Menú

El duelo gay entre Marcel Proust y Jean Lorrain

Fue una madrugada de febrero en un bosque de París. El primero en disparar fue Proust. Lorrain, el único en confesar su homosexualidad.

Fue una madrugada de febrero en un bosque de París. El primero en disparar fue Proust. Lorrain, el único en confesar su homosexualidad.
Proust a la izquierda, Lorrain a la derecha | Internet

En busca de un escritor perdido y de un duelo celebrado, que unió a Marcel Proust y a Jean Lorrain en lo que les quedó de vida. Su odio nunca se apagó.

Junto a la tapia del cementerio -permítaseme la referencia a Jardiel- dos personajes. Uno belicoso, snob, educado, amable, refinado "como una vieja", cortés y re-cortés. Marcel Proust. Homosexual y disimulando hasta la tumba. Al otro, un escritor fantástico, grandullón, bebedor de éter, mundano, decadente, maquillado, de profesión frustrada forzudo de circo -a finales del XIX en París lucía camiseta con escote de Campana de Gauss invertida-, brillante columnista de prensa de colmillo sarroso y afilado. Homosexual declarado. Jean Lorrain.

El 5 de febrero de 1897, Marcel Proust tuvo que defender su honor, no diremos que la verdad, y retó en duelo con arma de fuego a su colega. En un artículo para Le Journal titulado Les Plaisirs et les Jours (Los placeres y los días), Lorrain coronó al escritor de En busca del tiempo perdido con un peineta arcoíris. Scandale! Proust, "precioso" así lo calificó, "mantiene una relación con Lucien, el hijo del escritor Alphonse Daudet", quien, según el chismoso periodista, prologó un libro de Proust porque "no podía negarle nada a su hijo".

Jean Lorrain en el interior de 'La Mandrágora'

Y se celebró el duelo a muerte. Fue en la madrugada de un desagradable día de febrero en el bosque de Meudon. Proust se jugaba mantener limpias las vistas a la galería, las creencias y el estatus social y Lorrain la calidad de su mala leche, es decir, la información fidedigna. Dos pistolas – porque ninguno de los dos escritores solía gustar de espadas de ese tipo- padrinos y veinticinco pasos de distancia. Marcel llevaba desventaja porque odiaba madrugar, pero con la legaña puesta fue el primero en disparar. Bala al suelo. Luego Lorrain. Bala al suelo. Otras crónicas dicen lo contrario, que ambos tiraron al cielo. El caso es que ninguno deseaba morir ese día por causa tan absurda y veraz. "Somos hombres de letras", concluyeron.

Así describió a Jean Lorrain León Daudet, hermano de Lucien: "tenía una cara gorda y larga, cabellos divididos por una raya y perfumados de pachuli; los ojos saltones, estúpidos y ávidos; labios gruesos babosos, que escupían y goteaban durante su discurso. Su torso era convexo como el esternón de los buitres. Se alimentaba con avidez de todas las calumnias e inmundicias". No se podían ni ver.

Haciendo más enemigos: el duelo con Maupassant

Si hubo alguien al que envidió toda su vida Paul Alexandre Martin Duval, alias Jean Lorrain fue a su vecino de tabique. No le pudo tocar otro, que el estratosférico Guy de Maupassant. Ambos nacieron en Fécamp con la diferencia de cinco años. Jean fue amigo del menor de los Maupassant, Hervé, y recuerda como Guy se divertía encerrando a los niños en habitaciones deshabitadas mientras les aterrorizaba echándose una sábana por encima.

Guy de Maupassant

Normandos ambos, Lorrain persiguió toda su vida con sus literatura el desprestigio de Maupassant, al que consideraba un ser "endiosado". En la obra Très Russe aparece por primera vez el supuesto alter ego de Maupassant al que Lorrain bautiza como Jean Beaufrilan. Lorrain le ve como "el semental modelo literario y estético de la gran cuadra de Flaubert, Zola, y compañía". Y a duelo de nuevo. En este caso las partes estaban menos igualadas y bola de sebo, Lorrain, llevaba las de perder porque Maupassant era buen tirador. El acido columnista se disculpó por todo lo alto pero al rato se pasaba por todo lo alto la disculpa y volvió a las andadas.

Maupassant siguió amargando la existencia a su vecino incluso de después de muerto. No lo podía evitar. Jean estaba obsesionado.

Y así, ebrio de libertad siguió disparando desde su columna Pall Mall a diestro y siniestro hasta que nueve úlceras de estómago por abusar del éter y la enfermedad de la sífilis se lo llevaron por delante con 50 años.

En Cultura

    0
    comentarios