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El mar profundo de 'Juego de tronos' y 'Veinte mil leguas de viaje submarino'

Los hombres del hierro y el submarino de acero son dos feligreses del Dios Ahogado. Sumérgete en el silencio del más allá de tierra firme.

Los hombres del hierro y el submarino de acero son dos feligreses del Dios Ahogado. Sumérgete en el silencio del más allá de tierra firme.

Hombres de barba espesa y apariencia adorable, Julio Verne y George R.R. Martín. Amantes de las sagas. El primero abrió los ojos a lo desconocido pero "creado" a nuestro alrededor. El segundo ha preferido fundir leyenda, historia medieval y tradición literaria de aventuras y fantasía en Siete sanguinarios Reinos.

En las tripas de un unicornio de acero

Hay libros que con el tiempo se hacen enormes, como el barruntado fantástico animal de Veinte mil leguas de viaje submarino (1870). Julio Verne da una clase exhaustiva de zoología y biología en la mejor enciclopedia marítima de la historia. Sus trucos narrativos inspiraron a Steven Spielberg para Tiburón y ha hecho viajar con la imaginación, así se hacían las maletas antes, a millones de lectores.

"El espíritu humano es muy proclive a las grandiosas concepciones de seres sobrenaturales. Y el mar es precisamente su mejor vehículo, el único medio en el que pueden producirse y desarrollarse esos gigantes, ante los cuales los mayores de los animales terrestres, elefantes o rinocerontes, no son más que unos enanos. Las masas líquidas transportan las mayores especies conocidas de los mamíferos, y quizá ocultan moluscos de tamaños incomparables y crustáceos terroríficos, como podrían ser langostas de cien metros o cangrejos de doscientas toneladas. ¿Por qué no? … El Creador los había lanzado a un molde colosal que el tiempo ha ido reduciendo poco a poco. ¿Por qué el mar, en sus ignoradas profundidades, no habría podido conservar esas grandes muestras de la vida de otra edad, puesto que no cambia nunca, al contrario que el núcleo terrestre sometido a un cambio incesante?"

El escritor francés, como los científicos, dio carta de naturaleza a lo imposible, a lo sobrenatural, sin miedo. Veinte mil leguas de viaje submarino es la fábula de lo fabuloso.

El monstruo nadador no identificado se avistó por primera vez un 20 de julio de 1866, cuenta Verne, "Todo esto dio origen a la interminable polémica entre los crédulos y los incrédulos, en las sociedades y en las publicaciones científicas. La "cuestión del monstruo" inflamó los ánimos. Los periodistas imbuidos de espíritu científico, en lucha con los que profesan el ingenio, vertieron oleadas de tinta durante la memorable campaña; algunos llegaron incluso a verter dos o tres gotas de sangre, al pasar, en su ardor, de la serpiente de mar a las más ofensivas personalizaciones."

Este libro forma parte de una trilogía llamada Viajes Extraordinarios.

"El único fin de mi vida, era cazar a ese monstruo inquietante y liberar de él al mundo." El protagonista, el profesor Pierre Aronnax y su fiel escudero, el criado Conseil, se embarcan en la fragata Abraham Lincoln de la marina nacional de los Estados Unidos de América, comandada por Farragut y con un canadiense arponero llamado Ned Land.

"Concedía tan sólo algunos minutos a las comidas y algunas horas al sueño para, indiferente al sol o a la lluvia, pasar todo mi tiempo sobre el puente. Unas veces inclinado sobre la batayola del castillo y otras apoyado en el coronamiento de popa, yo devoraba con ávida mirada la espumosa estela que blanqueaba el mar hasta el límite de la mirada. ¡Cuántas veces compartí la emoción del estado mayor y de la tripulación cuando una caprichosa ballena elevaba su oscuro lomo sobre las olas! Cuando eso sucedía, se poblaba el puente de la fragata en un instante. Las escotillas vomitaban un torrente de marineros y oficiales, que, sobrecogidos de emoción, observaban los movimientos del cetáceo. Yo miraba, miraba hasta agotar mi retina y quedarme ciego… "

Hasta que emerge el unicornio de acero… el submarino Nautilus del capitán Nemo. El "¡Móvil en el elemento móvil!" :

"¿Dónde estábamos? ¿Qué extraño poder nos gobernaba? Sentía, o más bien creía sentir, que el aparato se hundía en las capas más profundas del mar, y me asaltaban violentas pesadillas. Entreveía en esos misteriosos asilos todo un mundo de desconocidos animales, de los que el barco submarino era un congénere, como ellos vivo, moviente y formidable… Mi cerebro se fue calmando, mi imaginación se fundió en una vaga somnolencia, y pronto caí en un triste sueño."

Eran tiempos de conquista. El 21 de marzo de 1868, el Nautilus alcanzó "el Polo Sur, a los 90°", y tomó, en su propio nombre "posesión de esta zona del Globo igual a la sexta parte de los continentes reconocidos". "El capitán Nemo desplegó una bandera negra con una gran N bordada en oro en su centro. Y luego, volviéndose hacia el astro del día cuyos últimos rayos lamían el horizonte del mar, dijo:¡Adiós, Sol! ¡Desaparece, astro radiante! ¡Duerme bajo este mar libre, y deja a la noche de seis meses extender sus sombras sobre mi nuevo dominio!"

El implacable Dios Ahogado

En la saga literaria Canción de hielo y fuego (1996-2011) una de las estirpes ondea en el pendón de tela un Kraken dorado "sobre un campo negro como el mar de medianoche". Su lema es Nosotros no Sembramos. Sus caballos son escuálidos porque no suelen cabalgar, pero como nosotros, mira por dónde, navegan cada día, en barcoluengos acompañados de ratones. Ocupan el Trono de Piedramar los Greyjoy, habitantes de la fortaleza de Pyke, descendientes "del Rey Gris, de la Edad de los Héroes. Según la leyenda, el Rey Gris llegó a gobernar el mar y se desposó con una sirena". En el libro Festín de cuervos (2005), acudimos al bautismo de un hombre en las Islas del Hierro.

Bautismo de Theon Greyjoy

"Aeron Pelomojado estaba ahogando hombres en Gran Wyk cuando le llevaron la noticia de que el rey había muerto. La mañana era fría y desapacible; el mar tenía el mismo color plomizo que el cielo. Los tres primeros hombres habían ofrecido sus vidas al Dios Ahogado sin temor alguno, pero la fe del cuarto era débil, y cuando sus pulmones pidieron aire desesperadamente, empezó a forcejear. Aeron, metido hasta la cintura en la espuma de las olas, agarró por los hombros al muchacho desnudo y le metió la cabeza bajo el agua cuando trató de tomar una bocanada de aire. —Ten valor —le dijo—. Venimos del mar, y al mar hemos de volver. Abre la boca y bebe la bendición del dios. Que tus pulmones se llenen de agua; así morirás y podrás renacer. Es inútil que te resistas. Tal vez el chico no lo oyera con la cabeza bajo las olas, o tal vez hubiera perdido por completo la fe; el caso fue que empezó a patalear y debatirse de una manera tan desaforada que Aeron tuvo que pedir ayuda. Cuatro de sus hombres ahogados se metieron en el agua para sujetar al muchacho. —Señor Dios que te ahogaste por nosotros —rezó el sacerdote con una voz tan retumbante como el mar—, permite que tu siervo Emmond renazca del mar, como renaciste tú. Bendícelo con sal, bendícelo con piedra, bendícelo con acero. Por fin terminó todo. Ya no salían burbujas de la boca del muchacho, y sus miembros habían perdido toda la fuerza. Emmond quedó flotando en las aguas bajas, pálido, frío, en paz.

—Levántate —le dijo al chico, que vomitaba agua, al tiempo que le daba palmadas en la espalda desnuda—. Te has ahogado y has vuelto entre nosotros. Lo que está muerto no puede morir.

—Sino que se levanta. —El chico sufrió un violento ataque de tos y vomitó más agua—. Se levanta otra vez. —Cada palabra le costaba un sufrimiento, pero así era el mundo: para vivir, todos los hombres tenían que luchar—. Se levanta otra vez. —Emmond se puso en pie a duras penas—. Más grande. Más fuerte.

—Ahora perteneces al dios —le dijo Aeron.

El dios me enterró bajo las olas y ahogó al ser indigno que fui. Cuando me devolvió a la superficie me había dado ojos para ver, oídos para oír y voz para proclamar su palabra, para que fuera su profeta y enseñara su verdad a los que la han olvidado".

En Choque de Reyes (1998), George R.R. Martín da al lector la oportunidad de descubrir este reino a través de los ojos de uno de los desgraciados protagonistas de la saga, Theon Greyjoy. Regresa a su casa al cabo de una década de ausencia.

"En Pyke no había ningún fondeadero seguro, pero Theon Greyjoy quería ver el castillo de su padre desde el mar, igual que lo había visto por última vez hacía ya diez años, cuando la galera de combate de Robert Baratheon se lo había llevado para ponerlo bajo la tutela de Eddard Stark. La orilla era una serie de rocas abruptas y acantilados amenazadores, y el castillo parecía fundirse con su entorno, con torres, muros y puentes excavados.

La Torre del Mar sobresalía en la isla más lejana, en la punta de la espada rota; era la parte más vieja del castillo, alta y redonda. El escarpado pilar que era su base parecía medio devorado por el interminable asedio de las olas; estaba blanquecino tras siglos de espuma salada, mientras que los pisos superiores aparecían cubiertos por una espesa capa de líquenes, y la cima dentada ennegrecida por el hollín de las hogueras nocturnas de los vigías. En lo alto de la Torre del Mar ondeaba el estandarte de su padre. Theon no había presenciado nunca nada que lo conmoviera más".

Recreación de Pyke en la serie

El talento del escritor norteamericano en este tipo de descripciones es incuestionable.

"El cabo en el que los Greyjoy habían erigido su fortaleza fue en un tiempo como una espada que se adentrara en las entrañas del océano, pero las olas lo habían golpeado día y noche hasta que la tierra se quebró en pedazos, hacía ya un millar de años. Sólo quedaban tres islas peladas y yermas, y una docena de imponentes pilares rocosos que se alzaban de las aguas como si fueran las columnas del templo de algún dios marino, mientras las olas furiosas chocaban contra ellos y los salpicaban de espuma."

"Pyke se alzaba sobre aquellas islas y pilares como si formara parte de ellas, temible, oscuro, imponente. Sus muros circundaban el cabo al pie del gran puente de piedra que iba desde la cima del acantilado hasta el más grande de los islotes, dominado por la mole inmensa del Gran Torreón."

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