autora parece encontrarse ahora más a gusto, hablar más de lo que ha visto y sentido que de lo que ha leído; se centra en un mundo, el de las complejas relaciones sentimentales, que domina mucho más que el del relato de acción, de aventuras. Aunque el final no sea ciertamente sorprendente, resulta grato ir siguiendo el descubrimiento que hace Mauro de un mundo nuevo y de una mujer. Las referencias literarias podrían ser, en esta parte, Ramón Solís, Manuel Halcón, hasta Caballero Bonald... Desgraciadamente, surgen de nuevo las aventuras; ahora, con testamentarías, documentos, amores y odios que llegan del pasado, decadencias familiares: una acumulación de intrigas que resultan menos verosímiles. Y todo concluye como cualquier lectora podía imaginar y desear.

A las lectoras va dirigida, sin duda, la novela. Por muy listos y emprendedores que sean algunos personajes masculinos, los femeninos – sean mujeres buenas o malas - les superan claramente en listeza y complejidad. Baste con un ejemplo: "Por primera vez en su vida, a aquel minero vivido, bragado, fogueado en mil batallas, se le había cruzado en el camino una mujer que, al socaire de sus propios intereses y sus propias urgencias, iba siempre tres pasos por delante de él" (p.381).

Ha realizado la narradora un amplio trabajo de documentación sobre ambientes y lenguaje. (Un detalle lingüístico que disuena: calificar de "gamberra" (p. 457) una carcajada, a fines del XIX).

Tensión erótica sugerida

Su especialidad, sin duda, son las escenas de tensión erótica sugerida. Menos me gusta una retórica no lejana de la novela sentimental, "rosa". Éstos son algunos ejemplos: "La mirada entre los dos se hizo magnética" (p. 328). "Y así, con la parte inferior de la cara oculta, se sostuvieron una mirada infinita" (p. 334). "Con ansia primaria fundió sus labios con los de Soledad Montalvo en un beso grandioso..." (p. 508). Miradas magnéticas e infinitas, besos grandiosos... Supongo que esta forma de escribir, que no me entusiasma, es lo que puede proporcionar más éxito a esta obra.

Por el precio de una, nos ofrece dos novelas: una, de aventuras, y otra, sentimental, de fácil lectura y pasiones "arrebatadoras", a la manera de Isabel Allende. Sigo prefiriendo El tiempo entre costuras.

María Dueñas: La Templanza, Barcelona, ed. Planeta, 2015, 540 págs, 21’90 euros. ISBN: 978-84-08-13909-6.

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