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Francisco Ibáñez, Mortadelo y Filemón, tres personajes que no pasan de moda

Tras décadas de historietas Ibáñez ha logrado que Mortadelo y Filemón sean el producto cultural que más generaciones de españoles disfrutan.

Tras décadas de historietas Ibáñez ha logrado que Mortadelo y Filemón sean el producto cultural que más generaciones de españoles disfrutan.

Puede que Francisco Ibáñez no sea el mejor dibujante de tebeos de la historia y también es posible que sus guiones no sean los más excepcionales, pero aún así es un genio, un creador enorme, y voy a tratar de explicarles por qué.

Para ello necesito contarles algo de mi historia personal: ya antes de saber leer –aprendí con cinco o seis años- yo leía Mortadelo y Filemón, es decir, tenía a alguien que me los leía. Recuerdo a mi abuelo materno haciéndolo, pero seguro que no fue el único encargado de tan divertida tarea.

Poco después empecé a hacerlo yo, y con las viñetas de Ibáñez llegaron, obviamente, muchas cosas más: Zipi y Zape, el Viajemos con el circo, los libros de El Barco de Vapor, en suma, la pequeña educación literaria de un niño que fue poco a poco desprendiéndose de todo aquello que iba quemando con la edad… pero que seguía volviendo una y otra vez a Mortadelo y Filemón.

Y ahí estamos, más de 35 años después de esto que les cuento, disfrutando todavía de los dos agentes de la TIA y de sus aventuras. Un disfrute que, ojo, no es una mera concesión a la nostalgia o un forma de volver a la infancia, sino que es intelectualmente pleno: leo un Mortadelo y Filemón y sigo riéndome con los chistes, con los dibujos, me sigue pareciendo inteligente –de hecho, cada día me lo parece más- e incluso en aquellas historietas que ya he leído decenas de veces, encuentro detalles nuevos que me hacen disfrutar más y reírme puede que no más, pero sí en momentos diferentes.

Pero lo realmente espectacular es que, si lo pienso, no hay prácticamente nada más que siga disfrutando tantos años después con ese goce intelectual. Desde luego, nada en el ámbito de la literatura, ni siquiera del cómic, casi seguro que ninguna música y sólo quizá alguna película como Con la muerte en los talones -otras de Hitchcock creo que ya me pillaron algo más adulto-. Encuentros en la tercera fase, o la Guerra de las Galaxias. Nada más.

¿Y por qué me sigue gustando?

Como les digo que se trata de un placer consciente e intelectual y no meramente nostálgico creo que puedo explicarles las razones -o al menos algunas-, contarles qué es lo que me sigue gustando de Mortadelo y Filemón e incluso qué es lo que me ha empezado a gustar ya mucho después de ser un niño.

Me gusta cómo Ibáñez ha sido capaz de ir acercando a sus personajes a la actualidad, relacionando sus nuevos álbumes con acontecimientos noticiosos. Primero deportivos como los Mundiales o los Juegos Olímpicos, pero después también a asuntos históricos –El Quinto Centenario- e incluso políticos como la crisis económica -¡Por Isis llegó la crisis!-, los mal llamados recortes -¡Tijeretazo!-, las mismísimas aventuras de Bárcenas –El tesorero- o hasta la última contienda electoral –¡Elecciones!-, por sólo citar algunos.

Y por supuesto, Mortadelo y Filemón afrontan estos asuntos como deben afrontarse desde el humor –no olvidemos que hablamos de humor-: con palos y sátira para todos los que se los merecen, que suelen ser todos, sin que tengamos nunca claro qué es lo que piensa Ibáñez o a quién vota, si es que vota.

Me gusta Ibáñez porque tiene alguno de los personajes más divertidos que jamás se han creado, obviamente el genial Mortadelo y su extraña relación con Filemón, pero también toda la larga lista de maravillosos secundarios: el Súper, Ofelia, el profesor Bacterio… y, por supuesto, los geniales villanos de "faz patibularia" a los que se enfrentaban en desigual combate los dos agentes.

Sí, es un "elenco" corto, pero no es necesario más porque la fórmula funciona como un mecanismo de relojería, como en esas sitcoms en las que no hace falta más de media docena de actores para escenificar un guión brillante, semana tras semana.

Me gusta su capacidad de generar historietas a partir de un esquema muy sencillo y que se repite una y otra vez pero que no resulta ni repetitivo ni aburrido. De nuevo ese aire a sitcom inteligente: surge un problema, el Súper encarga una misión a Mortadelo y Filemón, Bacterio les da un invento desastroso y tras una serie de violentos percances todo termina de la forma más desastrosa posible y en una persecución; hasta que en la siguiente página el Súper vuele a encargarles una misión y se reanuda el ciclo.

¿Para qué cambiar algo que funciona? Dejemos los laberintos argumentales a Alan Moore y las profundidades psicológicas al Batman de Frank Miller, aquí de lo que se trata es de humor y dentro de ese esquema caben centenares de gags por página y cabe humor de todos los tipos: absurdo, político, escatológico, políticamente incorrecto, violento, visual, juegos de palabras… ¿Ven como así es imposible aburrirse?

Me gusta la capacidad de Ibáñez para la autoparodia, el personaje de cómic que ha creado de sí mismo y cómo este juega a romper la cuarta pared que lo separa del lector. El autor llega incluso a protagonizar una de las aventuras de sus criaturas, Rapto tremendo, en la que es secuestrado y son Mortadelo y Filemón, quién si no, los encargados de rescatarle.

Y sobre todo, me gustan los detalles, las viñetas en las que Ibáñez parece disfrutar más y nos mete una veintena de chistes en una imagen más trabajada, como el hilarante campamento hippie de El Bacilón, que he de decirles que me recuerda intensamente a lo que era la Puerta del Sol en el momento más glorioso del 15M.

'El Bacilón' Francisco Ibáñez/Ediciones B

O aquellas, sobre todo las portadas, en las que cada detalle es un pequeño gag: ese ratón en el borde de la alcantarilla, aquel avión que impacta contra una torre en el último plano –antes del 11S, por supuesto-, caracoles con problemas existenciales o la propia firma de Ibáñez en las actitudes más insospechadas…

Por todas estas razones y otras muchas que no caben en este artículo so pena de convertirlo en una tesis, Mortadelo, Filemón, el Súper y todos los demás llevan casi cuatro décadas haciéndome compañía, es decir, Ibáñez lleva casi cuatro décadas haciéndonos compañía, haciéndonos reír, haciéndonos disfrutar. Ya me dirán si eso no es algo que tendríamos agradecerle.

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