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Rafael L. Bardají

Comic-Con 2016: Una América entre héroes y villanos

Un año más informamos desde San Diego, desde la Convención de cultura popular más importante del mundo. La Comic-Con ha coincidido con la Convención Republicana. ¿Reuniones de héroes o de villanos?

Que la Convención del Partido Republicano y la Convención Internacional del Cómic, la famosa Comic-Con, se hayan solapado en el tiempo, aunque no en el espacio, pues entre Cleveland y San Diego media la friolera de 3.494 kilómetros, puede parecer una broma del destino, pero no. Cuando observa ambos eventos, sale una misma fotografía: una nación dividida, confusa y en una búsqueda tan dolorosa como infructuosa, de momento, de su alma. La América grande, orgullosa de sí  misma, dispuesta a combatir el mal y promover el bien en cualquier rincón del mundo, ciudad y pueblo, la América de los superhéroes de Marvel, ha pasado a ser la América en minúscula, que cuando quiere cambiar las cosas ya no puede, ha pasado a ser la América de los villanos. Lo que queda por ver ahora no es el renacimiento de un Capitán América, sino si los villanos pueden encontrar su momento de redención y acabar haciendo el bien. En política, nunca antes ningún candidato había suscitado tanto rechazo entre los votantes como Hillary Clinton y Donald Trump; en la ficción nunca una banda de supermalos se cambiaba en bloque al bando del bien, como ocurre en la anunciada película y serie de cómics Suicide Squad, éxito de atención aquí en San Diego.

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Un año más, alrededor de 130 mil elegidos y otros tantos frustrados por no haber logrado ser seleccionado para cruzar las puertas del Centro de Convenciones de San Diego, invaden esta apacible localidad. Paradójico que el emplazamiento de la mayor base naval del Pacífico, del mando de Marines y de la Inteligencia Naval acoja con tanta normalidad esta orgía de freakies, devotos y eruditos del cómic. Y es que en Estados Unidos, a diferencia de España y buena parte de Europa con la excepción de Francia, la industria editorial del cómic sí es un negocio potente. Precisamente en el primer día de la Convención un panel se dedicó a analizar las similitudes y diferencias entre la cultura del cómic en América y en Europa. Sorprendentemente de seis participantes, dos españoles, el granadino Gabriel Hernández Walta y el barcelonés Roger. Ambos buenos exponentes de la tenacidad personal y de la suerte de encontrar editores fuera de España para poder vivir de su arte. El primero en América, el segundo en Francia.

Aunque parezca inaceptable, sí, el Cómic es un arte. Y también tiene sus intelectuales. Y muchos de los participantes en esta Convención acuden a ella en peregrinación para intercambiar unas palabras con sus ídolos, a veces para mostrarles sus propios trabajos y, sobre todo, para hacerse con unas primicias que sólo se pueden encontrar estos cuatro días agotadores de Comic-Con.

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Rotos. Así es como acabamos cada día. Las puertas de las sesiones “académicas” se abren para los más madrugadores a las 7am y se cierran para los búhos, a la 1:30 de la madrugada. Entre medias, de 9:30am a 7pm está abierto al público el Exhibition Hall, meca de todo coleccionista que se precie y de cualquiera que aspire a ver una vez en su vida 60 mil metros cuadrados atiborrados de tiendas, artistas y entretenimientos varios. Por extraño que parezca en esta edición de 2016 el stand de Star Wars, a pesar de su inminente spin-off Rogue One, es de unas dimensiones razonables, no hegemónicas como en ediciones anteriores. A pesar de ello, los disfrazados de personajes de esta serie abundan más que nunca.

El año pasado uno se movía literalmente entre zombies, pues los personajes de The Walking Dead primaban entre los asistentes. En buena medida como protesta expresa ante el anunciado final de la serie tras su sexta temporada. Este año, por el contrario, hay menos muertos deambulantes en la audiencia pero el stand de la serie es fenomenal: el fuselaje de un avión comercial donde quien quiera puede sentarse y tener un encuentro con zombies, y todo un set de lo que ya es seguro su séptima temporada, a estrenarse tras el verano. Las colas para hacerse fotos con el elenco de personajes es kilométrica a todas horas.

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Esa es otra, además de conocer de primera mano las novedades del sector, atiborrarse a comprar todo tipo de memorabilia según los gustos de cada uno y asistir a sesiones de trabajo, la principal actividad del Comic-Con es hacer cola. Para todo. Las atracciones permiten un flujo reducido de visitantes, las compras están llenas de indecisos que alargan dolorosamente el proceso, y los talleres tienen una capacidad limitada. Incluso el famoso Hall H, con una capacidad para 6.500, exige una espera maratoniana para acceder a él. Tanta, que miles de asistentes eligen dormir al raso haciendo cola. Este año, el sistema ha cambiado un poco y para permitir que los asistentes no se pierdan la Convención por entrar el H, todas las noches a las 9pm se reparten 6.500 pulseras, de tal manera que el agraciado sabe que tiene garantizado su sitio. Eso sí, la cola para hacerse con una de ellas no ha disminuido. Y quienes quieren estar en un buen lugar, sigue durmiendo bajo el relente de la bahía. Yo confío en poder tener mi plaza para asistir al debate sobre el 30 aniversario de Aliens, la segunda entrega sobre el mortífero 8º pasajero de la nave Nostromo y su duelo con la teniente Ripley. Que mi uniforme de tripulante de la nave de la Weyland Yutani Corporation me lo permita…

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