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Cela, el genio repudiado: del "gran escritor del siglo XX" al "mafioso y mala persona"

Conversamos sobre el Nobel de Literatura español con Raúl del Pozo, Fernando Sánchez Dragó, Fernando Aramburu y Víctor del Árbol.

Conversamos sobre el Nobel de Literatura español con Raúl del Pozo, Fernando Sánchez Dragó, Fernando Aramburu y Víctor del Árbol.

La cultura española tiende a la necrofilia con sus escritores –en la primera acepción que ofrece el DRAE, se entiende– y, cada equis, siendo esta equis una efeméride redonda –que si década, que si centenario…, etc.–, se recuerda y/o celebra a alguna gloria difunta de las letras patrias. A veces, pese a las instituciones. En este sentido, 2016 es un año mayúsculo. Ahí estamos –tan inferiores a los ingleses con su Shakespeare, pero ahí estamos homenajeando a Cervantes en busca de su calavera perdida, o algo así, molestando a las Trinitarias –al Inca Garcilaso..., luego ya si eso. Y, como más en silencio, porque en el tema de las conmemoraciones cuatrocientos años pesan más que cien, también a Camilo José Cela (Iria Flavia, 1916/Madrid, 2002).

Raúl del Pozo nos dice que el autor gallego fue "el gran escritor del siglo XX": "Con todas sus contradicciones, es superior a Valle-Inclán, que se queda en la pajarería modernista y, su literatura, a veces, suena ya pasada, y a Baroja, que era un gran novelista, pero no tenía estilo". En Cela: un cadáver exquisito (Planeta, 2002), Francisco Umbral le describe así:

"El ser glorioso que he tratado más de cerca es Cela. Su gloria consiste en una calvicie total, un marcapasos, una cara sin sangre y un gesto de cabreo perpetuo con la vida, gesto que antes era comercial, digamos, como parte de la imagen, y que ahora es auténtico y, claro, menos interesante. La verdad fingida tiene más fuerza que la verdad auténtica, porque lo auténtico es lo atónito, y eso no se transmite, o se transmite muy pobremente".

Cela publicó más de cien obras, fue académico en la RAE y recibió, entre otros, el Premio de la Crítica (1956), el Príncipe de Asturias de las Letras (1987), el Cervantes (1995) y, sobre todo, el Nobel de Literatura (1989). En resumen, desde un punto de vista literario, podríamos decir que el escritor hizo méritos –al menos suficientes como para, tras su muerte, ser leído, reeditado, fácil de encontrar en cualquier librería.

Ocurre, sin embargo, que Cela no se lee. Su nombre aparece en calles, avenidas, colegios y universidades, pero su obra escasea en las estanterías. Algún profesor de Bachillerato manda a sus alumnos leer La colmena o La familia de Pascual Duarte, pero el alumno las recibe como un bicho raro, difícil de digerir, porque los libros de CJC se entienden y disfrutan más años después, cuando uno tiene un bagaje mayor de lecturas –o eso se presupone. El Nobel español abunda en las librerías de segunda mano y escasea en las convencionales. Cuando LD cubrió la presentación de "Universo Cela" –el conjunto de homenajes por el centenario de su nacimiento, preguntó a su hijo, Camilo José Cela Conde, por qué es tan complicado encontrar en las librerías obras de su padre que vayan más allá de lo típico/tópico. Respuesta: "¡Lo difícil que es encontrar un libro en una librería! Últimamente son escaparates de las novedades; libros quedan poquísimos". E informaba: "Va a haber una reedición, poco a poco, de sus obras".

En este sentido, precisa Fernando Sánchez Dragó: "Ya apenas quedan librerías y los libreros, con honrosas excepciones, han sido reemplazados por becarios, inmigrantes, tenderos y cosas así. La literatura de fondo ya no existe. Si pide usted en una librería una obra aparecida seis meses antes, le dirán que está agotada o que ha sido descatalogada. Lo que usted apunta no le pasa sólo a Cela, sino a la práctica totalidad de los autores que no cortan el bacalao durante unos días en la sociedad del espectáculo".

Raúl del Pozo nos cuenta que "ya llegará al cielo, pero todavía está en el purgatorio" porque "los escritores, cuando mueren, pasan una temporada ahí". Sánchez Dragó le secunda: "Todos los escritores, al menos, en España, pasan por el purgatorio del olvido después de su muerte. Algunos, sólo algunos, a veces, resucitan; otros, la mayor parte, no lo hacen nunca o lo hacen sólo momentáneamente, cuando suena la hora de la fanfarria de su centenario. Necrofilia ibérica". "Mire lo que están haciendo ahora con el pobre Cervantes. Sic transit...", añade.

Distinto punto de vista nos ofrece Fernando Aramburu. El autor de Los peces de la amargura o Ávidas pretensiones afirma que "si esto es así, supongo que se debe a que Cela ya no sale en la tele ni organiza provocaciones y pitotes. No descarto la posibilidad de que su obra haya perdido significación para los lectores españoles actuales". "No creo –agrega que Cela me pueda ofrecer más de lo que ya me dio en el pasado, cosa que no podría decir de otros autores. Pongo por caso a Baroja, a quien Cela tuvo por modelo. En pocas palabras, entiendo que Cela fue un prosista apañado, pero poco sutil a la hora de armar novelas. Carecía de imaginación, tenía una idea simple del alma humana y escribía con poca densidad de pensamiento. Hay algo de regional y folclórico en todo lo que hizo".

Por su parte, Víctor del Árbol, último Premio Nadal por La víspera de casi todo, apunta a razones literarias y políticas: "Los usos del tremendismo que él pone en marcha no están en boga, y se desdeña lo que no está en boga. Y luego, Cela se identifica con una España, un tiempo y una manera de entender la cultura que hoy se considera apolillada, muy cercana al poder y a la dictadura".

"Las cosas sin cortapisas"

Del Árbol nos dice que Cela, "por un lado, creó un personaje de sí mismo que le alejó de la realidad y, por otro, porque el hecho de haber sido Premio Nobel y un escritor de un grandísimo talento le permitía decir las cosas sin cortapisas". "De Cela valoran más sus defectos –cuenta Raúl del Pozo, sus excentricidades, su comportamiento político-ético que, desde luego, no fue digno de alabar".

Antes de hacer un breve repaso por las "coces" del escritor que nos ocupa, desmentiremos dos: 1) según el propio CJC, no se tiró pedo alguno mientras, en el Senado, hablaba mosén Lluís Maria Xirinacs –cuentan que la flatulencia atronó la cámara, dejó mudo al orador y al auditorio, y Cela dijo: "Prosiga el mosén, prosiga", y 2) en septiembre de 1982, un grupo de asturianos intentó boicotear a Cela por decir: "¿Que la Virgen de Covadonga es pequeñina y galana? ¡Pues que se joda!". Según la propietaria del restaurante donde se pronunció esa frase, no fue el escritor, sino "una mujer", quien la soltó.

Por otro lado, de la boca de Cela sí que salieron las siguientes perlas, tan imposibles ahora, en los tiempos del Twitter y la policía de lo correcto:

  • "Llegar a la Real Academia es como tirarse a la vecina. Una vez que nos la hemos tirado, pues ya está".

  • "Todos los premios son una casa de putas, menos el Nobel, el Cervantes, el Príncipe de Asturias y el Nacional de Literatura".

  • "Las tetas de las mujeres son para acariciárselas y el culo para magreárselo".

  • "Las mujeres más baratas son las putas, porque no aspiran a mucho: les das cuatro duros y salen dando saltos".

  • Sobre el centenario de Lorca y los homosexuales: "Preferiría para mí una conmemoración más sobria, menos anecdótica y sin el apoyo de los colectivos gays. No tengo nada en contra de los gay, simplemente me limito a no tomar por el culo".

Especialmente cáustico se mostraba con los periodistas cuando estos se le ponían entre ceja y ceja. Cuenta Julio Llamazares en "El arzobispo de Manila" –columna publicada en El País el 14 de noviembre de 1989- que, durante una entrevista, le preguntó si seguía aspirando al Premio Nobel. Respuesta de Cela:

"Por supuesto, joven, por supuesto. ¿Por qué habría de negarlo? Todo escritor aspira al Premio Nobel, y el que diga lo contrario miente. Pero si he de serle sincero, lo que de verdad me gustaría, mucho más que el Premio Nobel o que el Cervantes, es que me hicieran arzobispo de Manila para poder ir por la calle rodeado de un coro de monaguillos capones cantando en tagalo las alabanzas de Nuestro Señor. Por supuesto, los monaguillos los caparía yo personalmente por el sistema que utilizábamos en el depósito de sementales en el que serví a la patria".

En La Academia se divierte (La Esfera de los Libros, 2012), Sebastián Moreno escribe que el día que a CJC le concedieron el Nobel –19 de octubre de 1989, se improvisó una rueda de prensa y un periodista le preguntó: "Señor Cela, ¿le ha sorprendido que le concedieran el Premio Nobel de Literatura?". Respuesta: "¡Muchísimo! Sobre todo, porque me esperaba el Premio Nobel de Física".

En la misma obra, nos encontramos con otra anécdota similar: en una entrevista concedida a la televisión gallega, el periodista le pregunta: "Dígame, señor Cela, ¿se considera usted un escritor gallego?". Respuesta: "¡Hombre, usted verá! Soy escritor y soy gallego, por lo que debo de ser un escritor gallego, salvo que sea un maricón chino, usted verá...".

De la censura al posible plagio

La tropa, en general, no se acuerda del Cela que escribió más de cien obras, que cosechó no-sé-cuántos premios, incluido el Nobel, pero sí tiene fresco al escritor que simpatizó con el franquismo, que fue censor y quiso ser delator, o que fue acusado de plagio.

¿Fue CJC franquista? Víctor del Árbol dice que cree "que Cela, lo único que hizo en toda su vida, fue ser Cela, más allá de coyunturas políticas". Escribe Umbral: "Cela no es fascista en ningún momento de su vida política. (…) Pudo ser fascista por autoritario y despótico, pero luego se ha visto, con los años y el trato, que todo era literatura. (…) Siempre aspiró a buen burgués y lo ha conseguido. Tiene una cierta afición militarista, pero es más estética que ideológica".

En la primera posguerra, Cela fue censor "para comer, claro, para poder tener un mínimo sueldo, unas 250 o 300 pesetas". Él contaba que sólo tenía que censurar mensualmente una revista u hoja parroquial. Cabe señalar que él mismo fue censurado en varias ocasiones. Según contaba Antonio Astorga en ABC, "le tacharon gran parte de Mrs. Caldwell habla con su hijo. Y también el texto completo de La colmena y dos veces. (…) La jerarquía eclesiástica quiso dilapidar el Pascual Duarte. Casi le excomulgan".

En cuanto a su pasado como delator, según Umbral, "Blas Piñar, en su revista Fuerza Nueva, fue el primero que publicó una carta de Cela a algún alto organismo, ofreciéndose para confidente político en una misiva donde su correcto estilo literario presentaba las cosas mucho más ingenuas de lo que en realidad eran. Pero a esta carta no le contestó nadie nunca".

Respecto al plagio, en 1994, se presentó al Premio Planeta con La cruz de San Andrés y lo ganó. A ese mismo certamen se presentó Carmen Formoso con Carmen, Carmela, Carmiña. Ésta acusó a Cela de robarle el argumento de su novela. "En los tribunales –cuenta Umbral le dieron la razón al Premio Nobel o más bien no tuvieron muy en cuenta la querella. Cela era demasiada personalidad como para cargar con la responsabilidad de haberle penado por razones tan aleatorias como las literarias".

¿Por qué Cela cae mal?

En definitiva, ¿por qué Cela cae mal? Apunta Aramburu: "Ejercía de macho ibérico, era desconsiderado con los demás, tenía una necesidad pueril de éxito, colaboró con la censura y el franquismo, insultaba, menospreciaba. Esas cosas con las que es difícil despertar ternura". Sánchez Dragó: "Era antipático, borde, despótico, arrogante, cicatero, mafioso y mala persona. Lo traté bastante. Lo suficiente, al menos, para atreverme a decir algo que sólo diría de otros dos escritores: lo de mala persona. Uno ya falleció; el otro sigue chafardeando por ahí. Queden sus nombres en la penumbra".

Raúl del Pozo nos dice que CJC "cae mal porque él no quería caer bien. Decía: 'No salgáis sonrientes como gilipollas en las fotos: un escritor tiene que tener personalidad'. No tenía ninguna razón para caer bien: lo pasó muy mal en la guerra, en la posguerra, estuvo tuberculoso, en pabellón de reposo… Estaba muy delgado, tísico y tenía mala leche. Tenía mucha personalidad, decía siempre lo que pensaba, era muy agresivo, original, raro, heterodoxo, y esa gente cae mal".

En LD apostamos por quedarnos con la magnífica figura del Cela escritor, el que revolucionó "silenciosamente la narrativa española" (Umbral) a base de vanguardia, tremendismo, ternura, escatología y violencia. En su vasta trayectoria hay libros mejores y peores, pero, de manera innegable, buena parte de ellos son brillantes. "La resurrección del Cela escritor vendrá poco a poco y de otra manera, en la medida en que se ha convertido en un clásico", afirmaba este lunes Camilo José Cela Conde en la presentación de Cela, piel adentro (Destino, 2016). "Los escritores –dice Raúl del Pozo- no pasan a la Historia por lo malas o buenas personas que sean, sino por su talento y, por talento y por genio, es el mejor del siglo XX a mi modo de ver".

Nada más que añadir.

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